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» LaVozdeMisiones
Fecha: 20/04/2025 04:56
Por Richard Cantero INSTAGRAM/richardfcantero/ “… Pero a la vez existe un transformador que te consume lo mejor que tenés. Te tira atrás, te pide más y más y llega el punto en que no querés…” Charly García En agosto de 1982 yo tenía 11 años y las heridas de Malvinas todavía sangraban desgarradas por todas partes en Argentina. A pesar de mi corta edad, pude percibir la euforia en charlas de gurisada cuando en la fantasía valiente de pibes imaginábamos defender Malvinas, motivados algunas veces por el vuelo rasante de aviones de combate que vimos pasar varias veces no mucho más arriba de los techos de la escuela Fraternidad o de nuestras casas en el barrio, en Villa Cabello, cerca del aeropuerto. Nosotros crecimos con la conciencia de que las islas son dos hermanas llevadas a la fuerza por un enemigo invasor y que debíamos ir a buscar y traerlas de regreso. Tal vez por eso pude percibir también la angustia y el dolor de la pérdida de vidas tan jóvenes, de pibes apenas un poco más grande que nosotros, de hijos, de primos, hermanos, novios, esposos, padres, vecinos, amigos de otros amigos apenas salidos del colegio secundario o cursándolo todavía. La angustia de la derrota colectiva que nos consumía por dentro cuando los medios nos decían y titulaban que estábamos ganando. En octubre de ese mismo año Charly lanza Yendo de la cama al living y un año después, en 1983 con Click Modernos, seguía yendo y viniendo entre canciones que nos hicieron ver de personas que podían desaparecer. Amigos del barrio, cantores de radio y los que andan por la calle que, en definitiva, no es otra cosa sino cualquiera de nosotros y en cualquier edad. Obreros, trabajadores activos y pasivos de todas las áreas, estudiantes, nietos, hijos y abuelos que tanto ayer como hoy nos movemos entre dinosaurios que rugen desde siempre sus violentos discursos belicosos que adornan con pompas y títulos épicos o arengas revolucionarias. Así supimos de procesos de reorganización nacional o de revoluciones de la libertad o libertadoras, o libertarias. O incluso una un poco menos épica como la revolución de la alegría que, no por menos épica; acaso esté menos presente en el desánimo social y no sea esa alegre revolución, la gota que llena el vaso en el inconsciente colectivo. Sea que fuere un dinosaurio o un transformador, sabemos que eso que Charly vio y cantó, se alimenta de nosotros y no nos deja tranquilos. Parece no quedar dudas y claramente se trata de un sistema de poder que funciona a partir de exprimirnos y devorarnos anímicamente y en ello basa su funcionamiento; cuanto más le damos, más nos pide y más le damos y más nos pide. Pienso mientras escribo y noto no saber si cuando Charly dice: “… y llega el punto en que no querés”, nos lo diga a todos. Puede que tal vez no a todos, pero si al menos al colectivo de todos los que fuimos aprendiendo a escuchar su mensaje y lo que tenía para decirnos desde hace medio siglo y pico. Llega o llegó, o llegará o será que viene llegando el punto en que ya no queremos y buscaremos desconectarnos al menos por un rato del transformador que nos consume en lo mejor que tenemos, ya sea que éste sea un mal sueño, un dinosaurio o el sistema de gobierno, o el aparato de medios, o una forma de hacer política. Es que lo venimos escuchando todo el tiempo en la calle: “… es que la gente se hartó… la gente no quiere saber más nada con los políticos”. ¡Y menudo dilema! Ya que por hartos que estemos, apagar la energía política del transformador social no es una opción ni debe serlo. Eso es precisamente lo que pretenden quienes no creen en la política y la detestan hablando siempre y solo en un sentido corrosivo, satírico, cáustico y corruptible de la política para eludir que la política es, ante todo, asunto de injerencia colectiva y el arte de lo posible para el bienestar de los pueblos. ¡Es que tampoco hablan de pueblo! Todo es individualismo, meritocracia y salvación personal. Si forzamos un poco la mirada todo se vuelve arquetípicamente real, el transformador, el hartazgo y una noción deformada de la política que en la discusión de las redes y medios; no nos deja ir más allá de lo deforme, lo grotesco, lo ruin y lo corrupto como único asunto simbólico de la política. No se escucha a nadie del gobierno nacional ni a mucha parte de la oposición, hablar de política en un sentido positivo. Con seguridad que nadie desde el gobierno nacional o el oficialismo y casi nadie en amplios sectores de la sociedad y el escenario político está hablando de desarrollo industrial, desarrollo educativo, desarrollo social, desarrollo científico, desarrollo urbano o del sistema de salud o desarrollo de programas de vivienda, o de empleo o fomento para PYMES y emprendedurismo. En fin, habiendo tanto para hablar en el sentido constructivo de la política, tanto que tratar de asuntos y necesidades que atender para el mejoramiento del tejido social, su asunto y simbología pasa por un reduccionismo de fuerzas celestes que debemos imaginar que bajan y convierte a todos en fieras, leones o corderos, topos o ratas, o basuras, o lacras, o mandriles con culos inflamados y por supuesto, si hay culos hay caca; mucha caca o mejor aún: “kakas”. Aunque esa es una categoría interesante porque incluso cualquiera puede convertirse en kuka o “kk”. No importa el árbol genealógico, grupo sanguíneo, preferencia política, ni procedencia ideológica; basta con hacer alguna crítica más o menos sesuda y razonable y el rayo kukarizador va a localizar al crítico, va a alcanzarlo o alcanzarla y señalarlo como señalaba la estrella amarilla de David a los judíos durante la segunda guerra mundial o como señalaba la flor de lis a los herejes durante la inquisición. Kirchnerizar el disenso, el debate político y la discusión de ideas pareciera que pasó a ser la solución final a todos los problemas sociales que nos genera el enajenarnos al libre mercado, en el que dicho sea de paso solo somos los compradores y consumidores cada vez más pobres y empequeñecidos; enajenarnos también al neoliberalismo privatizador, la deuda eterna, la especulación financiera, la fuga constante e interminable de capitales, enajenar recursos naturales y soberanía justo en un contexto de reordenamiento geopolítico y económico que vive hoy el mundo a escala planetaria y que se va reconfigurando, al menos por ahora, en sentido opuesto al que nuestro golpeado país decidió ir. A nada de eso le damos cabida ni dimensión en la discusión política ni le asignamos, a propósito, responsabilidad alguna. Mejor parece ser hallar una sola culpable o un solo culpable que puede ser cualquier perejil que pasó a criticar y hacer creer que se ha dado, insisto; una solución final al asunto que nos tiene atrapados en este espiral de malas decisiones como ciudadanos. En este universo simbólico nada es posible porque todo de lo que se hable o se trate es un “curro”. Si hay inversión en educación, “es curro”; si hay inversión en salud, es porque “de ahí curran”; si hacen rutas y obra pública es porque “con eso curran”, si hacen un concierto “es curro” y si fuera que un grupo de vecinos y padres se organiza con un comedor, es porque “están currando”. Todo es curro en el esquema de debates cuando lo que se intenta es hacer nada, abandonar toda forma de acción política y romper o quitar toda forma de estructura y andamiaje de la movilidad social. El universo de medios a nuestro alrededor nos bombardea hegemónicamente sobre la idea de quién robó, qué robó, cómo robó, cuánto robó y dónde supuestamente está la que se robó haciéndonos creer que, si manejamos esa información, estamos involucrados en la discusión política y participamos de la actualidad; cuando en todo caso solo estamos balbuceando y regurgitando en nuestro hartazgo acerca de delitos, robos, curros, bolsos, falsedades y fantasías animadas de animales, alimañas, kk, motosierras y culos de monos, para no hablar de lo esencial. Para no hablar del desguace de los aparatos productivos, para no hablar del industricidio, para no hablar de argentinos que pasan hambre, para no hablar de la caída estrepitosa de la clase media y el estancamiento de la economía doméstica. Pero por sobre todo para dejar de hablar de pueblo, de comunidad, de sentido colectivo, de superación mancomunada y desarrollo social. Habrá que dejar de callar. Habrá que discurrir mucho sobre lo simbólico y lo significantes en todos los campos del coloquio de ideas que nos encuentran interactuando colectivamente. En la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y se me ocurre que sobre todo en las iglesias y en los sermones, si es que persistimos en esta no tan buena idea de intervenir y actuar en política arriesgando el bienestar del tejido social con el misticismo de las fuerzas del cielo y la mucha falta de lectura. Habrá que replantear cuidadosamente el uso, el sentido y los significantes que le damos a la palabra que sale de nuestros labios y formula nuestra lengua porque a según el evangelio que moldea nuestras sociedades y el inconsciente colectivo, es lo que sale de nuestra boca lo que nos daña y contamina. Habrá que persuadir que la libertad, como palabra, es demasiado valiosa como para usarla como cliché y muletilla de campaña. Quizás, como nos dice la canción, un poco nos corrompimos y hemos olvidado que la llevamos dentro del corazón, que ella siempre está y nadie nos la otorga; salvo que hayamos sido condenados a perderla. ¡Pobre el hombre que, enfrascado en buscarla, no percibe la libertad en su interior! Simplemente porque ella anida en lo sensible de la naturaleza humana. La libertad es ante todo auto determinación, es estar listo y presto para obrar con raciocinio y se ejerce, como dice Tomas Moro, en la autonomía para buscar siempre el bien común a través de cultivar el espíritu y las facultades intelectuales del espíritu del hombre y no solamente cultivar el monedero, la teología de la prosperidad, el acopio de billetes y bienes de propiedad privada. “.. Hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace tiempo atrás y es necesario cantar de nuevo una vez más…” ¿Y cuál es esa canción? Claramente son muchas las canciones que bien nos vendrían volverlas a cantar, como la que nos anima a tirar para arriba si no vemos la salida, la que nos anima caminar entre las piedras cuando pase el temblor, la canción con todos, la de la copla nuestra que quería el carcelero para aguantarse el miedo de su propia prisión, la de pedirle a D´s que el dolor no nos sea indiferente y haber hecho lo suficiente, la de ofrecer el corazón si todo parece perdido, la de la bronca cuando se hacen los moralistas y entran a correr a los artistas, la de darme de tu mano lo que puedas y tomar de mi mano lo que quieras, la de encontrar en el pago donde nacimos lo que errantes buscamos por ahí, la de ya no llorar por las heridas que no paran de sangrar en esta locura de desacuerdos, la de que la vida es un libro útil para aquel que quiere comprender, la de abrir los ojos y estar vivo en tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos que pretenden que siempre estemos solos y la que nos invita a cantar como el viento peinador del trigo y como el rio entre los pueblos porque los pueblos que cantan siempre tendrán futuro. Para cerrar, me sumo desde donde me toca, sea para ayudar a crear nuevas canciones con todos los que me rodean o sea para ayudar a que llevemos en nuestros oídos la más maravillosa música que es, la palabra del pueblo argentino. No llores por mi Argentina, te quiero cada más. (*) Músico. Compositor. Profesor.
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