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  • A propósito del Garrahan: ella era Eva

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/06/2025 12:30

    Eva Esta columna es producto de un hilo que escribí días atrás con motivo de la situación que viven los trabajadores médicos y no médicos del Hospital Garrahan, el centro médico de salud infantil más importante de la Argentina. Fundamentalmente, la necesidad de expresar esta experiencia personal y familiar estuvo empujada ante la cantidad de expresiones vertidas por aquellos que intentaron durante todo este tiempo relacionar el reclamo salarial a cuestiones políticas, vincularlo a una partidización estúpida que se suele hacer desde hace años en nuestro país de cada hecho importante que ocurre. Eva era nuestra hija. Eva fue una bebé hermosa. Pero cuando esa bebé empezó a ser nena, la vida la golpeó de manera inesperada. Y nos golpeó. No había cumplido 2 años cuando en abril de 2012 fue diagnosticada con Leucemia Linfoblástica Aguda, uno de los tipos de cáncer infantil más comunes. La vida voló por los aires de la mañana a la tarde. Solo los que pasan por una situación así saben lo que significa, lo que trastoca, lo que rompe todo tipo de “normalidad” por la que, en general, se transitan los días. Eva no estuvo internada en el Garrahan ya que fuimos al sector privado porque teníamos prepaga por mi condición laboral. Somos de La Plata y el médico que nos dio el diagnóstico nos explicó que había dos posibilidades para iniciar el tratamiento: una clínica en nuestra ciudad o el Hospital Garrahan. Con la aclaración de que muchos médicos trabajan en ambos lugares o fueron formados en el centro de salud porteño. De todas formas, en aquel momento, al inicio del proceso, pude entrevistarme con uno de los jefes médicos del Garrahan, que me tranquilizó al afirmar que el tratamiento indicado para Eva era el correcto. Se trata de protocolos internacionales que deben seguirse al pie de la letra, como una especie de mantra que, en la mayoría de los casos, termina con un final feliz. También estuvimos en Estados Unidos porque, a pesar de que en un momento la enfermedad entró en remisión, volvió con más fuerza y el único camino que quedaba era un trasplante. No había demasiado tiempo y, a través de su médico, conseguimos un lugar en el Hospital de Niños y Adolescentes con Cáncer St. Jude, ubicado en la ciudad de Memphis. Ese lugar tiene la particularidad de ser gratuito ya que también es un centro de investigaciones, aunque es muy difícil ingresar porque solo se hace por referencias médicas que son minuciosamente evaluadas. Sin embargo, aquella posibilidad también se esfumó ya que Eva contrajo un virus en el momento en el que inició la cuenta regresiva para el trasplante. El 30 de mayo de 2014 nos comunicaron que no había nada más que hacer, que solo quedaba acompañarla hasta el final. Volvimos a la Argentina después de más de un mes y seguimos con cuidados que tenían que ver con el control de la enfermedad, con la certeza de que, más temprano que tarde, la situación empeoraría. Los médicos del Hospital Garrahan en unas de las marchas donde reclamaron mejoras salariales Y fue precisamente cuando llegó ese momento, cuando ya no había nada que hacer y el sufrimiento aumentaba, que fuimos al Garrahan. Allí conocimos a una médica especialista en cuidados paliativos. No existía, en ese momento, una ley que amparara en la Argentina ese tipo de tratamientos. No saben la capacidad y el amor con que nos atendió, cómo nos acompañó a pesar de que no habíamos sido sus pacientes ni el tratamiento lo habíamos hecho en ese lugar. Estuvo con nosotros hasta el último día, cuando en un caluroso mediodía de diciembre Eva dijo basta. Incluso hasta teníamos su teléfono personal al cual podíamos llamar a cualquier hora, en cualquier momento. Eva Luchó más de 2 años. No llegó a cumplir 5. Que se te muera un hijo es una situación que no debería atravesar ninguna familia. No tiene siquiera una palabra que la defina. A quienes pierden a sus padres se les llama huérfanos. Pero no hay forma de nombrar a quien tiene que despedir a un hijo. Mucho peor es esa vivencia cuando esa pérdida se da luego de una enfermedad tan cruel como es el cáncer. Y el cáncer, en un niño, es infinitamente más despiadado que en un adulto. A ninguna persona con un mínimo de sensatez se le puede cruzar por la cabeza que “sobra gente” en lugares dedicados a tratar este tipo de situaciones. Porque curar y cuidar a un nene con cáncer requiere de un sinnúmero de personas, no solo de médicos. Todos, además, con un nivel de humanidad superior al resto de los mortales. La crueldad está de moda, dijo hace un tiempo el escritor Martín Kohan. Pero no deberíamos acostumbrarnos y deberíamos intentar mantener ciertos acuerdos de convivencia social que garanticen el bienestar de los más vulnerables. Y, además, deberíamos llamar a las cosas por su nombre. Poner en riesgo el cuidado y tratamiento de niños enfermos de cáncer solo para que “las cuentas cierren” es una ecuación que no puede existir, y tiene que ser rechazada y condenada por todos. Entre los miles de mensajes que tuve en redes sociales, alguien escribió que el Garrahan era una especia de La Moncloa que teníamos los argentinos, en referencia a aquellos acuerdos que se firmaron en España en los ’70 que permitieron un acuerdo democrático para lograr una transición ordenada y pacífica con el final de la dictadura franquista. Eso, por estos días, parece haberse roto. Ojalá que solo sea una sensación pasajera.

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