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  • Enfermería: hay más estudiantes en Rosario, pero déficit de profesionales

    » La Capital

    Fecha: 18/05/2025 11:51

    En los últimos años, incluso en la previa de la pandemia por Covid-19 , la carrera de enfermería se expandió en cuanto a oferta educativa e interesados en cursarla. Pero de esos estudiantes, que van de los 18 a los 50 años, “no todos llegan al final y preocupa que la tasa de egreso no acompaña el ingreso” , señala la presidenta del Colegio de Enfermeros del sur de la provincia, Judith Núñez. “Es necesario hacer crecer la profesión, cuya demanda a su vez tiende a ser mayor porque la gente vive más y requiere personal asistencial” , agrega sobre uno de los roles primordiales del sistema sanitario, en especial en un contexto demográfico de incremento de la esperanza de vida de la población. “Las enfermeras siempre fuimos un recurso humano escaso y hoy también hay déficit”, se expresa Núñez en femenino y no por casualidad: el Colegio registra once mil matriculados, de los cuales el 75 por ciento son mujeres. “Debería haber una enfermera cada seis pacientes en internación. En algunas instituciones se cumplen estos ratios (proporciones) y en otras no, lo cual compromete la calidad de la atención” , puntualiza la dirigente y reseña las acciones de divulgación que llevan adelante sobre la importancia social de la actividad, además de reclamar políticas públicas que visibilicen y reconozcan al sector. En el sur de la provincia se cuentan 13 instituciones terciarias y universitarias, públicas y privadas, donde estudiar enfermería. Cuando se completa el nivel técnico (tres años), ya es posible ejercer y matricularse. Quienes además continúan el trayecto en la universidad, obtienen el título de licenciado. Con conocimiento de causa porque es profesora de la materia derecho y legislación laboral en una tecnicatura, Núñez menciona que “las nuevas generaciones empezaron a mirar más la salud y a elegir esta carrera” , en especial desde 2019. La pandemia pronto expondría con crudeza el valor y el compromiso de la profesión. Sin embargo, una buena porción de los alumnos advierte durante el cursado sus complejidades y exigencias: conocimiento técnico, vocación de cuidado, empatía para sostener al paciente y a los familiares, además de manejo de las propias emociones. Allí sobreviene la deserción. “(La tarea) tiene mucha demanda física y psíquica, el personal tiene que estar fuerte” , resume la licenciada Núñez, que desde chica “transita hospitales” porque sus padres eran enfermeros. También de niña Jaqueline De Carlo se conectó con la figura, pero a través de series televisivas donde aparecían personajes que le encantaban, sobre todo por “cómo ayudaban”. Apenas terminó la secundaria se anotó en la Escuela de Enfermería de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En marzo de 2024 se recibió y al mes consiguió su primer empleo. Con 23 años, actualmente se desempeña en el Instituto Cardiovascular de Rosario (ICR) y quiere estudiar la licenciatura. De hecho, la empezó. “Éramos tantos que algunos se sentaban en el piso. No pude seguir por el trabajo”, cuenta la joven, que cumple turnos de ocho horas. “La formación debe ser sumamente rigurosa porque todo lo hacemos en un marco teórico y científico. Sería fantástico que cada uno de los enfermeros accediera a un título de grado, pero cuando empezás a trabajar ya es más complicado”, acota la presidenta del Colegio, Judith Núñez, y en ese sentido resalta que “hay un alto porcentaje de profesionales que tiene doble empleo”. En el ámbito público los turnos son de seis horas. Una profesión apasionante “Todo lo relacionado con el corazón me encanta. Así que estoy haciendo lo que me gusta”, retoma Jaqueline De Carlo y reconoce que tiene mucho de lo que ocuparse durante su jornada laboral, “pero también aprendés a organizarte. No es que el médico te da una orden y la ejecutás, somos parte de un equipo. Pasamos 24 horas con el paciente, tratamos de entenderlo, al igual que a su familia, para luego comunicárselo al médico”. Uno de los baluartes de esta práctica, dice, es “saber escuchar, incluso que la dolencia tal vez no venga del cuerpo, sino del alma”. Ese costado “profundamente humano” de la enfermería es lo que más atrapó a Milagros Bini, de 21 años, a la hora de inscribirse en la Cruz Roja filial Rosario. Está en tercer año de la carrera, pero desarrolla prácticas desde primero y además es voluntaria. “Siempre sentí una vocación muy fuerte por ayudar a los demás, especialmente en momentos de vulnerabilidad. Me interesa no sólo lo clínico, sino lo humano del cuidado, el estar presente, el acompañar”, relata su experiencia. “Me motiva ser la profesional que el día de mañana yo quisiera que me atendiera”, resume con pocas pero certeras palabras. “Por más que avancen la inteligencia artificial y la tecnología, se necesitará quien le sostenga la mano al paciente. El trabajo es que se reconozca y valore a los enfermeros, de lo contrario es muy difícil sostener el sistema de salud”, afirma en consonancia la referente del Colegio rosarino. Y agrega que aún no se han saldado reclamos históricos del colectivo que mejorarían las condiciones laborales, a través de la reglamentación del artículo Nº25 de la ley de ejercicio de la actividad (N12.501), el cual establece que la profesión es de alto riesgo, y la implementación de la ley Nº13.968 -sancionada en 2019- por la que se incorporan los licenciados en Enfermería al escalafón de los profesionales universitarios de la salud. En ese sentido, se constituyó una mesa de diálogo y una comisión asesora para trabajar en conjunto con el gobierno de la provincia. “Estudiar me hizo ver la importancia que tiene la enfermería en la salud, por eso digo que es imprescindible. Me gustaría trabajar en áreas críticas, con niños o en cirugía. Todavía no me decidí”, admite la joven Milagros Bini y recuerda imágenes de su infancia. “Mi abuela estaba mal y yo vi cómo mi papá, sin ser enfermero, la cuidaba: con amor. Eso para mí fue una referencia. Lo mismo mi mamá con mi abuela materna hasta hace poco. Quiero ser esa profesional que atiende como si la persona fuera un familiar, no 'el paciente de la cama 22', porque esa persona tiene un nombre, tiene una vida”, planea la joven, poniéndole rostro y voz al desafío de las nuevas promociones de enfermeras.

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