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» El Ciudadano
Fecha: 01/06/2025 22:22
Cada 1ro de junio, el Día de las Infancias nos recuerda que los niños no solo necesitan afecto y juego, sino también adultos presentes, comprometidos y responsables que un tercio de los niños en Argentina carece de estímulos sociales. “La forma en que nos comunicamos con los más chicos no solo transmite información, también moldea su desarrollo emocional, social y cognitivo. Una comunicación clara, empática y respetuosa es esencial para construir vínculos sólidos y generar un entorno donde los niños se sientan valorados, escuchados y comprendidos”, explicó Ailín Catalá, especialista en comunicación en salud y jefa de comunicación institucional de OSPEDYC. Asimismo, mencionó: “Evitar los gritos, los insultos y las amenazas; y elegir un tono de voz calmado y positivo, fortalece la conexión emocional con ellos. Este enfoque les ofrece un modelo saludable para expresar sus emociones y resolver conflictos de manera respetuosa. Del mismo modo, escuchar con atención, validar lo que sienten y acompañar incluso cuando no estemos de acuerdo con su conducta, contribuye de forma decisiva a su bienestar emocional y a su autoestima”. Establecer límites claros y coherentes también es una parte importante del acompañamiento adulto: los niños necesitan saber qué se espera de ellos, qué consecuencias tienen sus acciones y cómo manejar la frustración. Cuando los límites son justos y apropiados a su edad, brindan una estructura que da seguridad y favorece el desarrollo de su autonomía. Los adultos responsables cumplen, además, un rol esencial como modelo. En la infancia, el aprendizaje se da en gran medida por observación: los niños replican lo que ven en quienes los rodean. Por eso, nuestras acciones hablan tanto como nuestras palabras. Asimismo, la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos es fundamental, ya que los niños detectan con facilidad las incongruencias y aprenden más de nuestras acciones que de nuestros discursos. Pero el acompañamiento no es solo emocional. También implica garantizar condiciones materiales y hábitos saludables: ofrecer una alimentación nutritiva, cumplir con los controles de salud, promover la asistencia escolar, limitar el uso de pantallas y fomentar el juego libre. Son decisiones cotidianas que inciden directamente en su desarrollo integral. Sin embargo, la especialista de OSPEDYC, añadió: “No siempre el poder adulto se ejerce con conciencia. Cuando se utiliza para imponer o controlar sin diálogo ni respeto, se corre el riesgo de desdibujar el rol de cuidado. Ser adulto no es tener la última palabra: es tener la responsabilidad de cuidar con empatía, ética y compromiso, y la familia -como sistema de vínculos- es el primer espacio donde se aprenden estas habilidades”. “Hoy, las nuevas generaciones enfrentan un presente complejo y dinámico, y para que puedan desarrollarse plenamente, necesitan adultos que no solo los miren, sino que realmente los vean: que los escuchen con atención, los comprendan y los orienten con paciencia y honestidad”, finalizó Catalá.
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