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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/04/2025 02:31
Javier Milei y Karina Milei en el Vaticano Jorge Bergoglio, quien durante los últimos 12 años, bajo el nombre de Francisco, ejerció el primer pontificado liderado por un no europeo y un jesuita, impulsó un proceso de reformas en las jerarquías eclesiásticas orientado a recuperar la mirada misericordiosa de la Iglesia hacia los sectores más desfavorecidos. Francisco ya descansa en su última morada. Una sencilla tumba al ras del suelo y sin ornamentos -según su último deseo- en la basílica de Santa María Maggiore, varios kilómetros fuera de las murallas de la ciudadela vaticana. Un particular emplazamiento que no solo da cuentas de su profunda conexión espiritual con la figura de la virgen y ese antiguo templo mariano y de su voluntad de sostener -aún más en su viaje final- la imagen de austeridad franciscana y cercanía que buscó imprimir a su papado, sino muy probablemente de su especial vínculo con otras dos figuras clave en su vida personal y pastoral: no solo San Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuítica, quien impartió misa por primera vez allí en las navidades de 1538, sino también de la República Argentina. Es que la basílica se encuentra emplazada a escasos metros -las separa apenas la pequeña Piazza dell’ Esquilino- del imponente palacio que Carlos Pellegrini comprara para albergar la embajada argentina, que allí funciona desde 1899. No había en Roma un lugar (física y simbólicamente) más cercano a un país que no pudo o no quiso visitar como sumo pontífice, en el que fue una figura gravitante no solo como líder religioso sino como un actor político cuyos gestos y declaraciones fueron siempre objeto de multiplicidad de lecturas e interpretaciones, y en el que se erigiera muchas veces en figura incómoda para los sucesivos presidentes que atravesaron su papado (Cristina, Macri, Alberto Fernández y Milei). Previsiblemente, por estas horas proliferaron en la dirigencia política argentina los homenajes y las exhortaciones a los valores que impulsó el pontificado de Francisco, como los del diálogo, la tolerancia o la empatía social. Y todo ello en el marco de una suerte de “tregua” implícita que se consumara con el decreto presidencial declarando siete días de duelo nacional. Sin embargo, mientras desde la pequeña ciudad-Estado emplazada en el corazón de Roma llegaban manifestaciones de un ecumenismo pocas veces visto (incluida la imagen de Trump y Zelenski reunidos en la Basílica de San Pedro), en una Argentina que sigue atravesando el profundo proceso de decadencia iniciado desde hace décadas, ni siquiera pudo respetarse esa frágil tregua de la semana de duelo nacional. El entierro del Papa Más allá del impasse de la agenda del Congreso Nacional, que incluía la interpelación a Francos por el cripto-gate en diputados, y el tratamiento de “ficha limpia” en la Cámara alta, y de la suspensión de las actividades de la campaña porteña y algunas actividades preelectorales en la provincia de Buenos Aires, mayoritariamente de forma más solapada, aunque en algunos casos puntuales sin disimulo, la mayoría de la dirigencia argentina -desde el oficialismo a la oposición- continuó embarcada en las descarnadas disputas político-electorales, que por cierto incluyen altas dosis de cinismo, oportunismo y desmesura, y prácticas ligadas simbólicamente y atávicamente al primitivismo, como la antropofagia, el fratricidio o el filicidio, entre otras pulsiones irracionales y alejadas del ecumenismo y la exhortación al diálogo que nos devolvían las imágenes de la Plaza San Pedro. Tras su retorno al país, el Presidente se meterá de lleno en una campaña porteña que, más allá de lo formal, no abandonó en estos días de “duelo”. No solo porque llevó en la comitiva oficial a Adorni, lo que podría ser leído como un intento de potenciar su exposición en una semana de baja intensidad en la campaña; sino por otros varios hechos de alto impacto político o comunicacional como su irrupción en un programa en que se entrevistaba al “anarcocapitalista” preferido de Milei (Huerta de Soto), las chicanas con que respondió a las declaraciones de Macri respecto a la interna del PRO, o la nueva y preocupante escalada de sus ataques a periodistas de diversos medios. Tampoco el PRO aprovechó las jornadas de duelo para llevar adelante un proceso de reflexión e introspección. Al contrario, la semana comenzó con una reunión formal -con foto oficial incluida- de la mesa bonaerense, donde quedó explicitada la grieta que separa a quienes estarían dispuestos a avalar un acuerdo con LLA siempre y cuando haya margen para discutir términos y condiciones de una eventual coalición electoral, y aquellos que abogan por converger con los libertarios a como dé lugar, aunque ello representara una pseudo-fusión o una integración inorgánica a las listas libertarias. A ello le siguieron declaraciones de Lospennato volviendo a denunciar un pacto entre libertarios y kirchneristas para no tratar el proyecto de “ficha limpia”, y la visita de Macri a Montenegro en Mar del Plata (uno de los promotores del acuerdo con los libertarios), donde Macri denunció que “los dirigentes que ya tenían precio fueron comprados”. Si bien en el peronismo en general y el kirchnerismo en particular los movimientos fueron más sigilosos, el duro enfrentamiento por el liderazgo bonaerense continuó bajo la modalidad de “guerra fría”, esperándose que la postergada sesión de la legislatura bonaerense para confirmar la suspensión de las PASO reavive tensiones. Así las cosas, tras retornar de las históricas exequias del primer Papa latinoamericano en 2 mil años de historia, Milei profundizará la senda de desmesuras, excesos, diatribas y ataques que exhibió tras la liberalización del tipo de cambio y el levantamiento del cepo producto del acuerdo con el FMI, a lo que sumará los cada vez menos disimulados intentos para “pisar” el dólar para intentar preservar su principal capital electoral (la contención de la inflación), eludir la devaluación, y evitar -solo estadísticamente- una mayor caída en el salario real. En las filas de la cada vez más fragmentada oposición, el kirchnerismo continuará con una disputa por el poder muy alejada de los problemas reales de la gente; mientras que el PRO, retomará unas internas que combinan “hoguera de vanidades”, instintos de supervivencia, pragmatismo y proyectos personales. En definitiva, un escenario muy alejado de los valores de tolerancia y respeto en la diversidad, y las exhortaciones al diálogo, la convivencia, la paz y la justicia social que fueron marca identitaria del hoy tan celebrado pontificado de Francisco. En una tan perversa como trágica paráfrasis de la famosa defensa de Séneca ante la corte de Nerón en el 56 DC: ni haz lo que te digo, ni lo que hago.
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