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    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 29/06/2025 01:17

    Por Francisco Sobral (*) En el Hogar de Cristo de Gualeguaychú nos pusimos a hacer un poco de memoria agradecida. Nuestro servicio en prevención y recuperación de adicciones nació en el año 2015 de la mano de quien en aquel entonces era obispo de nuestra ciudad, el padre Jorge Lozano. Fue él quien, en el marco de la Pastoral de Adicciones y ante la necesidad de abordar la problemática del consumo de drogas, convocó a un grupo de laicos y religiosos provenientes de distintas áreas (educación, justicia, salud, padres de familia, etc.). Este grupo de personas –en su mayoría laicos– no tenía mucho conocimiento de lo que eran las adicciones, pero sí sobradas ganas de servir y acompañar a quienes en ese momento estaban necesitando de un abrazo contenedor y ser escuchados, mate mediante. Así nació el Hogar en Gualeguaychú: sin muchas recetas ni protocolos pero con abundante compromiso de servicio, sabiendo que, en la cercana periferia de nuestra ciudad, muchos jóvenes atravesados por la marginalidad no encontraban otra manera de tapar tanto dolor que con el consumo de sustancias. Partimos del barrio La Cuchilla y solo se necesitaron un par de sillas, el Evangelio y muchas ganas de compartir con los vecinos para que naciera el grupo de espiritualidad que se mantiene hasta la actualidad. En los rostros de muchos de los jóvenes y madres que se acercaban fuimos descubriendo sus historias, las que hoy son parte de la nuestra y con quienes fuimos construyendo esa Iglesia en salida de la cual el papa Francisco nos hizo enamorar. Al mismo tiempo, tomamos conciencia de que, para afrontar esta problemática, somos todos necesarios, y naturalmente fuimos construyendo una comunidad en la que cada persona que se arrimaba al Hogar tenía algo para dar, pero también para recibir, porque como en cualquier familia nos retroalimentamos constantemente. La creciente problemática nos colocaba “la vara” cada vez más alta. Lo que comenzó como un espacio de escucha se transformó en un centro barrial de puertas abiertas; se atendían necesidades básicas como alimento, higiene, descanso y vestido mientras se reconstruían vidas que, con acompañamiento, lograron revinculaciones familiares, la vuelta al colegio, la posibilidad de un trabajo digno. Crecimos. Hoy contamos con varios dispositivos ubicados en los puntos cardinales de la ciudad, la mayoría de ellos funcionando en instalaciones pertenecientes al obispado de Gualeguaychú: Jesús Niño para infancias; refugio San Francisco para personas en situación de calle; centro barrial Corazón de María para mujeres; tres centros barriales Asunción de María, Nazareth y Reina de la Paz; Padre Misericordioso, casa donde viven diez jóvenes; La Casita, alojamiento para personas con padecimientos mentales; Brota, espacio de reinserción laboral donde actualmente 14 personas –hombres y mujeres– trabajan cooperativamente brindado servicio de mantenimiento de espacios verdes para la municipalidad de Gualeguaychú, clubes y empresas que nos contratan. Para sostener esta estructura tejimos acuerdos con los Estados municipal, provincial y nacional (Sedronar) y también con empresas para generar oportunidades de empleo. Vidas tan rotas por las adicciones, en nuestros Hogares han incursionado en procesos de sanación, se levantaron y hoy ayudan a otros tantos a recomponer las suyas. La lógica de los “acompañantes pares” solo se sostiene desde y hacia el amor en la búsqueda de la dignidad para la vida de todos, todos, todos. Hacemos lo que hacemos a imitación del “buen samaritano”, quien, como nos decía el papa Francisco, con su ejemplo de fraternidad y amistad social, “crea la cultura del encuentro y construye puentes de amor entre todos…”. (*): Coordinador general del Hogar de Cristo de Gualeguaychú, publicado en Perfil.

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