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  • Confirmaron el nombre del sospechoso del crimen del joven sepultado en el fondo contiguo de la casa en la que vivió Cerati

    » El Ciudadano

    Fecha: 09/08/2025 14:39

    En las últimas horas, un equipo de investigadores confirmó quién es el sospechoso del crimen del joven sepultado a mediados de los años 80 en el fondo contiguo de una casa en la que muchos años después vivió Gustavo Cerati. El sospechoso, al enterarse de este dato, bajó todas sus redes sociales. Los restos humanos hallados en mayo pasado pertenecen a un joven desaparecido hace 41 años y las hipótesis que se manejan por estas horas tienen ribetes escalofriantes. El hallazgo de restos humanos enterrados en el jardín de un chalet en el barrio porteño de Coghlan, donde en el terreno adjunto entre 2002 y 2003 vivió Gustavo Cerati, quien le había alquilado esa casa a la hermana del actor Boy Olmi, reveló una historia que permaneció oculta durante más de cuatro décadas. Tras varios meses de investigación se confirmó que pertenecían a Diego Fernández Lima, quien desapareció en 1984 sin dejar rastros. Tras la confirmación de la identidad de la víctima y de la posterior cercanía de la Justicia con su familia, ahora las investigaciones buscan conocer quién fue el asesino y todo apunta a un viejo amigo de Diego, Cristian Graf, que hoy tiene 56 años, como principal sospechoso de una “muerte violenta e intento de descuartizamiento”. El caso, marcado por vínculos personales y un silencio prolongado en el tiempo, pone sobre la mesa interrogantes sobre la justicia y la memoria de aquellos años, dado que el caso se dio un tiempo después del regreso de la democracia, cuando las fuerzas represivas seguían operando en la Argentina y el sistema judicial intentaba rearmarse. Amigos inseparables Diego Fernández Lima y Cristian Graf eran amigos inseparables y se conocían desde el preescolar. Compartieron el aula en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) Nº 36 y para su entorno, eran dos amigos que estaban todo el tiempo juntos, al punto de ser reconocidos por sus apodos: Gaita y Jirafa, respectivamente. Según un testigo clave que recientemente aportó información, esa relación cercana es central para entender cómo los restos de Fernández Lima terminaron en la casa donde vivía Graf. En 1984, Diego desapareció sin que se conocieran pistas firmes sobre su paradero. Y cuatro décadas después, su cuerpo apareció enterrado en el patio trasero del domicilio que la familia Graf ocupó siempre, en medio del proceso de una remodelación del patio posterior. Durante todo ese tiempo, la propiedad permaneció habitada por los mismos dueños, mientras el crimen continuaba en absoluto silencio. La investigación judicial, encabezada por el fiscal Martín López Perrando y con el apoyo del Equipo Argentino de Antropología Forense, determinó que la muerte fue violenta. Mariella Fumagalli, directora del equipo forense a cargo del caso, explicó que el cuerpo presentaba una lesión en la cuarta costilla derecha compatible con un arma punzante y cortes en algunas de las articulaciones. Las marcas podrían corresponder a un intento de desmembrar el cuerpo, aunque también podrían haber surgido durante el proceso de entierro. El descubrimiento de los restos en un jardín urbano abre preguntas que la Justicia todavía intenta responder. Según Fumagalli, el lugar elegido pudo responder a la facilidad para excavar en tierra blanda, pero el motivo por el cual se escogió esa casa sigue siendo un enigma. La Fiscalía explora ahora nuevas líneas de investigación que incluyen entrevistas con antiguos compañeros de escuela y conocidos del club donde Fernández Lima jugaba al fútbol. A pesar de la gravedad de los hechos, el tiempo transcurrido impide una condena judicial. El homicidio prescribió, lo que significa que incluso si se identifica al autor, no podrá recibir sanción penal. Sin embargo, la investigación continúa para reconstruir lo sucedido y brindar respuestas a la familia de la víctima, que exige saber cómo fueron sus últimos momentos de vida en lo que sería lo que se conoce como un “juicio por la verdad”. El testimonio reciente que vincula de forma directa a la víctima con el principal sospechoso podría provocar que integrantes de la familia que habitan el chalet sean citados a declarar, ya sea como testigos o como imputados, por primera vez desde la desaparición del adolescente en 1984. El caso genera una sensación de impunidad que no es nueva para quienes siguen de cerca crímenes antiguos. Sólo en situaciones de desaparición forzada de personas, cometidas por agentes del Estado, como pasó en la última dictadura cívico-militar en la Argentina, los delitos son imprescriptibles. En todos los demás escenarios, la ley impide juzgar penalmente después de un determinado plazo, aunque las investigaciones puedan continuar. Para la familia de Diego Fernández Lima, este límite legal no reduce la necesidad de saber la verdad. Después de 41 años, el objetivo es reconstruir los hechos, entender el vínculo entre la víctima y el sospechoso, y desentrañar por qué su cuerpo permaneció enterrado en un jardín del barrio de Coghlan mientras la vida continuaba a su alrededor en una supuesta normalidad. Cabe recordad que el padre de la víctima ya falleció pero que aún vive su madre, quien en las últimas horas se enteró de los avances del caso, y dos de sus hermanos.

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