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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 31/07/2025 05:05
Soledad García Rossi y su madre de crianza, Josefa La escena sucedió la noche del 25 de junio de 1979 en la ciudad de La Plata. Carlos García y Josefa Rossi Bilbao se estaban preparando para ir a un cumpleaños cuando escucharon sonar el timbre. Al abrir la puerta, apareció el hermano de Josefa con su esposa y una pareja de amigos. Traían un bebé en brazos. “¿Quieren adoptarla? La mamá no puede tenerla”, les dijeron. Los Rossi García se miraron desconcertados. Después de una breve charla, decidieron que se iban a quedar con la niña. La llamaron Soledad. No era la primera vez que el matrimonio recibía una hija de esa manera. Cuatro años antes, en 1975, había llegado Magdalena —la primera— también por fuera de todo circuito legal. Carlos, que era estéril, y Josefa habían intentado adoptar a través de distintos juzgados de La Plata y también por un registro de Cáritas, pero nunca obtuvieron una respuesta. Fue una ginecóloga quien un día los llamó para avisar que una mujer quería dar a su bebé. Así fue como “adoptaron” a Magdalena y la anotaron como propia. Cuatro años después, repitieron la historia con Soledad. “Sol” —como la llaman todos— creció sabiendo que había sido adoptada, y también que esa adopción no había sido legal. Su madre de crianza nunca le ocultó esa información: “Vos sos adoptada, pero ese dato no figura en tu partida de nacimiento”, le repetía. Durante años, ella creyó que esa irregularidad era apenas una cuestión administrativa. Pero en 2020, en plena pandemia, empezó a mirar los videos de una ONG llamada Nuestra Primera Página, donde por primera vez escuchó con claridad el término que cambiaría la forma de ver su propia historia: apropiación. “Ahí le puse nombre a lo que me pasó”, le cuenta a Infobae. Hoy busca a su familia biológica. Lo hace desde hace más de dos décadas. Además de dejar su muestra en el Banco Nacional de Datos Genéticos —lo hizo en 2015, pero no se encontraron compatibilidades—, creó un grupo de Facebook llamado Tu historia, mi historia. Te busco, donde difunde búsquedas y orienta a víctimas del tráfico de bebés en Argentina. También condujo un programa de radio para hablar del tema. “Yo ya tengo mi vida hecha, no voy a reclamar nada de nadie, ni me voy a cambiar el apellido. Pero necesito saber quién soy, cuándo nací y de dónde vengo”, dice. Soledad en brazos de Mirta Quintieri (de rosa) y Hugo Vila (de bigote, saco y corbata), sus padrinos, la pareja que acompañó a sus tíos la noche que se la entregaron a sus padres Su tío, José Occhianero (a la izquierda con bigote) falleció en 1999. Fue él quien habló con su madre y su abuela biológicas y la recibió en brazos a los pocos días de haber nacido “Y ahora, ¿quién me va a decir algo?” Soledad García Rossi tiene 46 años, es mamá de Josefina —una adolescente de 16— y trabaja como administrativa en una Defensoría de Pobres y Ausentes de La Plata. Antes estudió y se desempeñó como maestra jardinera. Desde muy chica —cuenta— sus padres la llevaron a la psicóloga junto con su hermana “para que entendieran el tema de la adopción”. Más adelante, durante su adolescencia, fue ella quien empezó a hacer preguntas. Siempre le contaron lo que sabían. Según el relato familiar, Soledad habría nacido pocos días antes del 25 de junio de 1979 en el Hospital Gandulfo, en Lomas de Zamora. En ese hospital trabajaba por entonces Mirta Quintieri, quien más tarde sería su madrina de bautismo. El 25 de junio —fecha en que fue entregada a los García Rossi— su mamá y su abuela biológicas habrían salido del hospital juntas y se habrían encontrado con su tío José Occhionero, el hermano de Josefa. Fue él quien habló con ellas y la recibió en brazos. No hubo dinero de por medio, ni papeles. “Lo que siempre me dijeron es que mi mamá biológica era muy jovencita. Su padre, mi abuelo, no sabía del embarazo: lo había ocultado. Entonces era un problema volver conmigo a la casa. Vivían por la zona de Burzaco o Longchamps y, en ese momento, tenían una panadería”, dice Soledad. Como Carlos y Josefa se separaron cuando ella tenía apenas un año y medio, sus desquites de la adolescencia siempre se volcaron sobre su madre. “Tuve épocas de mucha rebeldía en las que me recontra enojaba y le gritaba: ‘¡Te voy a meter presa, decime la verdad!’. Esa impotencia de decir… ‘¿Cómo no preguntaste algún otro dato, alguna otra cosa?’. Pero la realidad es que ni ella ni mi papá sabían mucho más. Si a mí no me hubieran dicho que era adoptada, yo no lo hubiera preguntado nunca. Hay personas que sienten que no pertenecen a sus familias. No fue mi caso. A mí me criaron con mucho amor”, dice. En 1999, con la muerte de su tío, Soledad hizo un clic. Él era la única persona que había estado presente en el momento de su entrega. “Cuando falleció pensé: ‘Y ahora, ¿quién me va a decir algo?’. Él y yo nunca habíamos hablado de eso”, cuenta. Un año después, en 2000, inició su búsqueda de forma activa. Desde muy chica sus padres la llevaron a la psicóloga junto con su hermana “para que entendieran el tema de la adopción” Junto a su madre Josefa, quien la apoya en su búsqueda La búsqueda Lo primero que hizo fue empezar a hablar con familiares —especialmente con su tía, Magdalena Manasero, y su madrina, Mirta Quintieri— en busca de cualquier dato que pudiera orientarla. Pero no obtuvo mucho más que lo que ya sabía. Siete años después, en 2007, volvió a intentarlo: volvió a preguntar, volvió a repasar nombres y recuerdos, aunque otra vez, sin resultados concretos. Luego vino la maternidad —su hija nació en julio de 2009— y la búsqueda quedó en pausa durante un tiempo. En 2014 retomó el camino. Se reencontró con un vecino de la infancia, hijo de desaparecidos, que le propuso contactarla con Abuelas de Plaza de Mayo. “Si bien yo había visto algunas publicidades, me daba un poco de miedo en qué situación podían quedar mis padres. Pensaba: ‘Ya veo que averiguo y los meten presos’”, cuenta. A pesar del temor, ese mismo año comenzó a realizar entrevistas y, en 2015, fue citada en el Banco Nacional de Datos Genéticos, donde dejó su muestra de ADN. “Yo estaba segura de que no era hija de desaparecidos, pero necesitaba descartarlo”, dice. Durante la pandemia, en 2020, algo volvió a moverse. En medio del encierro y la incertidumbre de aquellos días, Soledad empezó a mirar los videos de una ONG llamada Nuestra Primera Página, donde se hablaba de apropiación. “Ahí le puse nombre a lo que me pasó. No fue adopción: fue una apropiación”, explica. Se contactó con la organización, participó de talleres de apoyo coordinados por psicólogas, y empezó “su derrotero en redes sociales”. “Estaba todo el tiempo en Internet, mirando los grupos grandes de Facebook donde se publican búsquedas, chequeando publicaciones nuevas, prestando atención a los álbumes de fotos o usando motores de búsqueda: ‘Hospital Gandulfo’, ‘Año 79’. Cualquier cosa para tratar de encontrar algún dato o ver si me estaban buscando”, dice. Finalmente, en 2021 creó su propia página de Facebook: Tu historia, mi historia. Te busco y la inauguró contando su historia. “Fue una decisión difícil. Aunque mi entorno ya la conocía, me costó. Me ayudó mucho la ONG y sus espacios de apoyo. También el hecho de que, un tiempo antes, se habían reencontrado dos hermanas, Oriana y Victoria. Cuando supe de ese caso, dije: ‘¿Qué estoy esperando? Quizás del otro lado haya alguien que me lea y me encuentre’”. Parte del posteo con el que inauguró su página de Facebook el 13 de noviembre de 2021 Soledad según fueron pasando los años —¿Cómo impacta emocionalmente seguir buscando a tu familia biológica después de tantos años? —El año pasado estuve muy deprimida. Me acuerdo de que le dije a mi mamá: “No voy a buscar más porque me hace muy mal”. Y ella me contestó: “Vos tenés que seguir buscando porque esto es lo que quisiste siempre. Buscá, pero buscá más tranquila”. Cuando dejás de buscar, vivís una vida “normal”, con tus actividades y tus cosas. Pero cuando retomás, empiezan a aflorar un montón de emociones: tristeza, bronca, enojo y angustia, mucha angustia. Es como que decís: “¿Por qué no preguntaron más? ¿Por qué no quisieron saber?”. Eso también se lo pregunté a mi mamá. Y me explicó que en esos años, a pesar de que estaban en Dictadura, ella y mi papá no tenían dimensión de lo que estaba pasando. La historia completa, el horror real, empezó a conocerse después, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo comenzaron a hablar y a luchar. Para ellos, en ese momento, no estaba tan claro. —¿Tu hermana también busca? —Mi hermana no quiere saber nada con buscar. No le interesa. Nunca conversó con mi mamá tan abiertamente como yo. Al principio, incluso, le chocaba mucho que se hablara del tema. Me acuerdo de que por ahí le preguntaba algo a mi vieja y ella se iba. Pero bueno, yo con mi mamá tengo otra relación, más directa. Siempre insistí en saber y mis padres siempre me apoyaron. Soledad (izquierda) y su hermana Magdalena (derecha) junto a su madre Josefa (centro) 28 de julio de 2024: Soledad y su única hija, Josefina, el día de su cumpleaños número 15 —Entre 2021 y 2023 tuviste un programa de radio también dedicado a las búsquedas. ¿Cómo surgió ese proyecto? —Fue de casualidad. Yo sabía que estaba con media sanción en el Senado la Ley de Identidad Biológica y de Origen (N° 15.329), que había sido impulsada por Franco Bagnato. A raíz de eso, hablé con Santiago Sautel, que es uno de los dueños del grupo Realpolitik, para ver si podía ponerme en contacto con algún diputado. El objetivo era hablar, empezar a mover el tema, buscar que se sancione la ley. A él le pareció interesante contar que los buscadores estábamos militando la ley, así que hicimos una entrevista donde expliqué cómo era la situación y por qué necesitábamos el apoyo de los diputados. Y ahí surgió la idea del programa de radio. Lo hice durante dos años y me cambió la vida completamente. Los primeros meses del programa, salía del estudio, me sentaba en el auto y me largaba a llorar. Era muy fuerte escuchar algunas historias. Más allá de eso, sentí que era una oportunidad enorme para visibilizar lo que nos pasa. Porque acá, si decís: “Soy apropiada”, enseguida te preguntan: “¿Sos hija de desaparecidos?”. Todavía hay mucha confusión: se cree que la apropiación está ligada únicamente a la dictadura. Y si bien todos sufrimos una sustitución de identidad, no todos los casos tienen que ver con ese momento. —Desde que creaste el grupo, ¿alguien logró reencontrarse con su familia biológica? —¡Sí! Tenemos varios casos. Jorgelina, una chica de Corrientes, encontró a su papá. Verónica encontró a su mamá y viajó al Chaco a conocerla. Después está Miriam, que es una mamá que logró reencontrarse con sus gemelos. Hay muchas historias. Yo también tuve algo: me hice dos ADN ancestrales y gracias al último encontré a un primo segundo. Se llama Fernando Cornejo y vive en Estados Unidos. Nos pusimos en contacto, le conté mi historia y se ofreció a ayudarme con mi búsqueda. Fue muy movilizante. Entre 2021 y 2023, Soledad condujo un programa de radio dedicado a difundir historias de personas que, como ella, buscan a su familia biológica Los García Rossi: Josefa (en el medio) Carlos (derecha), Soledad, su hermana Magdalena y sus hijos —¿Te imaginás cómo sería un encuentro con tu mamá biológica? —Sí, claro. Creo que si la encuentro terminamos todos juntos almorzando en la casa de mi vieja. Mi mamá no tiene problema, siempre fue con la verdad. De todos los escenarios que me puedo imaginar, el peor es que mi mamá o mi papá biológicos ya hayan fallecido. O no poder encontrar ni un dato, ni una punta, ni un relato, ni siquiera algo de un familiar. No saber. Por eso es tan importante que se sancione la Ley de Identidad Biológica y de Origen de la provincia de Buenos Aires. *Para contactar a Soledad: tebusco.ar@gmail.com o por Instagram @solgarciarossi
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