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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/07/2025 04:34
Los constantes avances tecnológicos obligan a los diplomáticos a adaptarse a nuevas prácticas y formas de comunicación (Imagen ilustrativa Infobae) El ejercicio de la diplomacia ha evolucionado gradualmente a lo largo de la historia, influenciado principalmente por cambios geopolíticos, la expansión del comercio y la evolución tecnológica. La gran novedad del siglo XXI es el protagonismo del poder blando sobre el poder duro como atributo diplomático multiplicador de la posición de las naciones en el escenario internacional. El abanico tecnológico en todas sus vertientes (inteligencia artificial, realidad virtual, redes sociales, entre otras) se ha convertido en un pilar de visibilidad de la política exterior e imprime a la diplomacia clásica a una constante adaptación para promover el interés nacional y abordar los desafíos de la gobernanza global y la seguridad internacional. La irrupción de la diplomacia digital está reconfigurando métodos y estilos de trabajo de cancillerías, embajadas y organismos internacionales al ser un escaparate donde se destacan logros, iniciativas e incluso la forma en la que un país quiere ser percibido en el ámbito internacional o cómo aspira a posicionarse frente a un conflicto determinado. También para contrarrestar narrativas adversas o la propagación de noticias falsas. Su eficacia suele estar relacionada con las previsiones de coordinación y planificación para asegurar que los mensajes sean consistentes con lo que se pretende transmitir en una función diplomática dual al gestionar procesos en línea y fuera de línea. El trabajo diplomático en red en tiempo real, por ejemplo, ha pasado a ser un método estratégico en alza que genera una interrelación más ágil y flexible que, en ocasiones, requiere de respuestas instantáneas a consultas o crisis y obliga a los interlocutores a estar a la altura de esas circunstancias. También impone un corpus de buenas prácticas, normas protocolares de cortesía y reglas gramaticales simplificadas, preferentemente precisas y concisas, que disminuyan riesgos de ambigüedades y malentendidos, en particular en la utilización de plataformas como X, Facebook e Instagram, además de los blogs diplomáticos y sitios web, que en muchos casos hasta tienen un efecto político similar a un comunicado oficial. Las videoconferencias, los correos electrónicos y las aplicaciones móviles impactan en las agendas temáticas de las relaciones internacionales y en las formas en las que los países y los organismos internacionales interactúan, incluyendo el manejo de textos, audios, video e imágenes, e incluso en el orden de precedencia en eventos virtuales, sea en el tiempo de intervención o ubicación en la pantalla Zoom. La tecnología de traducción simultánea remota en tiempo real es otro elemento que facilita y garantiza una mayor eficacia y comprensión de reuniones y conferencias virtuales, sean bilaterales o multilaterales. El alcance global de los canales de la diplomacia digital ya no es solo una herramienta de comunicación, sino también un medio operativo que está influyendo en la forma en que se conducen las relaciones exteriores y se gestionan las crisis diplomáticas en virtud que la información que se propaga con impacto en la opinión pública suele proporcionar oportunidades para la persuasión y la resolución pacífica de divergencias. Lo mismo ocurre con las negociaciones en plataformas virtuales entre países o en marcos multilaterales al inyectar una visibilidad que puede ayudar a construir consensos y confianza para la toma de decisiones. La simbiosis entre la diplomacia clásica y la digital podría plantear interrogantes con relación a la Convención sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, ya que las actividades diplomáticas en línea deberían ser merecedores de algunas de las inmunidades reconocidas en la Convención de Viena, como podría ser la inviolabilidad de la correspondencia electrónica y las interacciones en el ciberespacio de las misiones diplomáticas. También en el caso futuro que los países acrediten entre sí representaciones diplomáticas digitales u otras alternativas híbridas de Embajadas entre presenciales y virtuales. En una época que tiene a la tecnología en el epicentro de transformaciones geopolíticas y como indicador de la influencia global, el softpower inherente a la actividad diplomática del siglo XXI adquiere la relevancia de ir modelando las características de la conectividad y la cooperación internacional que, como destaca el Manifiesto Russel-Einstein, deben estar primordialmente para promover la comprensión entre las naciones, fortalecer la paz y la seguridad internacionales.
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