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  • Los aberrantes crímenes de Fred y Rose West: torturas, violaciones, filicidios y vejaciones en “la casa de los horrores” de Gloucester

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/05/2025 04:42

    El matrimonio de asesinos seriales Por estos días, Netflix subió a su plataforma “Fred y Rose West: una historia de terror británica” una serie documental que arroja nueva luz una de las oleadas de asesinatos más atroces y despiadadas de la historia moderna, perpetrada por una pareja a la que muchos de sus vecinos tenían como personas un poco raras pero de las que jamás sospecharon que fueran otra cosa que gente común. A través de reportajes, archivos televisivos y fragmentos de 107 cintas grabadas de entrevistas policiales que abarcan más de 50 horas de interrogatorios – desconocidos hasta ahora – la docuserie reconstruye la investigación que permitió descubrir, demasiado tarde, los crímenes cometidos durante casi dos décadas por ese par de asesinos en serie que violó, torturó y mató por lo menos a doce personas, incluidas dos de sus hijas. Lo que no cuenta la serie es que, en octubre de 1996, cuando el Ayuntamiento de Gloucester, Inglaterra, ordenó demoler la vivienda del número 25 de Cromwell Street, se dieron dos explicaciones. La primera de ellas fue simplemente urbanística: era necesario abrir una nueva calle y el lugar era ideal porque la edificación había sido expropiada; la segunda se acercaba más a la realidad: borrar todo vestigio de “la casa de los horrores” para que dejara de ser un atractivo siniestro de la ciudad. Rose y Fred West. Ella continúa detenida. Él se suicidó en la cárcel Por entonces, ninguna autoridad informó oficialmente de dónde había venido el pedido de demolición. No se dijo que desde hacía meses la policía venía presionando a las autoridades para que la borraran de la faz de la tierra y así desapareciera también el monumento de su vergonzosa negligencia. Porque esa casa no solo había sido el escenario de las violaciones y los asesinatos, sino que era un monumento a la negligencia de la policía, que podría haber descubierto los crímenes si hubiese dado crédito a las denuncias y vigilado a quienes vivían allí. De haberlo hecho, habría cortado mucho antes la carrera de dos asesinos en serie e impedido la mayoría de las muertes. Desapariciones sin investigar Frederick y Rosemary West eran marido y mujer y habitaban desde hacía años esa casa que convirtieron a la vez en infierno y cementerio. Pero sus primeros crímenes databan de antes, cuando todavía no estaban casados y ni siquiera pensaban vivir ahí. Cuando se conocieron en 1968, Fred tenía 27 años y una carrera criminal recurrente, que lo había llevado más de una vez a la cárcel, aunque por delitos muy menores si se los comparaba con otros que ya había cometido sin que lo descubrieran. Rosemary “Rose” Letts tenía apenas 15 y era una adolescente de temer, expulsada de la escuela y de su casa, autora de robos y otras tropelías. Se hicieron amantes. Alquilaban cuartos de "La casa del horror" para reclutar mujeres a las que violarían y asesinarían El hombre, nacido en el campo, apenas sabía leer y escribir. Vivía en Gloucester desde los 15 años y trabajaba de lo que podía. Ya cargaba en su prontuario con dos condenas: una por robo, la otra por abusar de un niño. Su primera mujer, Anne, había desaparecido misteriosamente. Rena Costello, la segunda, se casó con él embarazada de otro hombre y así nació Charmaine, su primera hija, en 1963. Juntos engendraron a Anne Marie, que nació en 1964. Fred y Rose llevaban dos años de romance secreto cuando, en 1970, Rena y su hija Charmaine desaparecieron del mapa. Fred le dijo a la policía que su mujer había huido con la niña, dejándole a la menor, Anne. No investigar esas ausencias fue el primero de una larga serie de errores policiales, aunque por esos años en Gran Bretaña no había registro de personas desaparecidas y cuando alguien se iba de su casa lo consideraban como una cuestión de la vida privada. Si la policía hubiera tomado cartas en el asunto habría descubierto que Fred había asesinado a Rena y que Rose, para no irle a la zaga, había matado con sus propias manos a la pequeña Charmaine. Despejado el molesto obstáculo que encarnaban madre e hija, Fred y Rose se casaron en enero de 1972. En junio tuvieron a Mae y poco después alquilaron la vivienda del número 25 de Cromwell Street, a la que convertirían en “la casa de los horrores”. Una violación denunciada Fred trabajaba en la construcción, pero el sueldo estaba lejos de alcanzar para cubrir los gastos. Para subsanar ese inconveniente, se pusieron de acuerdo en que Rosemary ejerciera la prostitución para conseguir el dinero faltante. El hombre acondicionó un ambiente en el segundo piso de la casa, al que llamaron “la habitación de Rose”, para que ella recibiera a sus clientes. El cuarto tenía una mirilla por la que Fred observaba el desempeño de su esposa. Más tarde, con la llegada de los videos, también comenzó a filmarla. Rose West cumple su condena en prisión El negocio marchaba viento en popa, aunque Rose era algo descuidada en sus desempeños y durante los años que siguieron quedó embarazada y dio a luz a siete bebés de diferentes padres. Vivían todos juntos en la casa. Para cuidarlos, contrataron como niñera a una vecina de 17 años llamada Carolyn Roberts. Fred y Rose se encapricharon con hacer un trío con ella, pero la chica se negó. Entonces la drogaron para poder violarla durante horas. Cuando por fin pudo irse –con la promesa de no decir nada– Carolyn hizo la denuncia a la policía, pero la retiró meses después al comprobar que nadie investigaba. Así, por segunda vez, la negligencia de las autoridades permitió que el siniestro matrimonio continuara con su raid de crímenes. Torturas y muerte en el sótano Además de acondicionar “la habitación de Rose” en el segundo piso, Fred montó en el sótano una verdadera sala de torturas para dar rienda suelta a otras perversiones de la pareja. Tenían una cama con ataduras y otros artilugios. La estrenaron en 1973 con Anne Marie, la hija mayor de Fred, que por entonces tenía ocho años. La ataron y la amordazaron para que Fred la violara mientras Rose observaba. Después se sabría que lo hizo durante seis años, hasta que Anne se escapó de la casa y de ese infierno. Cuando la chica huyó, la reemplazaron por otra de las niñas, Heather, que poco después desapareció misteriosamente. Fred y Rose no denunciaron la desaparición. Había rumores entre los vecinos que dejaron de verla, pero la policía jamás investigó. Podrían haber descubierto que estaba muerta y enterrada en el jardín. Sin Heather, Fred y Rose siguieron abusando de las otras niñas, más chicas todavía. También las grababan en VHS. Una de las nenas le contó a una amiga lo que le hacían “sus padres” en el sótano y ésta se lo dijo a su madre. La mujer, muy preocupada, informó a la policía. No movieron un dedo para investigar: “Seguro que son fantasías de niño”, le dijeron a la mujer. Inquilinas y víctimas Para ampliar sus ingresos y, a la vez, sus perversiones, Fred y Rose decidieron alquilar algunas habitaciones de la casa. Elegían muy bien a sus inquilinas, para poder reforzar su círculo de acción criminal. Solo aceptaban adolescentes o mujeres jóvenes que hubieran huido de sus familias o escapado de un correccional de menores. Algunas se prestaban por necesidad a los requerimientos del matrimonio. Las que se negaban terminaban en el sótano, donde después de violarlas y grabarlas durante días, las asesinaban y las enterraban en el jardín o en el mismo sótano, donde el piso iba acumulando las marcas de los emparchados de Fred para tapar los pozos. Rose y Fred West estuvieron juntos desde jóvenes También secuestraron a dos estudiantes universitarias mientras esperaban en paradas de colectivos. Las llevaron a la casa, las violaron y las mataron. Theresa Sieghenthaler y Lucy Partington fueron las únicas dos víctimas que se salían del perfil preferido por Fred y Rose: jóvenes marginales o sus propias hijas. “Heather está en el jardín” Llevaban casi veinte años violando, torturando y matando cuando la policía decidió investigar por primera vez al extraño matrimonio que habitaba la casa del número 25 de Cromwell Street. En agosto de 1992, un vecino denunció a Fred por violación y crueldad infantil. Temiendo que Rose fuera su cómplice, los cinco niños que todavía vivían con ellos fueron puestos en hogares sustitutos hasta que se aclarara el asunto. En diferentes casas, dos de ellos contaron lo mismo: “Heather está en el jardín”, decían y se reían. Cuando les preguntaron, respondieron que era una broma que hacían sus padres. La justicia ordenó que registraran la vivienda, pero la policía actuó superficialmente y no encontró ningún cuerpo. Sin embargo, la detective Hazel Savage no quedó convencida con la pesquisa. Fue la primera persona en investigar seriamente el asunto. Siguió entrevistando a los niños para recabar más datos. El espectáculo de una cama con correas en los barrotes, las grabaciones porno encontradas en la casa y la mirilla en “la habitación de Rose” la habían convencido de que allí tenía que haber más. Insistió más de un año hasta que consiguió una nueva orden de registro en la casa de los West, que llevaba todo ese tiempo vacía porque el matrimonio estaba preso a la espera del juicio por abuso y violación. El 24 de febrero de 1994, llegó a la casa del 25 de Cromwell Street a la cabeza de un grupo de policías armados con picos y palas. Excavaron en el sótano y en el jardín. Primero encontraron el cuerpo de una niña, después tres fémures. En los días siguientes desenterraron nueve cadáveres. Las confesiones de Fred Al principio, Fred confesó solamente el asesinato de Heather. Solo después, ante la evidencia irrefutable de los cadáveres, fue admitiendo con cuentagotas, los otros crímenes. En todos los casos dijo que había actuado solo, cuando Rose no estaba en la casa, y que su mujer no sabía nada del asunto. Se mantuvo firme durante meses, hasta que, despechado porque ella lo ignoró en una de las audiencias judiciales, cambió su declaración y aseguró que habían actuado juntos. Fred y Rose fueron llevados a juicio en los tribunales de Gloucester el 30 de junio de 1994. Fred fue acusado de once muertes y Rosemary de diez. Ya estaban en pleno proceso judicial cuando Fred confesó también haber matado a su primera mujer, Ann McFall, a fines de la década de los ’60, e indicó el lugar, en medio del campo, dónde había enterrado el cuerpo. Fred West no llegó a escuchar su condena. El 1 de enero de 1995, se ahorcó en su celda de la prisión de Winson Green. Arrepentido a último momento de haberla acusado, dejó una nota dirigida a Rose: “Nosotros siempre estaremos juntos por amor. Tú siempre serás la señora West para todo el mundo, que es lo más importante para mí”, decía. Al pie de la página dibujó una lápida con una inscripción: “Con amorosa memoria. Fred West. Rose West. Descansa en paz donde no cae la sombra. En perfecta paz él espera a Rose, su esposa”. Rosemary West fue condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional en octubre de 1996. Nunca admitió los crímenes. Fred West se declaró único culpable de los crímenes. Hasta que cambió su declaración y la acusó a Rose de ser su cómplice Las memorias de Mae El año pasado, Mae, la segunda hija de Fred y Rose West contó cómo fue crecer con sus padres y sus hermanos en el siniestro hogar del número 25 de Cromwell Street. Allí relató que, mientras fue una niña, nunca supo lo que hacían sus padres, a pesar de los indicios. “Un día, cuando yo tenía ocho años, descubrimos un armario lleno de ropa y zapatos de mujer. Heather y yo solíamos vestirnos con ellos, y a mamá no parecía importarle. Solo muchos años más tarde me di cuenta de que era la ropa de mujeres jóvenes que habían sido asesinadas en la casa”, recordó en su libro “Te quiero como siempre: tu mamá”, título que extrajo de una carta con una carta que le escribió Rose poco después de que la encarcelaran. A medida que iban llegando a la pubertad, ella y sus hermanas comenzaron a sufrir las perversiones de sus padres: “Él empezó a abalanzarse sobre nosotras a la menor oportunidad, sobre todo si llevábamos el uniforme de colegio. Se colaba en la habitación, nos sacaba las sábanas y trataba de tocarnos. Al final, optamos por dormir vestidas. Rose veía eso como un comportamiento normal de Fred, y parecía esperar que yo lo viera de la misma manera”, escribió. Cuando Mae publicó su libro, hacía 18 años que la “casa de los horrores” había sido demolida. Mientras Fred y Rose estaban en prisión, un hombre llamado Andy Jones entró en ella con la ayuda de alguien que, por alguna razón desconocida, tenía una llave. Se llevó una serie de objetos que sumó a la colección que exhibía en la cárcel de Littledean, en Gloucestershire, con el título “Colección del Crimen a través del Tiempo”. La policía de Gloucester –encargada de custodiar la casa para preservar las pruebas– quedó nuevamente en ridículo. La opinión generalizada fue que los agentes no servían ni para cuidar una puerta. Por eso, apenas terminado el juicio de Rose West, la policía presionó al Ayuntamiento para que demoliera “la casa de los horrores” para borrar hasta la última huella de su negligencia.

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