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  • Netanyahu, el traidor

    » Diario Cordoba

    Fecha: 25/04/2025 05:46

    La persecución forma parte de la historia del pueblo judío. El Holocausto fue el intento de su negación total, de su desaparición. Mostró la capacidad destructiva del nacionalismo extremo y la pasividad de la mayoría ante el horror. Del trauma de unos y la culpa de otros nació Israel, una patria para un pueblo que había hecho del exilio su forma de existencia. Como señala el filósofo Reyes Mate en Tierra de Babel (Editorial Trotta, 2024), la tradición de la diáspora y la sionista conviven en la historia del judaísmo. Mientras una aboga por ser un pueblo sin tierra con un punto de vista propio, la otra defiende la necesidad de una nación y una lengua propia. El sionismo nació en la Europa del Romanticismo de la mano de laicos que buscaban la modernización del judaísmo. La preservación de la memoria también forma parte del judaísmo. Entendiéndola como un fundamento moral que mantiene viva la conciencia del sufrimiento y la responsabilidad hacia él. El deber de la memoria es una ética de justicia y reparación. «No podemos permitir que la barbarie se repita, pues, de acuerdo con los supervivientes, la humanidad no lo resistiría», escribe Mate. Una repetición sería la «catástrofe definitiva». Atendiendo estos principios, ¿hasta qué punto Netanyahu es un traidor a la causa que dice defender? El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es poderoso. Lucha por su supervivencia política, juega con la culpa y los traumas históricos, se beneficia de la estratégica situación geopolítica de Israel y cuenta con suficientes apoyos financieros como para comprar voluntades políticas, intelectuales y periodísticas. Pero la cruel devastación que sufre Gaza desde hace más de un año y medio, así como su desprecio absoluto por el derecho internacional, no solo representa una quiebra moral y cultural respecto a los valores humanistas que un día quiso encarnar Israel, sino que está provocando una quiebra ética en todo el mundo. El pueblo de Gaza agoniza ante la pasividad de Occidente, cuando no la complicidad más indigna. En demasiados lugares, las protestas contra el genocidio son tachadas de antisemitas. Y ahí está Trump, banalizando el término y utilizándolo para amenazar o castigar. En su nombre se están cometiendo todo tipo de abusos policiales en EEUU, cercenando la libertad de expresión y extorsionando a empresas e instituciones. El escritor Pankaj Mishra opina en El mundo después de Gaza (Galaxia Gutenberg, 2025) que la tragedia de Gaza ha llevado a muchos a enfrentarse a la «enfermedad crónica» de sus respectivas sociedades y descubrir «un mundo decrépito que ya no cree en sí mismo, y que tan preocupado como está en sobrevivir a toda costa, pisotea sin menoscabo los derechos y principios que en otro tiempo consideró sagrados, repudia todo sentido de la dignidad y el honor y recompensa la violencia, las mentiras, la crueldad y el servilismo». Las víctimas que murieron en los campos de exterminio no merecen esta cruel manipulación de su sufrimiento y, menos aún, ser utilizados para justificar el totalitarismo, el racismo y la masacre de todo un pueblo. *Escritora

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