09/09/2025 16:41
09/09/2025 16:40
09/09/2025 16:40
09/09/2025 16:39
09/09/2025 16:39
09/09/2025 16:38
09/09/2025 16:38
09/09/2025 16:38
09/09/2025 16:37
09/09/2025 16:37
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/09/2025 10:37
La Balsa, la primera canción de rock nacional que fue un éxito, de Litto Nebbia y por Los Gatos El domingo 7 de septiembre, el corazón del rock latinoamericano perdió uno de sus latidos originales: murió en Río de Janeiro Kay Galifi, primer guitarrista de la mítica banda Los Gatos. Sin enfermedades previas, el músico de 77 años sufrió un ataque de hipertensión que apagó su vida de manera brusca, inesperada. Pero la canción seguirá sonando para siempre. Su guitarra se escucha en “La balsa”, “Viento, dile a la lluvia”, “El rey lloró” y tantos otros clásicos que aportó el grupo de Litto Nebbia al primer rock argentino. Fueron apenas dos años que bastaron para formar una leyenda. Del resto, se encargó el mito: en 1968, Kay dejó abruptamente la banda, seducido por el amor de una mujer y la calidez de Río de Janeiro. No volvió a tocar con sus compañeros hasta 40 años después. Pero nunca dejó de tocar la guitarra. ¿Qué pasó en todo este tiempo? ¿Cómo llegó ese rosarino de raíces italianas a ser parte de la historia grande del rock en castellano? ¿Qué huella deja en quienes alguna vez se dejaron conmover por el fulgor de su guitarra? Con la partida de Kay Galifi se abre una puerta a la música que encabezó una revolución cultural, y que mantiene esa vigencia que a lo largo del tiempo solo transitan los artistas clásicos. Ciro Fogliatta, Litto Nebbia, Oscar Moro, Alfredo Toth y Kay Galifi, la primera formación de Los Gatos Gaetano Galifi nació en Sicilia en 1948. Su historia comenzó con un movimiento, el de una familia que cruzó el océano cuando él tenía apenas dos años para buscar un nuevo destino en la Argentina. En Rosario, su nombre cambió por el de Cayetano, instancia en que se volvió objeto de bromas en la escuela y entre los chicos del barrio. “Por eso, cuando llegué a la provincia de Buenos Aires, me rebauticé como Kay”, recordaría. Esa rebeldía breve, infantil, fue el primer gesto de un hombre que más tarde desobedecería los mandatos de su tiempo y los límites de la música. Creció en una tierra donde el folclore y el tango rivalizaban desde la esencia de la nación. “Me gustaba mucho la guitarra… a los once años hice amistad con un grupo que tocaba ese estilo. Empecé a asistir a los ensayos. Pedí que me enseñaran algunos acordes”, rememoró en charla con la revista brasileña Senhor F. Esas primeras melodías, grabadas en un antiguo Geloso con cinta de carrete, marcaron su camino. La audición espontánea ante sus compañeros terminó con él sumándose al conjunto; la suerte se forjaba en la humildad de aquellos acordes. Nada de rock todavía, solo música folclórica argentina. Sin embargo, la revolución llegó con forma de guitarra eléctrica. Un día, en la tienda de su padre en Rosario, Kay descubrió en la radio a Los Teen Tops, el grupo mexicano que castellanizó versiones de los primeros clásicos del rock. “Cuando escuché ese sonido de la Strato, me volví loco… Fui a verlos tocar en el auditorio de la radio, pero no pude entrar porque había mucha gente. Por suerte, logré verlos después en un club. Al ver a los tipos tocando en el escenario, todo aquel clima, enloquecí y pensé ‘es eso lo que yo quiero’. Entonces le hice unos agujeros a mi guitarra, le puse dos cositas, un pedazo de hilo y pasé a tocarla como si fuese una guitarra eléctrica’”, relató alguna vez. Los gatos: Quizas no comprendan, tema compuesto por Kay Galifi En esas jornadas conocería a Oscar Moro, quien improvisaba percusión golpeando ollas como primer paso a convertirse en el baterista más influyente del rock argentino. Pero faltaba para eso. Junto a un joven pianista de apellido Di Domenico formaron Los Halcones. El primer show profesional fue un desastre: “Tuve un problema con el plug de mi guitarra… Fue un desastre total”, admitió. Pero alguien vio potencial en ellos y los contrató igual. Kay tenía apenas trece años y ya tocaba en bailes, acompañado por su padre a la vuelta de casa. Luego, tocaron con Johnny Tedesco, quien lo definió sin rodeos: "Como guitarrista era un adelantado para la época. Le sacaba un sonido a la guitarra como nadie acá. Tenía una guitarra Hamstrong, mucha onda y sabía todos los yeites“. Pero había que ganarse la vida. Tras terminar el secundario, Galifi entró a estudiar medicina en la Universidad Nacional de Rosario. De lunes a viernes estudiante ejemplar, pero los fines de semana, músico incansable en fiestas y festivales. El amor por la música terminó por vencer. El encuentro con Litto Nebbia y Ciro Fogliatta torció todos los planes. En esos años, ambos tocaban en Los Gatos Salvajes, una de las bandas estables del programa Escala Musical. La historia se aceleró en 1966: Galifi y Moro dejaron Rosario, viajaron a Buenos Aires y se sumaron a Nebbia, Fogliatta y Alfredo Toth. Así nacieron Los Gatos. La banda publicó tres discos antes de su primera disolución Memorias de hambre y camaradería se tejieron en el barrio de Once. “Era muy difícil. La policía acostumbraba a confundirnos con los vagabundos, sobre todo porque usábamos pelo largo. A veces dormíamos en ómnibus o en baños de cine". Un año después, la banda conquistó La Cueva, aquel mitológico local de la movida porteña. Era el punto de encuentro para músicos y fanáticos donde el rock nacional comenzaba a dar sus primeros pasos. “La Cueva fue muy importante para todos, porque ahí conseguimos reunirnos, tocar y probar. Cuando salíamos, si era verano nos íbamos a una plaza, y si era invierno nos íbamos a un bar, y nos quedábamos hasta las 8 de la mañana. En esas guitarreadas yo cantaba mis canciones y Moris, Javier y Tango cantaban las suyas. Esa época fue bastante parecida a la del tango”, relató el guitarrista en el libro Tanguito. La verdadera historia, de Victor Pintos. La fama no tardó. Un nuevo manager llevó un demo con música de Litto Nebbia a varias discográficas. Las respuestas: “Eso nunca va a tener éxito”. Pero la RCA Victor apostó por el sencillo "La Balsa", compuesta por Litto —con coautoría de Tanguito—, se convirtió en punta de lanza para el movimiento. A partir de entonces, los conciertos se multiplicaron y la locura del público llenó los fines de semana de actuaciones y bailes. Pero la popularidad tenía doble filo. Una vez, luego de arrojar a un provocador fuera del escenario, la banda tuvo que ser escoltada por la policía. “Todo sucedió muy rápido. Nuestro álbum vendió muchísimo, llegando al número uno. Nuestros conciertos de fin de semana se hicieron muy populares”, narró Kay. Kay Galifi participó de la reunión de Los Gatos en 2007. Aquí interprentando "Seremos amigos" El guitarrista participó en los tres primeros álbumes de Los Gatos: Los Gatos (1967), Los Gatos II (1968) y Seremos amigos (1968), donde firmó el tema “Quizás no comprendan. Tras el tercer disco, la primera formación del grupo se disolvió. Mientras Nebbia se lanzó como solista, Galifi decidió caminar otro camino junto a sus compañeros: una gira por Estados Unidos en 1969, tras la cual él eligió un destino inesperado: Río de Janeiro, la ciudad en la que echó raíces, vivió y murió. Su lugar lo ocupó Norberto Pappo Napolitano, quien grabó los últimos discos del quinteto: Beat N°1 y Rock de la mujer perdida. Mientras tanto, Galifi eligió vivir en Brasil. “Fue mi ser o no ser”, diría años después sobre esa decisión. Allí, se casó, vivió cinco años con la mujer que lo llevó a abandonar la banda, la fama y la Argentina. Optó por el anonimato carioca y la búsqueda en la música clásica, firmando ahora como Gaetano Galifi. No fue una vida tranquila, pese a la aparente distancia del circuito argentino. Integró el grupo Impacto 8 junto a Raulzinho do Trombone, Robertinho Silva, Oberdã y Hélio Celso en los últimos años de los 60. Después participó en el grupo de rock Analfabitles (1971-1972) y luego, en los años 70, en Quase, al apostar por el underground de Río, cuando el rock brasileño aún no era masivo. El recuerdo de los fans a Kay Galifi En 1975, tras un divorcio, se enfrentó con una depresión profunda. Siguió adelante: enseñó guitarra en el Conservatorio de Música de Río de Janeiro, donde influyó en toda una nueva generación de músicos, entre ellos Victor Biglioni, Celso Blues Boy y, sobre todo, Roberto Frejat, alma del grupo Barão Vermelho. Dejó marca también con su “Método Completo de Guitarra: do Blues ao Jazz” y, ya en 2001, grabó su sinfonía clásica “Amazonas. Poema violinístico”. Quién sabe cuántos de esos alumnos supieron que tenían frente a sí a uno de los grandes pioneros del rock en español. Lo concreto es que la distancia no apagó los lazos con sus viejos compañeros, solo los puso en pausa. En 2006, Litto Nebbia y Ciro Fogliatta lograron encontrar a Kay Galifi tras 38 años sin contacto. Iniciaron una corriente de mails cargados de nostalgia que desencadenó en un reencuentro en el escenario. El regreso de Los Gatos a Rosario, cuarenta años después de La Balsa, fue un hito: el grupo cerró un festival gratuito en la plaza San Martín, tocó en Buenos Aires y recorrió el país y Latinoamérica. Ahora, bajo el sol de Río de Janeiro, se apagó la vida de un hombre que cruzó fronteras y reinventó caminos. ¿Quién se atreverá a olvidar a Kay Galifi, el muchacho que dejó un agujero en su guitarra para intentar una nueva vida, y se atrevió a preguntar qué hay más allá de la última nota?
Ver noticia original