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  • Tres hombres rumbo a la luna: sus historias

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 21/07/2025 10:02

    Uno es el más famoso, otro quedó “resentido” con la NASA y el tercero es casi desconocido Por Florencia G. Rusconi (*) El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong puso su pie en el satélite terrestre. Luego lo hizo Buzz Aldrin, mientras Michael Collins orbitaba esperándolos. Con ellos, los Estados Unidos y la NASA les ganaron la carrera espacial a los soviéticos. ¿Cuáles objetos dejaron en la superficie? Las dudas sobre el éxito de la misión y la dura vida que tuvieron los tres después de alcanzar la gloria. Los hermanó la Luna. Y el heroísmo. Juntos, conformaron un sello, como una marca registrada: Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins. Dos pisaron la Luna, hace ya 56 años. Y tan unidos están, que cuesta recordar quién de los tres no dejó su huella en el polvo lunar. Fue Collins. Se quedó al mando de “Columbia”, la nave madre de la que se había desprendido el módulo lunar “Eagle” con Armstrong y Aldrin a bordo. Collins orbitó la Luna a la espera de que sus dos compañeros de aventura hicieran lo que había que hacer y regresaran, sanos y salvos, tras despegar el módulo lunar y acoplarse a “Columbia”. Todo salió bien. Pero pudo salir mal. Si Armstrong y Aldrin se estrellaban en la Luna -eso estuvo a punto de ocurrir- o si el azar o un yerro o una torpeza echaba todo a perder -algo que también estuvo a punto de suceder- Collins debía dejar a sus camaradas en la Luna, vivos o muertos, y regresar a Tierra. Fue el hombre más solo del mundo mientras se forjaba el éxito de Apolo XI. Muy pocas cosas nuevas se saben o se divulgan de aquella heroica misión espacial que coronó la carrera que en los años 50 habían iniciado la URSS y los Estados Unidos Llegaron con el tiempo y el combustible justos. Armstrong creyó tener unos 40 segundos restantes de combustible, incluidos los 20 segundos que debían reservar en caso de un aborto de la misión. El alunizaje fue a las 20.17.40 UTC (Tiempo Universal Coordinado) del 20 de julio de 1969. Armstrong apagó los motores y desde Houston le dijeron: “Les copiamos abajo, Eagle”. “Abajo” era el planeta Tierra y Armstrong pronunció la primera de sus dos frases legendarias de ese día: “Houston, aquí la Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado”. Durante la espera en el interior del Eagle, hasta que desde Tierra les autorizaron a pisar la Luna, Aldrin celebró la primera ceremonia religiosa en la Luna. Adherente a la iglesia Presbiteriana, había llevado un pequeño kit religioso cedido por su pastor. Usó la radio del Eagle para enviar un mensaje a los oyentes. Después comulgó y leyó palabras de Jesucristo tomadas del Nuevo Testamento. Años después, en 2009 en su libro Magnificent desolation (“Magnífica desolación”), repensó lo de aquella ceremonia religiosa. Después vino lo que ya es conocido. Armstrong pisó la Luna -fue el primer hombre en hacerlo- apoyó el pie y volvió a saltar para posarlo en la escalerilla porque no sabía qué materia pisaba, y dijo la segunda de sus frases famosas: “Éste es un pequeño paso para el hombre, pero un salto gigante para la Humanidad”. Después bajó Aldrin, iniciaron una breve y acotada excursión lunar mientras la aventura era vista por televisión en la Tierra por más de 125 millones de estadounidenses y por otros 25 millones de personas en 33 países, cuando el mundo de la televisión satelital no estaba todavía expandido. Lo poco conocido de ese tramo de la epopeya es que los dos astronautas permanecieron unidos por cordones de acero al “Eagle” porque no estaban seguros de si tenían o no que enfrentar algún peligro, ni siquiera habían identificado algún eventual peligro. Y también tuvieron que cuidar que la puerta del Eagle no se cerrara del todo: la nave que los había llevado a la Luna no tenía una manija exterior que permitiera abrir el vehículo desde afuera. Lo que también es poco conocido, y hasta secreto, de aquella excursión dice que Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna, era en cierto modo una persona devastada. Curtido en la guerra de Corea, con al menos dos aviones MIG.21 rusos derribados, piloto condecorado y prestigioso, arrastraba un drama personal. En 1962, el mismo año en que la NASA lo eligió para integrar el exclusivo plantel de futuros astronautas, había muerto su hija Karen, de dos años, por un tumor cerebral. La muerte de la pequeña dejó casi destruido al matrimonio de Armstrong, que se divorció en 1994. El secreto mejor guardado de Apolo XI es que Armstrong llevó a la Luna y dejó en suelo lunar, una pequeña pulsera que rodeaba la muñeca de su beba Karen en el momento de su muerte. Armstrong pasó un tiempo a solas en el desolado paisaje. Jamás habló de eso. Ni con su familia. Si lo hizo con Collins y Aldrin, ellos guardaron el secreto. Años después, su hijo, Mike Armstrong, dijo: “No sabemos si dejó algo de Karen en la Luna. Lo mantuvo siempre en privado. Pero es posible…”. Ya en territorio lunar, Armstrong y Aldrin mantuvieron un diálogo breve y conciso: Armstrong: – “Una vista magnífica”. Aldrin: – “Magnífica desolación”. Tomaron fotos con una cámara Hasselblad, instalaron aparatos experimentales y de medición que formaban parte del equipo Alsep (acrónimo de Apollo Lunar Surface Experiments Package), notaron la baja gravedad lunar, e instalaron y descubrieron una placa que decía: “Aquí, hombres del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna, julio de 1969 D.C. En nombre de la humanidad, vinimos en son de paz. – Presidente de Estados Unidos de América – Richard Nixon”. También dejaron en la Luna una bandera que había pertenecido a la misión Apolo I, una rama de olivo de oro, un disco con declaraciones de los presidentes Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon, así como mensajes de líderes de otros 73 países, más una lista de los líderes del congreso de EEUU, de miembros de los comités de las cámaras y Senado relacionados con la NASA. Todo en la previsión de que alguna forma de inteligencia no terrestre, y superior si la hay, pudiera descifrar el texto de la placa y escuchar el disco con los mensajes. Armstrong instaló una cámara de televisión sobre un trípode a 20 metros del “Eagle” y Aldrin puso en marcha un detector de partículas nucleares emitidas por el Sol que serían registradas por una cinta metálica que volvería a la Tierra con los astronautas. También desplegaron una bandera de Estados Unidos que medía cien centímetros, sostenida por un travesaño metálico horizontal, para que no cayera a plomo por la falta de gravedad, y la arrugaron un poco para darle aspecto de bandera flameada por un viento inexistente. La NASA nunca reveló el origen de esa bandera, pero la prensa estadounidense aseguró que había sido comprada en una tienda Sears de Houston por poco más de cinco dólares. Luego, los astronautas hablaron en directo con el presidente Nixon, quien estaba en el Salón Oval de la Casa Blanca. En el espacio y al comando de “Columbia”, Collins se perdió todo: navegaba detrás de la Luna, por su lado oscuro, en un trayecto que le tomaría 47 minutos. “En esos momentos, sentí que estaba más solo que nunca. Lo mismo sentí cuando Armstrong dijo aquello del pequeño paso para el Hombre… Lo eché de menos y me sentí absolutamente aislado de cualquier vida conocida”. No lo estaba: seguía en contacto con la Tierra y tenía entre sus manos la tarea de coordinar las maniobras para que el vehículo de despegue de la Luna con Armstrong y Aldrin a bordo, llegara sano y salvo a acoplarse con “Columbia”. Lo hizo. Y a la una de la madrugada del 21 de julio, cuando los dos astronautas, ahora “lunautas”, reingresaron a Columbia, Collins se sintió feliz y aliviado. Minutos antes de trepar al módulo que los llevaría a la nave madre, Armstrong recordó a Aldrin dejar en la luna, a 59 metros del módulo lunar, en el punto más alejado del “Eagle”, una ofrenda personal: una bolsa con objetos que recordaban a la tripulación de Apolo I, que había muerto en tierra durante un ensayo de despegue, en 1967. Incluyeron en la bolsa medallones alusivos al ruso Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio y al también ruso Vladimir Komarov, el primero en morir durante un vuelo espacial. Pero todo salió bien. En la Tierra, los tres astronautas manejaron la gloria como mejor pudieron. Recibieron la Medalla Presidencial de la Libertad de manos de Nixon; en 1978, el presidente Jimmy Carter les concedió la Medalla de Honor Espacial del Congreso y en 2009 recibieron la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos. Neil Armstrong (1930-2012) Armstrong dejó la NASA dos años después de su alunizaje y fue profesor del departamento de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Cincinnati hasta 1979. Colaboró con la investigación que casi cuesta la vida de los tripulantes de Apolo XIII, aquellos de “Houston, tenemos un problema”; investigó también, como miembro de la Comisión Rogers y a pedido del presidente Ronald Reagan, el accidente del transbordador espacial “Challenger” en 1986 y fue portavoz de varias empresas: la primera, la automotriz Chrysler. También fue directivo de varias empresas aeroespaciales, de United Airlines y de Eaton Corporation, dedicada a la gestión de energía. Se fue a vivir a una granja. En realidad, fue un hombre reticente a la fama. Su familia lo llamó “un reacio héroe estadounidense”. Lo era. John Glenn, el primer estadounidense en orbitar la Tierra, dijo de él: “Nunca creyó que tuviera que venderse a sí mismo. Era una persona humilde y así siguió después de pisar la Luna”. Firmó siempre cuanto papel le pusieron por delante hasta que, en 1994, se enteró que esos autógrafos se vendían por Internet por grandes sumas. Se negó a que la cadena MTV, fundada en 1981, usara su imagen cuando el descenso en la Luna y su frase del “pequeño paso para el Hombre”, como emblema de la cadena televisiva. En 1994 demandó al fabricante de tarjetas Hallmark por usar sin permiso su nombre y, de nuevo, la frase del pequeño paso, en un adorno de Navidad. El pleito se resolvió fuera de los tribunales por una suma de dinero que Armstrong donó a la Universidad de Purdue, que era su universidad. Sus hijos, Mark y Rick, participaron de buen grado en el guion de la película The first man (“El primer hombre”), de Damien Chazelle. Revelaron, por ejemplo, la charla que Armstrong mantuvo con ellos, antes de la misión Apolo XI, sobre los riesgos que podía correr, incluso el de morir: los chicos tenían seis y 12 años. El 7 de agosto de 2012, Armstrong fue operado por una obstrucción de sus arterias coronarias. Murió 18 días después, el 25 de agosto de 2012. Tenía 82 años. Michael Collins (1930-2021) Collins, el astronauta que no pisó la Luna, tuvo siempre fama de ser un hombre de buen humor, cálido y desenfadado, una personalidad que contrastaba con la de Armstrong quien, según Aldrin, “a menudo se tomaba las cosas demasiado en serio”. En el centro espacial de Houston le reprochaban a Collins haber sido uno de los pocos estadounidenses que no había visto por televisión el alunizaje de Armstrong y de Aldrin. El astronauta aceptaba la broma, convencido de su papel decisivo en el éxito de Apolo XI. Pocas veces reveló su secreto: durante toda la misión temió que sus compañeros no pudieran regresar a la nave madre. Era un recelo que había nacido seis meses antes del despegue de la misión: esa angustia lo acompañó durante todo el viaje y durante las 24 horas que Armstrong y Aldrin estuvieron en la Luna. Nada de eso pasó. La fama le fue tan dura como la angustia. También él, de forma menos decidida que Armstrong, trató de evitarla. Se retiró de la NASA al año siguiente de Apolo XI, en 1970. Aceptó trabajar en la función pública, en el Departamento de Estado, como secretario Asistente para Relaciones Públicas y, en 1971, se convirtió en director del Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington, un sitio extraordinario, que ocupó hasta 1978. En 1976 inauguró el nuevo edificio del museo, antes de la fecha establecida y con menos costo que el que marcaba el presupuesto original. Luego fue subsecretario del Instituto Smithsoniano, del que depende el Museo del Aire y el Espacio. Después de ser vicepresidente de la LTV Aerospace and Defense Company se dedicó a la actividad privada. Escribió varios libros sobre el viaje a la Luna. Siempre estuvo orgulloso de haber sido el hombre que esperó a los astronautas que pisaron la Luna, aunque admitió que no tuvo el mismo reconocimiento que tuvieron sus compañeros de aventura. Murió de cáncer en abril de 2021, a los 90 años. Buzz Aldrin (1930-95 años) Fue el segundo hombre en pisar la Luna. Con “Buzz” Aldrin las cosas fueron diferentes. Es aún hoy un hombre singular. Su regreso a la gloria desde la Luna no fue fácil. Tenía 39 años y cayó en una fuerte depresión y en el alcohol. Le reprochó a la NASA no haberlos preparado, ni a él ni a sus dos compañeros, para el impacto psicológico que implicaría pisar la Luna y volver a casa. Cargaba con una tragedia familiar y un temor: su madre, que se apellidaba Moon (Luna), se había suicidado y Buzz Aldrin temía padecer una predisposición, genética o psicológica, al suicidio. En sus dos libros, Return to Earth (“Regreso a la Tierra”) y el ya mencionado Magnificent desolation, relata lo que le dice a Armstrong en su breve diálogo sobre la superficie lunar; narró también su lucha contra el alcoholismo, una adicción que había nacido ni bien se retiró de la NASA y luego de la muerte de su padre, en 1974. Fue en esos años en los que perdió casi toda su fortuna personal, y se divorció dos de las tres veces que estuvo casado. Como bebedor compulsivo fue arrestado una vez por la policía por “conducta desordenada” y sólo se libró de su adicción luego de pasar unos meses en un centro de rehabilitación, a finales de 1978. La sobriedad no le alivió el carácter. En 2002, Aldrin fue a un hotel de Beverly Hills para ser entrevistado sobre sus viajes espaciales por un equipo de la televisión japonesa. Allí lo enfrentó Bart Sibrel, un conocido teórico de la conspiración del alunizaje, una de esas personas que sostienen que el hombre nunca llegó a la Luna. Las cosas se fueron un poco de madre: Sibrel llamó a Aldrin “ladrón, mentiroso cobarde” y Aldrin le dio una trompada en la cara. Los testigos revelaron que Sibrel había sido muy agresivo con Aldrin y la policía desestimó cualquier cargo en su contra. En 2005, Aldrin fue centro de otra polémica: reveló en el documental First on the Moon – The untold story (“Primero en la Luna. La historia no contada”, que había visto un OVNI durante el viaje de la Apolo XI. Dos años después negó la posibilidad de que aquello que vio hubiese sido un objeto volador no identificado, porque el objeto volador había sido identificado como uno de los cuatro paneles adaptadores del Saturno V, el cohete que llevó al espacio a Apolo XI. En 2018 demandó a sus hijos Andrew y Janice, y a la ex gerente de sus negocios particulares, cuando le pidieron ser nombrados sus tutores legales con capacidad para controlar sus finanzas. Meses antes del 50º aniversario de la llegada a la Luna, en 2019, sus hijos retiraron la solicitud y Aldrin hizo lo mismo con su demanda. En septiembre de 2007 confesó a la revista “Time” que se había sometido a una “ritidectomía”, un lifting, para eliminar arrugas de la cara. Dijo, con cierto desparpajo: “La fuerza espacial me causó cierta flacidez que necesitaba ser atendida”. Es un republicano convencido que apoyó las campañas electorales de George H. W. Bush y del hijo de éste, George. En 2019 fue invitado especial del entonces presidente Donald Trump en su discurso sobre el Estado de la Unión. Apoyó a Trump en una declaración (30 de octubre de 2024), a menos de una semana antes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Contrajo matrimonio por cuarta vez en enero de 2023. Programa Apolo: ¿cuántas veces hemos llegado a la Luna? Muchos creen que desde que Neil Armstrong dejó marcada su famosa huella sobre el regolito lunar, no hemos regresado a nuestro satélite natural. Sin embargo, en total han sido seis las misiones que han vuelto a la Luna y un total de 12 astronautas también pisaron la superficie lunar tal y como hizo Armstrong en 1969. El primer vuelo de una misión Apolo ocurrió en 1968. De las 11 misiones que formaron parte del programa, las cuatro primeras -las Apolo 7, 8, 9, y 10- probarían el equipo que la NASA estaba desarrollando. Tras la gesta de la misión Apolo 11 de lograr llevar al primer hombre a la Luna en 1969, cinco de las seis misiones restantes repetirían la proeza, siendo la última vez que pisamos nuestro satélite en 1972. Durante estos tres años frenéticos para la ciencia aeroespacial, un total de 12 astronautas caminaron sobre la Luna realizando una gran cantidad de estudios científicos de un valor incalculable. Desde entonces, desde 1972, sí es cierto que ningún hombre ha vuelto a tocar su superficie. ¿Qué logrará la próxima generación de aventureros espaciales y/o lunares? (*) Abogada. Docente jubilada de Cátedra Derecho Internacional Público. Ex docente de la Cátedra de Derecho de la Navegación, Marítima, Aeronáutica y Espacial (hoy Derecho del Transporte). Facultad de Derecho (UNC)

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