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Parana » Informe Digital
Fecha: 22/09/2025 07:44
SAN CARLOS DE BARILOCHE.- En un proceso de constante crecimiento, el cultivo de maíz en la provincia de Río Negro ha experimentado un aumento exponencial: en solo cinco años, la superficie sembrada para forraje se ha multiplicado por cinco. En efecto, el maíz se ha convertido en un cultivo estratégico para el desarrollo de la ganadería; en los valles patagónicos, su uso para la alimentación del ganado vacuno y porcino ha transformado radicalmente la producción de carne y leche. Actualmente, se cultivan 25.000 hectáreas con este cereal. “Los productores han logrado reducir casi por completo su dependencia de la compra de alimentos procedentes de otras regiones, creando un círculo virtuoso donde la agricultura nutre directamente a la ganadería local. Esto no solo ha disminuido los costos de flete, sino que también ha garantizado un abastecimiento estable y de alta calidad”, explicó a LA NACION Lucio Reinoso, secretario de agricultura de Río Negro. Añadió que el maíz ha generado un impacto profundo en el sistema productivo y en el entramado social de la Patagonia, impulsando un cambio clave de una matriz agrícola dominada por la fruticultura hacia un modelo más diversificado e integrado con la ganadería. La historia del maíz en la región está intrínsecamente vinculada al desarrollo de la agricultura bajo riego. Desde los primeros proyectos de colonización a principios del siglo XX en los valles rionegrinos, el cultivo ha dependido del manejo del agua. Sin embargo, como señalan los expertos, el verdadero punto de inflexión se produjo en el siglo XXI, cuando, movidos por la crisis de la fruticultura y el auge de la ganadería, los productores comenzaron a buscar alternativas rentables. El maíz se redescubrió como un cultivo fundamental para la producción de grano y silo, vital para la alimentación del ganado bovino y porcino. En solo cinco años la superficie sembrada de maíz se multiplicó por cinco en la provincia No obstante, la consolidación del maíz no fue un proceso sencillo. Productores y técnicos enfrentaron importantes desafíos. Entre ellos, la infraestructura de riego: la modernización de los antiguos canales de tierra mediante sistemas presurizados, como el pivote central, fue clave para optimizar el uso del agua y garantizar una producción consistente, a pesar de los altos costos iniciales. También fue necesaria una adaptación genética. La falta de híbridos específicos para el clima patagónico motivó a productores y semilleros a colaborar en el desarrollo de variedades de ciclos cortos que evitaran las heladas. Asimismo, se modificaron variables relacionadas con la logística y el flete: la producción local permitió la creación de un mercado regional, reduciendo así la dependencia del maíz “importado” de otras zonas y abaratando los costos logísticos. Otro aspecto fundamental fue el conocimiento técnico, dado que el manejo del maíz bajo riego se convirtió en un arte. La capacitación en el uso eficiente del agua, fertilización y control de plagas —con la colaboración de instituciones como el INTA, la Universidad Nacional de Río Negro y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid)— ha permitido alcanzar rendimientos excepcionales. “La necesidad de producir maíz con altos rendimientos en un clima semiárido impulsó la adopción de tecnologías avanzadas. La inversión en sistemas de riego presurizado (como el pivote central), la incorporación de genética de alto rendimiento adaptada a la zona y el manejo de precisión se han convertido en prácticas comunes en la región. Esto no solo benefició al maíz, sino que también sirvió como un catalizador para que otros cultivos adoptaran estas tecnologías”, afirmó Reinoso. La evolución de las nuevas áreas bajo riego en territorio rionegrino es notable: en la última década, la superficie irrigada con pivote ha crecido un 65%, pasando de 5.500 hectáreas en 2014 a 9.200 en la actualidad. Se están desarrollando proyectos para duplicar esa superficie en los próximos cinco años, en Colonia Josefa, Negro Muerto y Guardia Mitre. Mientras tanto, los productores destacan que los gobiernos provinciales han reconocido el papel estratégico del maíz como un eslabón clave en la cadena de valor de la producción de carne y leche, promoviendo el cultivo a través de políticas de fomento, financiamiento y jornadas de capacitación. Aunque no compite en volumen con la pampa húmeda, la producción patagónica de maíz se destaca por su alta calidad y rendimiento. En este sentido, la región se perfila como un polo emergente de la producción maicera en Argentina. Algunas cifras reflejan este crecimiento: el cultivo de maíz ha experimentado un avance constante en la superficie cultivada, alcanzando aproximadamente 25.000 hectáreas en la última actualidad. La expansión de la producción de maíz está íntimamente relacionada con el crecimiento de la ganadería en la región: hoy en día, el 95% de la producción rionegrina se destina a la alimentación animal, mientras que el 5% restante se destina a la exportación. Productores de maíz rionegrinos También ha influido la readecuación que los productores de Río Negro realizaron en sus modelos productivos (recriar terneros y terminarlos con nuevos modelos de engorde). Anteriormente, unos 40.000 animales completaban el ciclo de engorde en Río Negro anualmente. Hoy son más de 190.000 cabezas por año. En la actualidad, la provincia cuenta con aproximadamente 84 engordes intensivos a corral, que albergan unas 60.000 cabezas. Este proceso ha impulsado una realimentación positiva en el desarrollo agropecuario: la demanda de maíz (para la terminación de los animales engordados exclusivamente en Río Negro) era de alrededor de 3.000 hectáreas por año en 2011 y, en la actualidad, alcanza las 25.000 hectáreas. Desde la Secretaría de Agricultura de Río Negro destacaron que, en años anteriores, el 50% del maíz consumido en los engordes locales era importado de otras regiones: “Actualmente, este porcentaje se ha reducido al 25%, lo que ha permitido sustituir la importación de este cereal desde las provincias de La Pampa y Buenos Aires”. Asimismo, agregaron que la superficie de alfalfa en Río Negro oscilaba entre 10.000 y 15.000 hectáreas hasta 2008. A partir de entonces, se ha experimentado un crecimiento significativo y sostenido, alcanzando las 27.000 hectáreas cultivadas en la actualidad. Esto posiciona a la provincia como líder en la producción agrícola nacional e internacional, representando alrededor del 20% de las exportaciones de alfalfa del país. “El incremento en la superficie de maíz y alfalfa se explica por las enormes ventajas agroclimáticas que presenta el territorio provincial, así como por la incorporación de tecnología de riego. Además, ha habido una creciente demanda por parte de los sistemas de engorde a corral y un interés internacional por los megafardos, principalmente de países árabes y europeos”, añadieron.
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