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Concordia » Entre Rios Ahora
Fecha: 10/08/2025 02:10
El nuevo milenio trajo consigo momentos tensos para el país, como el estallido social de 2001. Ese hecho fue recibido por el Episcopado con perplejidad. Y así quedó demostrado a través del documento “Sembrar de justicia y paz en los campos de la patria”, firmado por Estanislao Karlic el 20 de diciembre de 2001. Allí, la Iglesia hizo conocer “su enorme preocupación ante los dolorosos acontecimientos de estos días”, y planteó la responsabilidad de todos en “proteger las estructuras de una auténtica democracia, y mucho más, de afirmar los grandes valores de la persona, la familia y la sociedad, de vivir las virtudes morales de justicia y solidaridad”. “Que los dirigentes políticos y sociales asuman su responsabilidad con la grandeza de espíritu exigida por su vocación y por la gravedad del momento actual, con la sabiduría, la fortaleza y la renuncia heroica de los grandes conductores de los pueblos en las encrucijadas de la historia”, pidió Karlic. El Episcopado, encabezado por Karlic, no estaba para echar más leña al fuego, sino en camino de encontrar vías de solución a una crisis que ya asomaba del modo más cruel. El 19 de diciembre de 2001, un día antes de que Fernando de la Rúa renunciara anticipadamente a la presidencia de la Nación, la Iglesia convocó a todos los actores sociales para tratar de revertir la crisis que se avecinaba. Esa convocatoria, que fue bautizada como Mesa del Diálogo Argentino, trabajó incansablemente para buscar soluciones a los problemas de los más necesitados. Y lo hizo, acompañada inicialmente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Estado, los partidos políticos, los empresarios y los sindicatos. De esa mesa surgieron programas de asistencia social como el Plan Jefas y Jefes de Hogar, que el gobierno de Eduardo Duhalde no dudó en instrumentar (e insuflar más fondos) y que su sucesor, Néstor Kirchner, no titubeó en mantener. El 14 de enero de 2002, cuando ya había estallado la crisis en Argentina, Karlic da a conocer los fundamentos de la Mesa de Diálogo Argentino: “Aquí estamos, frente a Dios y a nuestros hermanos del mundo, que nos miran asombrados. Aquí estamos, reconociendo todos nuestra responsabilidad, intentando con humildad y fortaleza, salir de la postración a que nos ha llevado tanta corrupción, tanta mentira y tanta codicia. Debemos reconstruir la patria desde sus fundamentos, para hacerla más humana y justa, más fraterna y solidaria, capaz de los sueños y la audacia de los grandes pueblos de la historia”. Karlic no fue un espectador de la crisis: fue un protagonista en la búsqueda de soluciones, a su modo, con sus métodos. Si hasta procuró en nombre de la Iglesia la asistencia humanitaria de países de Europa durante los meses en que la crisis fue más fuerte, y hubo que abrir cientos de centros de acogida y de merenderos. La crisis entonces golpeaba al país, y también a Entre Ríos, durante la complicada gestión del radical Sergio Alberto Montiel. El 29 de agosto de 2002, los obispos de Entre Ríos –Karlic, de Paraná; su auxiliar, Juan Alberto Puiggari; y los diocesanos de Gualeguaychú, Luis Guillermo Eichhorn, y de Concordia, Héctor Sabatino Cardelli–, dieron a conocer un pronunciamiento ante lo que consideraron “gravísima situación por la que atraviesa la provincia”, y que “preocupa profundamente a toda la sociedad”. Los obispos no se quedarían sólo en las palabras; menos Karlic. El cardenal se constituyó en un protagonista en procura de encauzar el diálogo que permitiera salir de la situación de estancamiento en la provincia, y sobre todo frenar los duros enfrentamientos que se vivían en aquellos meses álgidos. La crisis se acentuaba, y el escenario político era un tembladeral aquellos años. Fernando de la Rúa había renunciado y lo sucedió el presidente provisional del Senado Ramón Puerta, aunque sólo por unas horas. El puntano Adolfo Rodríguez Saa asume la presidencia el 23 de diciembre de 2001, pero se fue el último día de aquel año. Lo sucede Eduardo Camaño, en forma interina, y deja su cargo de presidente de la Cámara de Diputados, aunque sería sólo un trámite, por cuanto el 1° de enero de 2002 la primera magistratura la ocupa Eduardo Duhalde, que es el encargado de llamar a elecciones anticipadas, y entregar el mando a Néstor Kirchner, que asume el 25 de mayo de 2003. En medio, el clima de efervescencia social y los signos de crisis que golpeaban a los más pobres no cesaban, y eso lo pusieron de manifiesto los obispos nuevamente el 19 de septiembre, durante la acostumbrada reunión anual del clero de Entre Ríos, que ese año, 2002, tuvo por sede la ciudad de San José, en el departamento Colón. Luego de ese cónclave, dieron a conocer la carta pastoral “Sentirnos solidarios con nuestra historia” en la que volcaron la “enorme preocupación por la situación difícil que atraviesa nuestro pueblo en la actual crisis del País. Reflexionamos sobre la repercusión que este problema acarrea para nuestra Provincia y especialmente en las parroquias, donde se ve con más crudeza y realismo la situación de pobreza y marginación de nuestro pueblo, con todas las consecuencias tristes que ésta acarrea”. Luego, instaban a los católicos a iniciar “una profunda y decidida acción pastoral que tienda a responder a toda esta problemática. No se trata de «hacer cosas», sino de encarar un programa pastoral a mediano y largo plazo que haga de nuestras comunidades eclesiales verdaderos centros de promoción y desarrollo humano desde donde se vaya gestando un nuevo espíritu y estilo de convivencia social”. Entonces los obispos, y el clero todo, se miraron al espejo y cuestionaron el asistencialismo que florecía en la propia Iglesia. Al respecto, el documento destacó “con preocupación que nuestra tarea pastoral se reduce muchas veces a la asistencia caritativa al hermano necesitado, tarea siempre necesaria, cayéndose muchas veces en el asistencialismo, que sabemos es un vicio que trae consecuencias funestas, como la falta de laboriosidad y la haraganería”. En ese marco, Karlic y el resto de los obispos propusieron una versión del Diálogo Argentino acotado al nivel provincial, con algunas líneas de trabajo: para eso, plantearon un programa “de amistad social y solidaridad. Lo primero que tenemos que hacer es llegar a convencernos de la necesidad de nuestra conversión personal como pastores, para que nuestras homilías y catequesis sean hechas desde una convicción profunda, desde una verdadera pasión por la verdad, la justicia y la paz. Debemos mostrar a nuestros feligreses la belleza de una vida cristiana que se manifiesta en actitudes morales que tienen la Caridad y las Bienaventuranzas evangélicas como centro y eje. Nuestro camino a la santidad no puede reducirse a actitudes piadosas o mero cumplimiento de preceptos, sino que debe implicar un verdadero compromiso social, el cual se expresará en forma organizada a través de Cáritas y por nuestra participación en diversas actividades entre las cuales se destaca la actividad política”. Plantearon además crear una Comisión Interdiocesana de Pastoral de la Amistad Social (un sacerdote y un laico por diócesis) como comité ejecutivo y una Comisión Ampliada integrada por un sacerdote o laico por zona pastoral o decanato de cada diócesis. Y la conformación de comisiones de pastoral social “en cada diócesis y en las parroquias donde sea posible, buscando la participación de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos capacitados, que tengan sincera vocación de estudio y trabajo en esta área pastoral”. Establecer el viernes –podría también ser el jueves- como día penitencial y de adoración al Santísimo Sacramento, y que el Domingo sea el «día de la ofrenda», fruto de la penitencia del viernes”, concluía el documento. Pero al igual que los objetivos del Diálogo Argentino a nivel nacional, la oferta de trabajo interdiocesano y participativo no prosperó. Había más palabras que gestos, en todos lados, también en la Iglesia. Las elecciones de 2003 traerían un soplo de aire renovado en el país, y la renovación institucional sería un hecho esperanzador para buena parte de los argentinos, aunque aquí, en Entre Ríos, los tironeos continuarían por un tiempo más. Néstor Kirchner asume la presidencia el 25 de mayo de 2003 con el porcentaje más bajo de votos de la historia, un 22,24 %, y abre una nueva etapa. Entre Ríos, entre tanto, era una olla a presión. Primero fueron los saqueos de diciembre de 2001, después el atraso en el pago de los sueldos a los empleados estatales durante 2002 y 2003, y más tarde la circulación de los Bonos Federales, y todo eso aderezado de una crisis política que enfrentaba a la administración Montiel con buena parte de la oposición, más sus propios aliados que se habían alejado del redil. A principios de febrero de 2003 –dos meses antes de que el Vaticano le aceptara la renuncia al cargo de arzobispo de Paraná—Karlic procuró un gesto de acercamiento entre las distintas fuerzas y el gobernador Sergio Montiel para encauzar la crisis social y política de la provincia. Se sumaron a la convocatoria los obispos de Concordia, Héctor Cardelli, y de Gualeguaychú, Luis Eichhorn. El encuentro se concretó el jueves 6 de febrero, en la Curia, y fue pedido por Montiel. Antes, Karlic había citado en su residencia de la Costanera Alta al titular de la Cámara de Diputados, Julio Rodríguez Signes, con el objetivo explícito de poner un freno al clima de crispación que reinaba en la provincia, con un claro ambiente caracterizado por la ingobernabilidad. El encuentro con Rodríguez Signes había sido a finales de diciembre de 2002. “Ese día llovía, y estábamos los dos solos, en su residencia. El encuentro fue después de que el primer pedido de juicio político había fracaso por el voto contrario de (el diputado justicialista Félix) Del Real, y del segundo revés, cuando el Superior Tribunal de Justicia nos revocó la decisión de expulsar a un grupo de legisladores que no iban a las sesiones. Luego de esa decisión del Superior, Karlic me convocó y me pidió expresamente que pongamos punto final a la confrontación”, recordó Rodríguez Signes. Luego de esa reunión, sucedió aquel encuentro de principios de febrero del año siguiente, con Karlic a la cabeza de la reunión. “Fue (Sergio) Urribarri, (Marcelo) Casaretto, (Julio) Solanas, Montiel, y yo. Me sentó al lado de Montiel, y pidió expresamente la sanción del Presupuesto, porque sin esa ley Montiel no conseguía que la Nación le canjeara los Bonos Federales. Fue un pedido expreso que hizo. Era el único que podía mediar en aquel conflicto, ya que se venía de una situación extrema en la provincia”, recordó el ex legislador, luego fiscal de Estado. En ese ámbito, Karlic les dijo: «Este llamado tiene como propósito el interpelarnos a todos sobre la responsabilidad de servir al bien común». En la provincia circulaban los Bonos Federales, los docentes no habían iniciado las clases, las protestas de los estatales estaban a la orden del día y en la Legislatura había un tironeo constante entre oficialistas y opositores, estos últimos dispuestos a llevar adelante un juicio político contra Montiel, que nunca prosperó más allá de los amagues. Al hablarles a unos y otros, Karlic señaló: “Somos conscientes de la delicada situación por la que atravesamos y de la responsabilidad que nos cabe a todos los que compartimos la vida en esta tierra entrerriana”. Y no les habló de asuntos del alma cuanto de temas más terrenales, de la asistencia necesaria de la Nación a la provincia para poder pagar sueldos atrasados, y la responsabilidad de los legisladores y el Poder Ejecutivo en esa cuestión. “¿Cuáles son los grandes obstáculos que impiden el juego normal de las instituciones políticas? En las largas y profundas conversaciones sostenidas en estos días se señalaron tres cuestiones urgentes y prioritarias: el presupuesto provincial, el convenio con la Nación y la reforma del artículo 2° de la Ley 9472”, norma esta última que habilitaba la toma de un crédito con la Nación. De modo directo, quizá como nunca había hablado en público, Karlic les dijo: “Es la oportunidad, pues, de pedir a los señores legisladores, de modo especial a los diputados, que estudien la cuestión para que, con el aporte de todos los que tienen responsabilidad de elaborarlo, logren cuanto antes sancionar la ley correspondiente que permita comenzar un movimiento que beneficie a toda la Provincia. Y les habló directo, y sabía a qué se refería cuando les dijo lo que les dijo: “Los partidos políticos y las opiniones entre los miembros de un mismo partido deben servir para buscar con mayor riqueza los caminos de una sociedad, y no para establecer luchas encarnizadas por el poder. El poder o es para el servicio o se constituye en injusto e inauténtico”. Por esos días, oficialistas y opositores, justicialistas y radicales expulsados del partido, luchaban a brazo partido por plantearle oposición a Montiel, y de un modo particular: con un juicio político. Todo, claro, siguió más o menos igual en Entre Ríos. En abril el Vaticano le aceptó la renuncia a Karlic, que entonces siguió como administrador apostólico, hasta la llegada de su sucesor, Mario Luis Bautista Maulión, el 9 de julio de aquel año. Antes, a fines de mayo, y recién asumido en su cargo de presidente de la Nación, Néstor Kirchner hizo un viaje relámpago a Entre Ríos, y firmó con Montiel un pacto de no agresión, y lo obligó a firmar un armisticio con los docentes, que así volvieron a las aulas recién a principios de junio de 2003. Karlic, para entonces, ya había comenzado su retiro del servicio activo para la Iglesia. Pero eso no significaría, en modo alguno, su jubilación. “La jubilación empieza diez minutos después de muerto. Después, que esperen”, me dijo en octubre de 2007, cuando lo entrevisté luego de haber sido nombrado cardenal. Foto: Mauricio Garin Ricardo Leguizamón Extraído del libro “Las dos vidas del cardenal”, de Editorial La Hendija.
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