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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/07/2025 04:36
La prueba Trinity anticipó la devastación de Hiroshima y Nagasaki, donde murieron más de 210.000 personas por las bombas atómicas (Atomic Archive) “Ahora somos unos auténticos hijos de puta”, dijo, o más bien gritó, el físico Kenneth Bainbridge, director científico de la prueba Trinity, cuando todavía no se habían apagado los ecos de la explosión, la mayor provocada deliberadamente por el hombre sobre la faz de la Tierra. A su jefe, el también físico Robert Oppenheimer, responsable del ultrasecreto Proyecto Manhattan se le ocurrió otra frase, una que había leído en el Bhagavad Gita, el texto sagrado hinduista: “Me he convertido en muerte, el destructor de mundos”. Más tarde reconocería que las palabras de Bainbridge eran mucho más apropiadas que las suyas. Son las 5.30 de la mañana en el paraje Alamogordo, un remoto lugar del desierto de la Jornada del Muerto, en Nuevo México. El almanaque marca el lunes 16 de julio de 1945. Un minuto antes, exactamente a las 5.29, el estallido de Gadget, nombre en clave de la primera bomba atómica de la historia, con una potencia de 19 kilotones, había superado la temperatura de la superficie del sol y fundido la arena del desierto, abriendo un cráter de 330 metros de diámetro. La onda expansiva se sintió a 160 kilómetros de distancia y la nube en forma de hongo alcanzó doce kilómetros. El estampido de la explosión tardó 40 segundos en alcanzar a los observadores, ubicados a más de nueve kilómetros del lugar. El Proyecto Manhattan reunió a científicos y militares para desarrollar la bomba atómica antes que la Alemania nazi Menos de un mes más tarde de esa prueba, Estados Unidos arrojó las bombas atómicas “Little boy” y “Fat man” sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón, donde más de 210.000 personas murieron instantáneamente por las explosiones y muchas más enfermarían para morir de manera lenta y dolorosa por los efectos de la radiación. Las palabras de Oppenheimer y Baibridge después éxito de Trinity anticipaban ese infierno: sembrarían muerte y destrucción en el mundo como “unos auténticos hijos de puta”. Durante mucho tiempo se creyó –y eso decía la información oficial– que las víctimas en Hiroshima y Nagasaki habían sido las primeras en la historia provocadas por una bomba atómica. Pasarían años antes de que se supiera que los efectos radioactivos de la prueba Trinity también causó muertes, aunque silenciadas. A unos 20 kilómetros de donde explotó Trinity vivían algunos rancheros con su ganado y a menos de cien kilómetros había pequeñas poblaciones, como las de la cuenca de Tularosa El Proyecto Manhattan Antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, la física austriaca Lise Meitner, quien había escapado de Berlín a Estocolmo en 1938, y Otto Robert Frisch describieron el fenómeno de la fisión nuclear, que habían observado en el laboratorio de Otto Hahn en Berlín. Pronto quedó claro que el fenómeno, si se lo manejaba adecuadamente, podía utilizarse con fines bélicos, capaces de una devastación nunca vista. Y la Alemania nazi estaba trabajando en eso. Preocupado, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt consultó a Albert Einstein, quien le respondió con una carta en la que le aconsejó el desarrollo de una bomba atómica antes de que los nazis la construyeran. La investigación quedó bajo la órbita del Ejército, que convocó a físicos, químicos, ingenieros, matemáticos y miles de trabajadores en un esfuerzo contrarreloj. Así nació el Proyecto Manhattan, liderado por el físico Robert Oppenheimer. Se montaron instalaciones secretas en el Laboratorio Nacional de los Álamos, en Nuevo México, donde se comenzó a desarrollar material fisionable para alimentar la cadena de reacciones nucleares necesaria para lograr la explosión atómica y también el dispositivo de la bomba. Para principios de julio de 1945 se terminó de construir “Gadget” (Artilugio), el primer prototipo funcional de una bomba nuclear y se fijo el lunes 16 para realizar la prueba, con el nombre en clave de “Trinity” (Trinidad). El Gadget era un dispositivo de implosión: un explosivo convencional que comprimía el núcleo de plutonio-239 de la bomba, que así alcanzaba su masa crítica y provocaba una reacción de fisión en cadena que liberaba una cantidad de energía jamás vista hasta entonces. El plutonio-239 es un isótopo fácilmente fisible fabricado por irradiación de uranio con neutrones y no se encuentra en la naturaleza más que en forma de trazas, en algunos yacimientos de uranio donde se formaron “reactores nucleares naturales”. Por eso, uno de los desafíos del proyecto era obtener suficiente plutonio puro a partir de uranio y para conseguirlo se utilizó un reactor de la planta secreta de producción de plutonio de Hanford, en Washington. La prueba Trinity liberó radiación y creó la trinitita, un vidrio radiactivo que afectó a pobladores cercanos La prueba Trinity El dispositivo de implosión basado en plutonio se colocó sobre una torre de acero de 30 metros que fue designada “zona cero”. Una gran canasta de acero de nombre clave Jumbo se encontraba preparada para recuperar el plutonio en caso de que la prueba fallara. A una considerable distancia de ese lugar se instalaron equipos, instrumentos y puntos de observación. El refugio más cercano se encontraba a nueve kilómetros de la zona cero. Nadie estaba seguro de qué podía pasar, porque de la teoría a la práctica y sus efectos había una distancia imposible de calcular con exactitud. El personal científico hizo apuestas. Las predicciones iban desde cero –es decir, que no iba a pasar nada– a una explosión de 18 o 19 kilotones de TNT, predicha por físico Isidor Isaac Rabi, que fue el ganador de la apuesta. Hubo quienes dijeron que era posible que la explosión causara la destrucción completa del estado de Nuevo México, la ignición de la atmósfera y, como resultado, la incineración del planeta. El físico Emilio Segré, uno de los participantes del Proyecto Manhattan, le contó años después a The Washington Post: “Creo que por un momento pensé que la explosión podría incendiar la atmósfera y así acabar con la tierra, aunque sabía que eso no era posible”. La detonación de la bomba Gadget en Nuevo México marcó el inicio de la era atómica el 16 de julio de 1945 El periodista oficial del Proyecto Manhattan, William L. Laurence, tenía preparados varios borradores para ser publicados en caso de emergencia: iban desde el que informaba que se había realizado una prueba exitosa hasta el más macabro, que daba cuenta de la muerte de todos los científicos en un “extraño accidente”. El lugar elegido parecía reunir las condiciones ideales para el secreto, pero también para la preservación de la vida. Un desierto que se creía deshabitado en kilómetros a la redonda. Sin embargo, no era así: porque a unos 20 kilómetros vivían algunos rancheros con su ganado y a menos de cien kilómetros había pequeñas poblaciones, como las de la cuenca de Tularosa, donde habitaban algunos miles de personas. Los pobladores locales nunca fueron alertados de que a las 05:30 am del 16 de julio de 1945 estaba programada la detonación del Gadget. Y los sorprendió: “Algunos antiguos pobladores me han contado cómo estaban dormidos y fueron tirados de la cama por la explosión. Y que vieron una luz como nunca habían visto antes, porque la prueba de hecho produjo más luz y más calor que el sol”, contó Tina Córdoba, una líder comunitaria de la región, en una entrevista de 2021 con la cadena de noticias PBS. Después de la prueba, la Base Aérea de Alamogordo emitió un comunicado de prensa que decía: “Explotó un cargador de municiones ubicado en un lugar remoto que contenía una cantidad considerable de explosivos de alta potencia y pirotecnia, pero no hubo pérdida de vidas ni de personal”. Y agregaba: “Las condiciones meteorológicas que afecten al contenido de los proyectiles de gas detonados por la explosión pueden hacer conveniente que el Ejército evacue temporalmente a algunos civiles de sus hogares”. Sin embargo, no se evacuó a nadie y tampoco se alertó sobre la peligrosa radiación generada en el lugar de la explosión. Había que mantener el secreto, por lo que la causa real no se reveló hasta después del bombardeo atómico sobre Hiroshima, el 6 de agosto. Las consecuencias de la radiación de Trinity fueron ocultadas, pero años después se registraron numerosos casos de cáncer en la región Trinitita y muerte Después de la explosión del Gadget, cuando se revisó el cráter y sus alrededores, los científicos y los soldados que fueron al lugar vieron que el suelo estaba cubierto por vidrios de colores, normalmente verdes, en ocasiones formando hermosas gemas transparentes. Algunos recogieron muestras que se guardaron como recuerdo, lo que luego se comprobó que era una mala idea. Se trataba de una suerte de piedra nueva –de ninguna manera un mineral de la tierra– que contenía elementos producidos por la explosión y era intensamente radiactiva, hasta el punto de provocar quemaduras en la piel. La llamaron “Trinitita”, por haberse originado a partir de la explosión en la prueba Trinity. Entre sus elementos había: Cesio-137, uno de los principales productos de fisión del plutonio, el más radioactivo de todos; Americio-24, un residuo del plutonio-239, que demora un milenio en desaparecer; Bario-133; originado en el explosivo que se usó para detonar la bomba, llamado Baratol, formado por nitrato de bario; y Europio-152: un elemento fuertemente radiactivo característico de la trinitita. Los efectos de la prueba Trinity sobre los habitantes de las poblaciones cercanas fueron devastadores, aunque fueron silenciados durante mucho tiempo. Con el paso de los meses y los años, la gente se comenzó a enfermar. “Diez años después hubo gente que empezó a morir de cáncer. Gente que nunca había escuchado la palabra cáncer en sus comunidades. Soy la cuarta generación de la familia en sufrir cáncer”, contó la líder comunitaria Córdova en la entrevista de 2021. La explosión de Trinity superó la temperatura del sol y creó un cráter de 330 metros en el desierto de Jornada del Muerto (Atomic Archive) Las autoridades no tomaron ninguna precaución para protegerlos, tanto que tiempo después el lugar de la explosión estaba abierto y la gente lo visitaba. Muchos recogieron trinitita como souvenir y la utilizaron para hacer joyas. No fue el único problema: la mayor parte del plutonio en el dispositivo no se consumió en la reacción en cadena y, por lo tanto, se liberó al medioambiente. “Solo alrededor del 15% del plutonio se consumió en la explosión, y la mayor parte restante se depositó cerca del lugar de la explosión, mientras que los productos de fisión y los productos de activación viajaron más lejos. Una vez depositados en el suelo, estos peligros radiológicos se diseminaron aún más a través del movimiento de las aguas superficiales y subterráneas y la entrada en los productos agrícolas y la cadena alimentaria, con la leche como un ejemplo importante”, escribió en un informe del doctor William Kinsella, que investigó el caso para la Universidad de Carolina del Norte. Veintiún días después del “éxito” de la prueba Trinity, el avión Enola Gay arrojó la bomba atómica “Little boy” sobre la población civil de Hiroshima y tres días más tarde lanzó una segunda, “Fat man”, sobre Nagasaki. Al ver los devastadores efectos de esos bombardeos, Albert Einstein lamentó haber aconsejado al presidente estadounidense que la desarrollara: “Debería quemarme los dedos con los que escribí aquella carta a Roosevelt”, dijo. La era de las armas nucleares había llegado para quedarse.
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