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  • Amor y coraje: la historia que transformó el dolor en esperanza para cientos de jóvenes

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 01/08/2025 12:41

    La vida de Elena Cataldi Fleming y su familia en el campo, en el partido bonaerense de Azul, parecía cumplir con todos sus sueños. Sin embargo, un diagnóstico cambió por completo su realidad. Su hijo, Francisco, sufrió un paro respiratorio que resultó en parálisis cerebral. Esa aparente gran dificultad se convirtió en el impulso para fundar un espacio que hoy beneficia a más de 100 chicos en Salta a través de la equinoterapia. En el entorno rural, los días suelen comenzar temprano, rodeados de animales, trabajos domésticos y actividades al aire libre. Así era la rutina de Elena hasta que su vida dio un giro irreversible. Tenía apenas 22 años y vivía con su esposo y sus tres pequeños hijos, cuando un presentimiento le dijo que su bebé de dos meses, Francisco, no estaba respirando. “Lo envolví con el tejido que estaba haciendo y salimos a toda velocidad del campo hacia la localidad bonaerense de Azul, a 100 kilómetros de distancia. Recuerdo que recé, con él en brazos, durante todo el camino. Fueron los 100 kilómetros más largos de mi vida”, rememoró. Francisco había sufrido un paro respiratorio. Sobrevivió, pero con consecuencias neurológicas severas. Tras semanas de internación y estudios, llegó el diagnóstico: parálisis cerebral. “Francisco se conectaba con los caballos. Su cuerpo respondía, su mirada brillaba. Un día, en una consulta, los médicos afirmaron: ‘No podemos creer cómo está. Creemos que los caballos tienen mucho que ver’”. Con ese diagnóstico, Elena sintió que se cerraban muchas puertas. “Empezaron los ‘no’: no va a caminar, no va a ver, no va a ser independiente. Y cuando escuchas tantos ‘no’, los colores comienzan a desvanecerse”, recordó. Pero en medio de ese desconcierto, una canción en la radio marcó un punto de inflexión. Era David Bisbal cantando: “Yo te voy a amar hasta el final, te voy a cuidar, nadie te va a lastimar…”. Entonces decidió que ese diagnóstico no definiría su historia. “En ese momento, con mi hijo en brazos, hice un pacto de amor. Ningún diagnóstico iba a determinar nuestro futuro. Iba a amar a Francisco con todo lo que soy”, contó. Ese amor fue el motor que la impulsó a buscar respuestas y nuevos caminos. Así fue como se reencontró con los caballos, aquellos que la acompañaron en su infancia y en la vida rural. Los animales, esta vez, se convirtieron en terapeutas. Comenzó a interesarse en la equinoterapia, primero de forma intuitiva y luego con formación profesional: “Francisco se conectaba con los caballos. Su cuerpo respondía, su mirada brillaba. Y un día, en una consulta, los médicos dijeron: ‘No podemos creer cómo está. Creemos que los caballos tienen mucho que ver’”. Esa fue la génesis de una nueva etapa. “Salí de allí con un impulso imparable. Esto no podía ser solo para nosotros. Tenía que compartirlo”, afirmó. Así nació, en junio de 2000, la Fundación Equinoterapia del Azul, un espacio que hoy se ha convertido en un referente a nivel nacional. “En 2008 surgió una oportunidad laboral y decidimos regresar a Salta, de donde es toda mi familia. Ya estábamos muy conectados con esta actividad y decidí seguir formándome”, relató a LA NACION. La historia de Francisco es también la historia de cientos de familias que encontraron en la equinoterapia una alternativa real de mejora y acompañamiento. Con sede en Salta, la fundación trabaja desde hace más de 20 años en la rehabilitación e inclusión de personas con discapacidad, mediante la equinoterapia, la equitación adaptada, y talleres de arte, cocina, música, golf adaptado, huerta y actividades asistidas con perros. Más de 100 chicos acceden hoy a sesiones semanales gracias al equipo interdisciplinario que lidera Elena. “Cada niño que se sube a un caballo y sonríe nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos”, expresó, emocionada. La historia de Francisco es también la de cientos de familias que hallaron en la equinoterapia una alternativa real de mejora y acompañamiento. “Cada niño que se sube a un caballo y sonríe nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos. Lo que parecía una mochila, hoy son alas”, afirmó, emocionada. Este 1° de agosto se conmemora el Día Nacional de la Equinoterapia, una fecha que busca visibilizar el impacto transformador de esta terapia complementaria, que utiliza el caballo como facilitador en procesos físicos, emocionales, cognitivos y sociales. Desde la Red Argentina de Equinoterapia, que agrupa a más de 240 centros en todo el país, invitan a la comunidad a acercarse para conocer la actividad. “Vení, sentí la equinoterapia”, es el lema elegido para esta jornada. En muchos centros del país habrá puertas abiertas, actividades participativas y demostraciones. En Salta, la Fundación Equinoterapia del Azul celebrará “el poder del vínculo, del trabajo colectivo y del caballo como puente de transformación”. “Francisco fue mi mayor maestro. Gracias a él, hoy transformamos vidas”, dijo Elena Cataldi Fleming. Para Elena, cada paso logrado por Francisco, quien hoy camina gracias a su trabajo con los caballos, representa un triunfo compartido. “Francisco fue mi mayor maestro. Gracias a él, transformamos vidas. Si pudiera volver atrás, le diría a esa joven madre de 22 años: Lo que parecía una mochila, hoy son alas. Tranquila. Todo va a estar bien. La vida con caballos siempre es mejor. Del otro lado de ese diagnóstico… el papel está en blanco, porque los diagnósticos no definen nuestro futuro”, destacó. “Nunca hubiera imaginado la cantidad de cosas buenas que la condición de Panchi me traería del otro lado de los miedos, que además de ser un ser siempre feliz, me enseña todos los días como los chicos de la fundación”, concluyó.

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