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Parana » Ahora
Fecha: 28/07/2025 09:43
¿Qué decimos antes de tener palabras? El conejo duerme dentro de su jaula, el perro olfatea las orejas, dos hermanitos abren y cierran la puerta por donde el conejo apunta con sus ojos. ¿Qué hace un conejo blanco como un bombón de chocolate en esta casa? Quieto entre las sillas y las cosas que caen igual que el agua de la lluvia. Una nube estancada entre los cantos con patas al ras del piso, la manta que lo abriga tiene sus pelos, la humedad de la respiración, trozos de zanahoria y guarda la inocencia como un resorte que no estalla. Mamá el conejo abrió un solo ojo, movió una sola oreja, hizo una bolita de caca, rasguñó mi mano, mordió el puño de mi buzo. Las palabras resbalan sobre este cuerpo nuevo que muestra que nada está inscripto en su cuero blanco. Ojalá y desaparezca, digo. Desde que trajeron al conejo refunfuño por el olor, por verlo acostado en su jaula, por la pena que da parecer un ovillo de lana olvidado. El complot entre mis hijas fue más fuerte que mi rechazo, ganaron momentáneamente la euforia del asombro, la ternura en la novedad. Ahora vuelve: la poda de las plantas, las pelusas entre nosotros, los pozos en la tierra, las montaña de excremento. Estoy cansada de pensar en cosas que no elijo, en tiempos que no tengo, en hambres que no son propios. Nadie escucha estos silencios. Los conejos no hablan, no hacen ruido, muerden, despuntan las uñas y arrancan pedazos de piel. *
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