28/08/2025 07:38
28/08/2025 07:37
28/08/2025 07:35
28/08/2025 07:35
28/08/2025 07:31
28/08/2025 07:30
28/08/2025 07:30
28/08/2025 07:30
28/08/2025 07:30
28/08/2025 07:30
» Diario Cordoba
Fecha: 27/08/2025 23:28
En el ocaso del caluroso viernes 8 de agosto, mientras paseaba por Las Jaras, una llamada de mi nieto pequeño, doce años, me sacudió el alma: «Abuelo, que está ardiendo la Mezquita». Creí que era una broma, porque suele ser bromista, y para salir de dudas abrí enseguida en el móvil la edición digital actualizada del Diario CÓRDOBA, que me confirmó tan pavorosa noticia. Cuando vi además en la pantallita fotos con las lenguas de fuego alzándose voraces sobre las almenas escalonadas e la puerta de San Nicolás, se me puso un nudo en la garganta; era algo serio, no podía creerlo. Menos mal que hacia la medianoche la inmediata y certera intervención de los heroicos Bomberos, guiados por el plan de protección del monumento, lograron sofocar el incendio. Un suspiro de alivio, que me permitió conciliar el sueño. Se me saltaron las lágrimas cuando vi en las fotos de prensa las bóvedas barrocas de las últimas naves de la ampliación de Almanzor teñidas de negro, ay, qué imagen más demoledoramente impactante. ¡Ver nuestra Mezquita así, aunque se había salvado…! Sin perder la serenidad, pese a la catástrofe, el Cabildo mantuvo los cultos y las visitas turísticas, transmitiendo una tranquilizadora sensación de aparente normalidad. Puro bálsamo sicológico. Buena decisión. Quise bajar el domingo a la misa de 12 de la Catedral, pero no me atreví, lo confieso. Dejá pasar unos días hasta el jueves 21, y entré por fin. La visita fue tranquilizadora y me devolvió la calma. Ya no olía a quemado. La zona afectada estaba acotada por una barrera circunstancial de tableros y telas. Las bóvedas barrocas afectadas por la humareda volvían a lucir su blancura, más intensa aún que antes del percance. Y en el área afectada se intuía un diligente y continuo movimiento de obreros, restauradoras y técnicos, cada uno aplicado a lo suyo. Una cinta de baliza impedía acercarse a los numerosos visitantes que a media mañana poblaban el recinto, pero apenas se acercaban en la zona afectada, no eran morbosos. Ya en la calle Magistral González Francés, el dintel de la puerta de San Nicolás mostraba la huella negruzca del humo, que algunos turistas fotografiaban como testimonio de lo que había ocurrido. Tranquilizó a los cordobeses la inmediata reacción del Cabildo, administrador y gestor ejemplar del primer templo de la diócesis. Lo peor del caso ha sido aprovechar la desgracia para volver a sacar a pasear el sonsonete de la estatalización del monumento, cuando la Iglesia lleva 787 años conservándolo con el resultado que hoy disfrutamos. Ha sido la primera en asumir el costo de la restauración, estimado, a la ligera, en un millón de euros, como si se pretendiese minimizar la gravedad del daño. La Mezquita-Catedral es propiedad de la Iglesia, como concluyó el exhaustivo informe firmado el 28 de septiembre de 2016 por la jefa de la Asesoría Jurídica municipal, doña Mercedes Mayo; pero se rige por las leyes del Estado, que garantizan, vigilantes, una adecuada gestión. Respecto al origen del siniestro, hay que reconocer la imprudencia de almacenar barredoras eléctricas y sillas de madera en el interior del monumento, aunque ya está en marcha su traslado a la cercana calle Encarnación. Y aquí me permito apuntar –disculpen los puristas– que por qué no se habilita como atarazana más próxima parte de la galería norte del Patio de los Naranjos, que en su configuración actual no es original musulmana, sino una remodelación llevada a cabo por el maestro mayor Hernán Ruiz I entre 1510 y 1519. No propongo nada nuevo. De niño recuerdo haber visto cegados los arcos de la galería norte, entre la torre y la puerta del Caño Gordo, como se ve también en postales antiguas. Y en un curioso plano pintado de la Catedral fechado en 1751 aparece rotulado el uso cotidiano de esos recintos, destinados ya entonces a albañiles, carpinteros y atarazana, entre otros. (Véase el colosal libro La Catedral de Córdoba, de Manuel Nieto Cumplido, pp. 336-337). En fin, hay mucha tela que cortar aún, que los medios de comunicación están ofreciendo con fluida continuidad desde entonces. Y es que la información documentada proporciona transparencia y evita bulos, como esa despistada alusión de un periódico nacional a la ‘capilla de Almanzor’; ¿qué será eso? No quisiera terminar sin alabar la intención municipal de reconocer con una distinción oficial la decisiva intervención a los heroicos y entrenados Bomberos. *Periodista
Ver noticia original