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  • De Fratelli Tutti a Huerta de Soto

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 27/04/2025 02:23

    El Papa Francisco ya es un recuerdo. Fue sepultado con el perfil bajo que él mismo ordenó en vida como último gesto de humildad. Pero no la humildad vacía, aislada y tacaña de esos que atesoran sigilosamente fortunas personales inconmensurables, propias de los especuladores que circulan en un coche mundano por las ciudades mientras guardan el Mustang para viajar a destinos exóticos. La humildad del Papa argentino se traduce como un mensaje a favor de la solidaridad en tanto valor nuclear de la convivencia humana, donde cada uno tiene lo que merece pero por lo menos lo que necesita. El padre Jorge ya no puede tomar decisiones pastorales, pero sí transmite su pensamiento vivo en los textos que dejó durante su apostolado. Entre ellos el más importante: la encíclica “Fratelli Tutti”. En “Fratelli Tutti”, traducida al español como “Todos Somos Hermanos”, Francisco alega a favor de la idea social de compartir los bienes en el ámbito institucional de los Estados de forma que se respeten principios como el de la propiedad privada pero bajo un concepto de “destino universal de los bienes”, es decir, que ninguna ley de mercado pueda imponerse como prioridad sobre las urgencias que padecen los más débiles, sobre los cuales posa su mirada sensible para proteger a las minorías, sean raciales, migrantes o de género. La obra cumbre del Pontífice que abrió la iglesia a los pecadores y lavó los pies de los presos refuerza el mandamiento bíblico de acoger al extranjero, a la vez que señala los beneficios de la integración entre culturas. En concreto, pone blanco sobre negro al sentenciar que las naciones tienen derecho a su tierra, riqueza y propiedad en la medida en que tales herramientas permitan a toda la humanidad acceder a los medios para la supervivencia y la realización. “Una nación tiene obligaciones con toda la familia humana y no sólo con sus propios ciudadanos”, escribió Francisco para dar fundamento a una de sus máximas: “Nadie se salva solo”. Ahora que está enterrado, ahora que los principales dignatarios del mundo han ido a rendirle honores en su lecho póstumo, ahora que -contra toda sensatez- nada menos que el presidente de su país llegó tarde a la ceremonia sublime del sellado de su féretro, las ideas del Papa flotan huérfanas a la espera de que los líderes por venir las asimilen, las interpreten y las apliquen. Porque, como dijo un legislador paraguayo de ideología liberal hace pocas semanas: no es suficiente con un Excel lindo, con números macroeconómicos prolijos, con superávit fiscal y con el dólar flotando en un sistema cambiario que pareciera libre, pero que no lo es en razón de estar fundado en un endeudamiento brutal. Además de todo eso, las políticas económicas deben necesariamente reflejarse en una mejora en la calidad de vida de los pueblos, que con ese fin se organizaron a lo largo de la historia bajo la forma del Estado-Nación. El problema radica en que los vientos ideológicos han cambiado de cuadrante por culpa de una clase política errática y floja de principios, dilapidadora de su propia representatividad al punto de haber generado la brecha para la irrupción de una extrema derecha enancada en supuestos delirantes como los defendidos por personajes como el economista ultralibertario Jesús Huerta de Soto, inspirador del presidente Milei en tanto impulsor de una sociedad sin Estado, sin salud pública, sin seguridad pública y, por ende, sin democracia. En rendirle honores a Huerta de Soto estaba Milei ocupado cuando se agotaban los tiempos para llegar a Roma, a despedir al argentino más importante de todos los tiempos a cajón abierto. En la capilla ardiente se encontraron Lula da Silva, Emmanuel Macrón y otros referentes mundiales, pero no el presidente argentino, quien se entretuvo recitando lisonjas para el predicador de una doctrina anti-Francisco: nada de ayuda a los pobres sino libertad irrestricta para que cada persona elija su camino, incluso el vender hijos u optar por la muerte famélica. Una catarata de críticas al jefe de Estado argentino emanó del ducto cloacal de expresiones reactivas que son las redes sociales. Irrespetuoso y desubicado fue lo menos que le dijeron al morador de Balcarce 50 en medio de una tremolina de descalificaciones que, al parecer de quien esto escribe, fueron tan exageradas como las manifestaciones de Huerta de Soto a favor de un ideal de mundo desregulado en el que cada uno resuelva su destino en libre interacción con el mercado y no bajo la órbita arbitral de una autoridad pública. El español que recibió un doctorado honoris causa otorgado por la academia privada de los Benegas Linch profundizó un concepto que ya había sido aplicado por el propio Milei cuando era candidato a presidente. La atribución de “representante del maligno en la tierra” por parte del ahora titular del Ejecutivo Nacional al Papa Bergoglio, perspectiva que su ídolo madrileño amplió al pronunciar una frase tan profana como provocativa. La frase inclina la balanza a favor del ala opusdeísta de la iglesia católica al parafrasear a Benedicto XVI, el Papa alemán que hubo de renunciar en el peor momento político de la Santa Sede para dejar que un jesuita nacido en el barrio porteño de Flores viniera a redimir la institución católica. Dijo textualmente Huerta de Soto: “Podemos estar seguros de que Francisco está ya viendo la faz de Dios. Y no sólo eso, sino en contacto directo con la verdad. Y la verdad tiene dos caras: científica y moral. Y la verdad moral es, ya la ve, que el Estado es como institución la encarnación del Maligno en la Tierra. Ratzinger lo explica en una de sus obras: es el Anticristo, por decirlo de alguna forma”. Después de leer tales temeridades deberíamos imaginar un mundo como el que pretende este devoto de la Escuela Austríaca: sin organización cívica, sin normas coercitivas que, aplicadas por un Estado conducido por representantes democráticos, impida la consumación de los más crueles procederes, los más oscuros delitos y los más inhumanos abusos. Hacer el ejercicio mental de pensar como el profesor más admirado por el Presidente de la Nación da miedo. Se trata, nada menos, que de una dimensión en la que todos los seres humanos convivan en un plano de desigualdad natural, con las ventajas y desventajas que cada uno obtenga al momento de nacer, conforme el azaroso método repartidor de una perinola que otorga abundancias o retacea minucias según la cara que toque en suerte. El sueño húmedo de este economista y catedrático que suele romper billetes de 10 euros (nunca de 500) en clases para demostrar que el dinero estatal carece de valor, es un permiso conglobante para hacer de todo con todos, contra todos y a pesar de todos. Huerta representa una cantera de ideas que nutre al presidente Milei, cuyo anhelo más elevado es hacer realidad (como si fuera colocada su posición frente a un espejo) todo aquello que rechazó y combatió Francisco durante su papado. Por eso no está tan mal que el “melenas” de la Casa Rosada haya llegado tarde a las exequias, pues no deja de ser una demostración de sinceridad que el propio Jorge Bergoglio hubiera valorado. ¿Se han preguntado si al Papa le hubiera importado que Javier Milei asistiese a su velatorio? Sin dudas que le hubiese valido madres porque, después de todo, el Papa argentino se caracterizaba por la virtud de abrazar al diferente y enfrentar al enemigo con una prédica que desnudaba la hipocresía de lo que él llamaba falsos profetas. Mientras Milei terminaba de condecorar a Huerta de Soto, en el confín de una provincia marginada por el centralismo como es Corrientes, un obrero de la construcción despedido hace tres meses hundía sus dedos en las bolsas de residuos, en un contenedor de Laguna Seca. Pensé que buscaba latas de aluminio pero de todos modos le pregunté por qué hurgaba en la pestilencia. "Tengo que juntar para el alquiler de la pieza donde viven mis hijos señor y prefiero comer de la basura antes que dejarlos sin techo". Le pregunté por Milei y me confesó que hace dos años pensaba que tenía "buenas ideas", pero fue incapaz de relacionar su situación con la paralización de la obra pública. “Caí en desgracia”, justificó. Le di los pesos que tenía encima, que no eran muchos. Agradeció y se

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