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» Facundoquirogafm
Fecha: 24/05/2025 22:43
En un país donde la parrilla es casi un rito cultural y el asado familiar una institución, se conoció que el consumo de carne vacuna cayó a su nivel más bajo en cien años. Según estadísticas del Ministerio de Agricultura y datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el promedio anual por habitante está hoy en torno a los 48 kilos, muy lejos de los picos históricos que superaban los 100 kilos per cápita en décadas pasadas. Este descenso, el más pronunciado desde principios del siglo XX, refleja una combinación de factores estructurales y coyunturales, pero muchos especialistas coinciden en señalar como principal responsable a las políticas económicas del gobierno, que han afectado tanto la producción como el acceso al producto por parte de los consumidores. La caída en el consumo de carne vacuna no solo es un dato económico, sino también un termómetro social. Históricamente, la Argentina fue conocida como el "granero del mundo" y uno de los mayores productores y consumidores de carne bovina. En los años 1950, el consumo per cápita alcanzaba los 70 kilos por persona al año; en los 70 y 80, incluso con períodos de inestabilidad política y económica, ese número era superior al actual. Hoy, según informes recientes, cada argentino consume en promedio menos de dos kilogramos de carne por semana, cifra que contrasta con la imagen tradicional del país como potencia ganadera. Según analistas del sector agropecuario y economistas independientes, la reducción en el consumo responde a varios factores: Inflación elevada: con tasas que superan el 300% anual en los últimos años, el poder adquisitivo de los salarios se ha desplomado. La carne, antes considerada un alimento básico, ahora es vista por muchos hogares como un lujo ocasional. Políticas de exportación e intervención estatal: en distintos períodos del último gobierno se implementaron controles de precios, suspensiones temporales de exportaciones y cuotas de exportación para intentar abaratar el producto a nivel interno. Y generaron efectos colaterales: los frigoríficos redujeron compras, los productores ganaderos restringieron la faena y se creó un mercado paralelo que terminó encareciendo aún más el producto. Aumento de precios relativos: mientras otros alimentos básicos subían entre un 250 y un 300%, la carne lo hizo por encima del 400%, ampliando la brecha de accesibilidad. Sustitución por otras proteínas: frente al incremento del precio, muchas familias optaron por consumir más pollo, huevos o productos procesados, modificando hábitos alimenticios profundamente arraigados. "Antes, el domingo sin vacío era impensable", cuenta María Elena, ama de casa de La Matanza. "Ahora, lo compro una vez al mes, si hay suerte". La baja en el consumo también afecta al sector productivo. Los productores ganaderos denuncian una disminución en la rentabilidad, especialmente en los pequeños y medianos establecimientos. "No vendemos, no hay mercado interno ni externo claro, y los costos siguen subiendo", explica Jorge Ledesma, presidente de una cooperativa rural de Santa Fe. Además, organizaciones como la Sociedad Rural Argentina (SRA) han señalado que el stock bovino también está en retroceso, con cifras que indican una merma en la cantidad de animales en los campos, resultado de la falta de incentivos claros y de políticas públicas sostenibles. Una respuesta oficial dividida Desde el Ministerio de Agricultura, el gobierno reconoció la situación, aunque atribuyó la caída principalmente a factores climáticos y globales, como sequías prolongadas y fluctuaciones en los mercados internacionales. No obstante, admitió que el alto costo de vida impacta directamente en los hábitos de consumo. "Estamos trabajando en programas de inclusión alimentaria para garantizar el acceso a alimentos proteicos, incluida la carne", afirmó el ministro en una conferencia reciente, sin dar precisiones sobre cómo se logrará este objetivo. Algunas voces dentro del propio oficialismo han reconocido que las políticas de control de precios generaron distorsiones en la cadena productiva. "Tuvimos que intervenir para evitar aumentos abruptos, pero quizás no se midieron bien los efectos secundarios", dijo en declaraciones radiales un diputado del partido de gobierno. ¿Hacia dónde va el consumo? Muchos expertos advierten que revertir esta tendencia será difícil sin una recuperación económica integral. Se necesitan políticas de largo plazo que equilibren los intereses del productor, el industrial y el consumidor final. "La Argentina sigue teniendo una calidad de carne única, somos líderes en el mundo en genética y manejo ganadero. Pero si no hay mercado interno fuerte y confianza en la política, seguiremos viendo caer el consumo", asegura el doctor Federico Alcaraz, investigador del INTA. Mientras tanto, en comedores y asadores de todo el país, la carne sigue siendo protagonista, aunque cada vez más esporádica. Y para muchos argentinos, el olor a parrilla ya huele un poco a nostalgia.
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