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  • Una nueva era en el radicalismo chaqueño

    » Primerochaco

    Fecha: 12/05/2025 21:55

    Por Dr. Jorge «Peli» Monzón El resultado electoral más reciente en Chaco no solo definió cargos, sino que también despejó dudas sobre el liderazgo del gobernador Leandro Zdero. Muchos, incluso dentro de su propio espacio político, lo subestimaron. Lo trataron de improvisado, lo cuestionaron por apostar a caras nuevas, lo criticaron por integrar listas con nombres desconocidos. Sin embargo, Leandro, como se dice en la jerga, se puso la campaña al hombro y ganó. Esa victoria no es solo una reafirmación de su figura, sino el comienzo de una nueva etapa en la política chaqueña. Su estilo dista mucho de los gobernadores anteriores. Leandro no es un caudillo de escritorio ni un líder de imposiciones. No construye poder a base de temor, sino a partir del diálogo, de la inclusión y de una actitud fresca que rompe con el molde de los últimos veinte años. Como dicen muchos, hasta las chicas: “es cari lindo, simpático, cercano”. Y eso, en política, también es un capital. No es menor destacar que muchos de los actuales funcionarios vienen de sectores que no eran protagonistas en el pasado: comerciantes, profesionales, referentes sociales. Algunos están listos, otros están en pleno proceso de adaptación, y otros simplemente fueron superados por la magnitud del desafío. No es lo mismo hablar desde una mesa de café que gestionar un ministerio, una subsecretaría o una dirección. No es lo mismo criticar que conducir. Pero todos, sin excepción, tienen la oportunidad de demostrar. Hay quienes piden cambios. Yo no soy quién para decir quién debe estar o no. Si Leandro puso a Edgar Carrillo al frente de una dependencia, es porque confía en él. Y eso tiene valor. Antes, los cargos se definían entre cuatro o cinco nombres, en el reducido club de amigos en el que se había convertido el radicalismo chaqueño. Hoy, ese modelo empieza a ser parte del pasado. Leandro hizo algo parecido a lo que en su momento logró Ángel Rozas en los años noventa: abrir el partido, incluir a los enojados, a los desplazados, a los que alguna vez nos fuimos con bronca. Yo mismo fui uno de esos. Volví porque vi generosidad, apertura y una manera diferente de hacer política. También es cierto que este modelo de gestión exige responsabilidades. El gobernador deposita confianza, delega, permite que los ministros y subsecretarios actúen con autonomía. Y en ese contexto, el que no rinde, se va. Ya lo vimos con funcionarios que duraron poco tiempo en sus cargos. No hay lugar para improvisaciones eternas ni para la pasividad. El que no se adapta, queda afuera. Así de claro. En seguridad, por ejemplo, es evidente la diferencia. Hoy los policías sienten respaldo. Antes, mirar mal a un piquetero era causal de sanción. No podían actuar. Hoy, el ministro Matt Covitch recorre las calles, habla con la tropa, resuelve. Es un funcionario de calle, no de despacho. Y eso, en tiempos donde la gente exige soluciones concretas, marca una diferencia. Pero, más allá de lo institucional, hay algo más profundo que está ocurriendo. La sociedad está cansada. Cansada de los mismos nombres, de los acomodos, de los pactos entre dirigentes que ya no representan a nadie. El voto de confianza a Zdero es también una señal de hartazgo. De eso se trata esta nueva era. Y mientras algunos referentes del pasado siguen girando como satélites quemados, sin destino ni sentido —los verdaderos “muertos vivos” de la política chaqueña—, el radicalismo empieza a redescubrir su esencia: la cercanía con la gente, la escucha activa, la vocación de servicio. La esperanza, en definitiva, está volviendo. Y para muchos de nosotros, eso ya es un triunfo.

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