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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/07/2025 05:03
El Dioni ha contado muchas veces qué pasó en aquel cálido 28 de julio de 1989 El viernes 28 de julio de 1989, un día caluroso en Madrid, el destino de un hombre de 40 años cambiaría para siempre, y con él, la percepción popular sobre los “ladrones buenos”. Dionisio Rodríguez Martín, más conocido como “El Dioni”, un vigilante de seguridad aparentemente gris y no demasiado extraordinario, protagonizó uno de los robos más audaces de la historia reciente de España. Se llevó 298 millones de pesetas, el equivalente a dos millones de euros en la actualidad, de un furgón blindado que debía custodiar. Pero lo más asombroso de todo es que lo hizo sin amenazar a nadie ni disparar un solo tiro. El hombre bizco y pelado, que estaba agobiado por las deudas, dio un golpe maestro y disfrutó, aunque brevemente, el sueño de una vida de lujos desenfrenados. El ladrón se llevó un camión de caudales de la empresa Candi sin disparar un tiro La vida de Dionisio Rodríguez Martín, nacido el 31 de octubre de 1949 en España, no había sido precisamente un camino de rosas. De chico, a los ocho años, un incidente desafortunado con el latigazo de un cable de luz lo dejó con una visible bizquera, lo que constituyó la primera lastimadura en su vida. Estudió en el colegio marianista de Madrid, Santa Ana y San Rafael, y comenzó a trabajar muy joven. Soñaba con ser policía de investigación, pero a los 14 años ya estaba contratado en la empresa de seguridad Candi, donde escaló hasta ser vigilante. Allí también fue custodio personal de importantes empresarios españoles. Dionisio confesaba que no tenía un centavo. Era un tipo simpático, rápido y caradura, que se mantenía en forma con taekwondo, hacía cursos de tiro y jugaba muy bien al ajedrez. Su vida personal era un tanto caótica: se casó a los 18, tuvo una hija y luego se divorció. Le gustaba la buena vida, el sexo y las prostitutas. Cuenta la leyenda que había armado su su dormitorio como un escenario con luces verdes y rojas para teatralizar sus hazañas sexuales. El Dioni con el uniforme de la empresa de seguridad donde trabajaba (Facebook) Su comportamiento laboral iba a consonancia con su vida personal. Un día, dijo o hizo algo que no le gustó a su jefe quien, enojado, lo degradó y dejó de ser guardaespaldas de gente poderosa. Le hicieron quitarse el traje, le dieron un uniforme y lo enviaron a custodiar furgones blindados que transportaban dinero de bancos y empresas. Se sintió humillado. Pero se dio cuenta de que ese cambio podría ser, en realidad, una señal. La buena vida que tanto ambicionaba, esa que veía tan de cerca pero no podía tocar, estaba ahora literalmente al alcance de sus manos. Puso en marcha el plan. Y el viernes 28 de julio de 1989, a las 19:20, en la calle madrileña Alberto Alcocer, concretó su golpe. El pasaporte falso con el que El Dioni llegó a Brasil (Facebook) El plan era sencillo. Dionisio y sus compañeros del camión de caudales se preparaban para recoger la penúltima recaudación del día. Era, como se dijo, un día de calor, y a pesar de que le tocaba a él bajar del blindado para buscar el dinero, simuló un dolor de ciática. Algo que tenía asidero porque habitualmente tenía ese padecimiento. Sus compañeros, bajaron del camión para levantar el dinero en una pastelería. Y ahí fue cuando El Dioni, quedó al volante del blindado que estaba atestado de billetes, actuó. Una vez que sus compañeros desaparecieron de su vista, simplemente encendió el motor, puso primera y se fue. Manejó hasta donde había dejado su Audi 80 esa mañana, se puso una peluca rubia, cargó las bolsas de dinero en el baúl y se fue. Tenía 298 millones de pesetas en su poder. El Dioni luego de someterse a una cirugía estética para evitar ser reconocido (Facebook) La noticia del robo se esparció como reguero de pólvora. El Dioni había sorprendido con su astucia y atrevimiento. De inmediato se transformó en una especie de ídolo porque había robado millones sin disparar una bala ni herir a nadie. Por entonces se decía que había cumplido el sueño oculto de muchos: conseguir dinero sin ejercer violencia. El diario tradicional ABC, tituló: “Se busca: vigilante calvo, bizco… y millonario”. Dionisio había dejado de ser Dionisio y se había convertido en “El Dioni” para los españoles, un tipo querible que encarnaba las aspiraciones de huir muy lejos con los bolsillos llenos. Luego del robo se ocultó con amigos, con su botín repartido en tres pesadas bolsas de 60 kilos. Antes de aquel 28 de julio de 1989 ya había conseguido un pasaporte falso a nombre de Carlos Patricio Martins Valenzuela, de nacionalidad chilena. El destino que había elegido fue, Río de Janeiro, un lugar que no conocía pero que intuía ideal para pasarla de maravilla. Después de repartir algo de dinero entre quienes lo ayudaron, viajó de Madrid a Lisboa, y de Portugal a Río de Janeiro el 19 de agosto de 1989. Siempre dijo que el robo lo hizo “con un par” y más tarde contaría que a cada uno de ellos les dio 50 millones de pesetas. También que dejó 195 millones a su vecino. Y que solo se llevó tres millones de pesetas para vivir la vida loca en Río de Janeiro. En la “Cidade maravilhosa” alquiló un súper departamento en la exclusiva Barra de Tijuca y, para cambiar su fisonomía y dificultar la búsqueda de la policía internacional, inmediatamente sacó turno con un cirujano plástico. Quería operarse la bizquera que arrastraba desde chico y también retocarse la nariz. Salió del quirófano con la cara renovada y no paró la fiesta. En Brasil usaba saco blanco y limousina con chofer (Facebook) Derrochaba el dinero: alquilaba limusinas para llevar a las prostitutas cariocas más lindas, desayunaba ostras, comía caviar y tomaba champagne por las mañanas para la resaca. Pedía whiskys carísimos y consumía cocaína. Se hospedaba en los hoteles más lujosos, contrataba orquestas extranjeras para divertirse con sus nuevos amigos, y alquilaba helicópteros para sobrevolar la ciudad, yates para navegar y usaba un avión privado con el que viajó a Paraguay y Argentina: conoció las Cataratas del Iguazú. Años más tarde resumió de una forma muy gráfica aquella época en la que tenía 39 años y la pasaba muy bien en Río de Janeiro: aseguró haber tenido sexo con más mujeres que el cantante Julio Iglesias, lo que era mucho decir. Alguna vez explicó que el dinero lo consigue todo, o casi todo: “Salvo que estés sentenciado a muerte, todo lo puedes comprar. Yo conseguí mujeres, viajar, comer lo mejor y beber el mejor champagne, el mejor whisky, la mejor ropa. He vivido más que muchos ricos. Porque muchos ricos se comen sólo lo que cagan”. Y concluye : “Acá, como el dinero no era mío, a tomar por culo… Además, sabía que antes o después me iban a agarrar". Cataratas del Iguazú. El Dioni posa al mando de un helicóptero (Facebook) Y lo agarraron. Se exhibió demasiado y eso llamó la atención de la policía local. Pensó en hacerse pasar por muerto con la complicidad de algún policía. Pero no lo logró. Los policías brasileños lo intentaron extorsionar y le pedían que revelara dónde estaba el dinero robado. En septiembre de 1989 fue detenido y pasó unos diez meses en la cárcel hasta que la policía de Brasil terminó informando a sus colegas españoles que el fugitivo estaba en Río de Janeiro. Su vida de millonario duró solamente 55 días. En julio de 1990 fue extraditado a España. El Dioni aseguró a los medios haber sufrido severos tormentos por parte de la policía brasileña: le habrían metido la cabeza en el mar para que dijera dónde estaba el dinero, le introdujeron un revólver en la boca y le pasaron electricidad por los genitales. La policía española logró recuperar parte del botín: 167 millones de pesetas fueron halladas en la casa del constructor Ángel Dueñas Martín. De ese total, 150 millones estaban en un escondite especial, 15 millones disimulados en los muebles de la cocina y 2 millones más en la guantera de su Mercedes Benz. A eso se sumaba lo que El Dioni había gastado y el dinero encontrado en casa de una pareja brasileña amiga suya. Sin embargo, faltaban unos millones de pesetas. Cuando le preguntaron dónde los tenía escondidos respondió: “En la tumba de mi madre”. El juicio en su contra comenzó el 24 de mayo de 1991, y se presentó vestido de manera llamativa, fiel a su estilo: saco y camisa blancos, pantalón azul marino, corbata floreada y zapatos claros. Fue condenado a tres años y cuatro meses de cárcel por apropiación indebida. Cumplió la condena y salió en libertad. La ficha de ingreso a la cárcel de Madrid, España, luego de ser extraditado de Brasil (Facebook) Hizo de todo. Abrió bares en Madrid con nombres alusivos como La Cueva del Dioni, El Caco Dioni y El Rincón del Dioni. Para promocionar este último, mandó a imprimir billetes de mil pesetas con su cara, lo que le valió una acusación por “falsificación”. Él mismo contó que el problema fue que “hubo gente que utilizó los billetes para pagar o para ir de putas…”. También participó en programas de televisión y en realities. En 2014, dio un paso más en su carrera: fue actor de cine porno. Y también comenzó a cantar. Animó fiestas disfrazado de preso. Incluso, volvió a entrar a la cárcel acusado de traficar drogas. En 2012 publicó el libro Palabra de ladrón. Y en 2019 otro, llamado Yo robé un furgón blindado, en los que contó aquellos días locos. Allí habló de su cama redonda con mulatas y jacuzzis con champagne hasta las ratas de la cárcel brasileña y las descargas eléctricas en sus testículos. Precisamente, el capítulo sobre las torturas fue el que más le costó escribir. Sobre las mujeres, aseguraba que sabía que estaban “con un tío tan feo como yo por dinero”. En octubre cumplirá 76 años. Y vive de su pensión que, como a buena parte de los jubilados argentinos, no le alcanza. Alguna vez confesó: “Creo en Dios. Rezo en latín todas las noches desde hace más de 30 años. Él me sacó de la cárcel de Brasil y me curó de un cáncer que me detectaron hace diez años en la cuerda vocal derecha”. Dionisio Rodríguez, 'El Dioni', en 2004, en Málaga (EFE/Jesús Domínguez/Archivo) Siempre se le ha preguntado dónde está el dinero que falta, pero él dice poco y nada: “No lo tengo en el banco. No te lo voy a decir”. Quizás, solo busca alimentar el mito. Hoy, sigue repitiendo que es una buena persona y que “nunca le robó a ningún español”. Con una sonrisa, sostiene: “Lo que hice fue ganarle de mano al banco antes de que el banco me ganara a mí“. Y sentencia que el “99 por ciento de los españoles habría hecho lo mismo” que él, y que la gente al verlo le dice: “¡La próxima vez cuenta conmigo!”. El español Joaquín Sabina le dedicó, en 1990, cuando el robo estaba latente, su famosa canción: “Con un par” en la que le canta loas a la aventura de El Dioni. Un hombre que resume su vida en unas pocas palabras: “He tocado el cielo y he estado en el infierno”. .
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