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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/09/2025 04:53
La eliminación transitoria de retenciones puede tener efectos positivos, siempre que la baja en la recaudación fiscal -el mal llamado “costo fiscal”, como si al Estado le costara no extraer del sector privado- no se compense con un aumento de la presión tributaria desde otro frente (Foto: Reuters) El reciente anuncio de eliminación de retenciones sería una excelente medida si resultara permanente. Incluso en carácter transitorio, puede tener efectos positivos, siempre que la baja en la recaudación fiscal -el mal llamado “costo fiscal”, como si al Estado le costara no extraer del sector privado- no se compense con un aumento de la presión tributaria desde otro frente. En ese caso, no pasaría de ser un mecanismo perverso para hacerse de dólares y luego malvenderlos a precios irrisorios. No se percibe, más allá del discurso, intención real de reducir la presión fiscal, según lo presentado en el Presupuesto 2026. El apoyo del Tesoro de Estados Unidos resulta negativo y, una vez superada la euforia, el mercado lo registrará. Este clima de entusiasmo, de hecho, es aprovechado por los especuladores con intensidad. Si se diera crédito al discurso recurrente de los gobiernos, según el cual la recesión es responsabilidad de la gestión anterior -una afirmación que implica un descrédito hacia el mercado, ya que este opera en tiempo real-, podría pensarse que este parche, no contemplado por la administración actual, serviría de ayuda para superar los problemas heredados. Quienes sostienen la fe en el mercado deberían explicar cómo se justifica que un Estado salga al rescate de otro utilizando fondos que obtiene compulsivamente del sector privado Sin embargo, quienes sostienen la fe en el mercado deberían explicar cómo se justifica que un Estado -el de Estados Unidos- salga al rescate de otro utilizando fondos que obtiene compulsivamente del sector privado. La lógica resulta insostenible. La verdadera explicación es que la recesión de 2024, así como la siguiente, no responden a la “herencia recibida” -que implica partir de una mala situación, no agravarla-, sino a la política adoptada por la administración actual, contraria al mercado. De este modo, la asistencia de Estados Unidos facilitará la continuidad del programa vigente: el PBI continuará en descenso y, cuando pase el entusiasmo, la economía se encontrará aún más deteriorada, salvo que el Gobierno opte por virar hacia una economía abierta. El mercado ha venido confirmando lo que algunos advertimos desde el inicio de la gestión Milei: el país caería en recesión a raíz de políticas opuestas al mercado, a la libertad social y económica. El mercado ha venido confirmando lo que algunos advertimos desde el inicio de la gestión Milei: el país caería en recesión a raíz de políticas opuestas al mercado, a la libertad social y económica (Foto: Reuters) Quienes proyectaron un crecimiento cercano al 5% este año deberían revisar sus expectativas y analizar la fiabilidad de quienes formularon esos pronósticos, ya que carecían de base científica, profesionalismo o estaban guiados por intereses personales. Es aún menos serio sostener que la tendencia cambió a raíz de los últimos comicios o avatares políticos, porque ello implica desconocer al mercado, como si la economía dependiera del Estado. En países con economías libres, las elecciones apenas inciden en el rumbo económico. Un error frecuente entre los analistas es confundir el aumento del IPC -calculado de forma arbitraria, por cierto, el Indec modificaría pronto la metodología- con la inflación. Una suba de precios no implica necesariamente inflación ni tiene que ser una mala noticia. Inflación es la depreciación de la moneda por exceso de emisión. Una suba de precios no implica necesariamente inflación ni tiene que ser una mala noticia. Inflación es la depreciación de la moneda por exceso de emisión. Así, la reducción en la tendencia alcista del IPC ha sido valorada como un éxito cuando, en gran medida, responde a la recesión. Lo mismo ocurre con el déficit cero, un verdadero trauma para Milei. Para el mandatario, el equilibrio fiscal es la única solución y, solo por ello, estima que el PBI crecería cinco por ciento anual. Existe siempre una razón suficiente, uno de los principios básicos de la Lógica. La razón de ser del déficit cero es evitar que el saldo negativo se financie recurriendo al mercado mediante mayor presión fiscal -directa, indirecta o inflacionaria-. Por eso, obtener déficit cero a través de un fuerte aumento de impuestos carece de sentido y contradice el mensaje oficial. Resultó un grave error el incremento inicial de impuestos en la era Milei. No solo se elevaron tributos como el PAIS, sino que se produjo un aumento oculto retirando subsidios, lo que hizo subir las tarifas sin reducir los impuestos originalmente afectados a esos subsidios. A ello se sumó la inflación, que entonces era extraordinariamente alta. La reducción en la tendencia alcista del IPC ha sido valorada como un éxito cuando, en gran medida, responde a la recesión Las privatizaciones han sido prácticamente inexistentes, en contraste con las múltiples ventas de activos que realizó el gobierno de Menem. De hecho, pudieron ser aún más numerosas. Las desregulaciones han sido mínimas en un país excesivamente reglamentado, en especial en los tradicionales bastiones del corporativismo argentino: los oligopolios sindical y bancario-financiero. La llamada “motosierra” brilla por su ausencia; incluso se ha reducido el número de trabajadores privados en mayor proporción que el de empleados estatales, consolidando una relación aún más desventajosa para el sector productivo. A este cuadro se suman el rígido control de cambios y unas tasas de interés sobredimensionadas, circunstancia que canaliza la actividad productiva hacia importaciones superfluas y especulación financiera. Con control estatal sobre el tipo de cambio, el margen para una devaluación es casi nulo. Los inversores, por tanto, se enfocan en tasas fijas -rinden cerca del cuatro por ciento-, lo cual provocó una marcada contracción en el resto de las tasas. Hay un rígido control de cambios y unas tasas de interés sobredimensionadas, circunstancia que canaliza la actividad productiva hacia importaciones superfluas y especulación financiera En resumen, como señalan quienes desde Invecq insisten -erróneamente a mi juicio- en equiparar suba del IPC con inflación, “la actividad permanece estancada desde fines de 2024 y acumula señales crecientes de contracción”. El futuro queda en manos del mercado, el único y definitivo juez. Las proyecciones poco creíbles del Presupuesto 2026 arrojan una “inflación” -en rigor, aumento del IPC- del 10,1%, dólar a $1.423 para fin de año y crecimiento del PBI de 5%. Aunque se concedieran como ciertas, el Presupuesto resultaría igualmente destructivo e incoherente para la economía. La actividad permanece estancada desde fines de 2024 y acumula señales crecientes de contracción” Es relevante mencionar el deterioro esperado en la balanza comercial de bienes y servicios: en 2025 el déficit sería de USD 2.447 millones y, en 2026, de USD 5.751 millones, cifras que seguirían en aumento. El Gobierno sostiene que el dólar “no está barato”. Una administración que dice perseguir la reducción del Estado proyecta para 2026 un aumento nominal en la recaudación de impuestos del 22,5%. Si a ello se le descuenta la inflación prevista, implica un crecimiento real del 12,4%. Considerando un supuesto alza del PBI del 5%, la participación estatal en la economía se incrementaría en siete coma cuatro por ciento, siempre a expensas del sector privado. Es decir, el Estado se expande. Es absurdo creer que, si se le quita al sector privado un 7,4% más, la economía crecerá. No queda clara la justificación oficial de una medida semejante. Es absurdo creer que, si se le quita al sector privado un 7,4% más, la economía crecerá Llama la atención el aumento marcado en los impuestos a las Transferencias de Combustibles Líquidos y a las emisiones de dióxido de carbono, que crecerán setenta y un por ciento nominal, representando un 55% de incremento real. Para el resto, la mejora recaudatoria se da por supuesta, atribuyéndose a una mayor actividad o eficiencia en la administración tributaria, una justificación insólita. Debe quedar claro que no fracasa la libertad, la economía de mercado ni la sociedad abierta. Por el contrario, quienes fracasan son la gestión actual -por contrariar la ciencia, la lógica y las enseñanzas fundamentales de la Escuela Austríaca de Economía-, así como quienes insisten en fórmulas ya refutadas por la realidad. El autor es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
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