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  • Escopetas prestadas: de Perón a Milei

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 06/04/2025 22:12

    El peronismo se presentó ante el sistema políticosocial de su época en el papel de un justiciero dispuesto a quebrar la casta oligárquica que sometía a las clases trabajadoras con salarios de hambre y condiciones de vida poco más confortables que las de los caballos en un establo. El mileismo, si es que no le queda grande el sufijo “ismo”, se presentó con similares consignas pero con una diferencia: no venía a equilibrar la balanza entre los desclasados y los aristócratas, sino a empoderar a una burguesía que se había hartado de las carteras Louis Vuitton de Cristina Kirchner como símbolo de una riqueza mal habida. Hasta ahí los paralelismos. Las diferencias entre ambos fenómenos son, por supuesto, notables. Perón se estabilizó en el poder sobre la base de una estrategia de redistribución de la riqueza y convirtió al imperio norteamericano en su enemigo funcional mediante aquella dicotomía cosmética “Braden o Perón”, cuando en realidad las líneas de intercambio con Estados Unidos -como con los vestigios del derrotado Eje de la Segunda Guerra- se mantuvieron activas mediante negociadores eficaces y sigilosos. Un ejemplo es el del brigadier Juan San Martín, hombre clave en la creación del núcleo industrial cordobés que comenzó con la estatal IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) pero que luego se combinó con la inversión privada mediante el arribo del holding norteamericano Kaiser, bajo la conducción de un ejecutivo ejemplar como James McLoud, hacedor -entre otros aciertos- de portentos automotrices como el hoy mítico Torino, auto argentino por antonomasia. De la misma forma, mientras Eva y su fundación sustentaban las necesidades coyunturales de los descamisados hasta convertirlos en un ejército de leales militantes, Perón trazaba líneas estratégicas para el desarrollo de la aviación y la defensa nacional con la llegada (en el más estricto de los secretos) de los ingenieros alemanes que desarrollaron el avión a reacción Pulqui, aeronave con tecnología de punta cuya evolución fue desactivada por la autodenominada Revolución Libertadora, que prefirió comprar el Sabre norteamericano antes que construir el que pudo haber sido uno de los cazas más avanzados del mundo. No es casual que el añorado McLoud haya convivido bajo el mismo paraguas de protección estatal que el criminal nazi Adolf Eichmann, supernumerario de la fábrica de Mercedes Benz, compañía germana que también se instaló en el país durante el gobierno peronista. Ni que hablar de Kurt Tank, inventor del Pulqui pero también cerebro del perfeccionamiento táctico de la temible aeroflota nazi conocida como “Luftwaffe”. Todo eso era Perón, con lo malo y con lo bueno, valores subjetivos que adoptan distintas posiciones en la escala axiológica de los pueblos con el devenir de la historia. Y no estamos en medio de este texto tan largo para distraernos en cuestiones morales, sino para indagar en el acierto que le permitió a aquel joven coronel que bebió del fascismo italiano transformarse en un líder de masas cuyo legado atravesó los tiempos y transversalizó las ideologías. ¿Milei se parece a Perón? Sí, pero sólo en el sentido genérico de su irrupción. Si el general supo utilizar con eficacia los instrumentos del marketing del momento (recordar, por citar un caso, su participación en los espectáculos solidarios con los que se recaudaba fondos para la San Juan destruida por un terremoto, ocasión en la que se mostró públicamente con la bella Eva Duarte), Milei aprovechó el fenómeno de las redes sociales para emular a Steve Bannon mediante un mensaje que inoculó odio, divisionismo y conformación de comunidades cerradas, encabezadas por streamers, vinculadas entre sí por meros clichés propagandísticos. Milei tiene a Santiago Caputo como estratega de comunicación y a su hermana Karina (El Jefe) como estratega política. Perón, en cambio, tenía al brigadier San Martín y al magnate Jorge Antonio como generadores de negocios (inversiones podría decirse más candorosamente) y a Evita consagrada al campo social, pero no delegaba lo importante: la política. El libertario, en cambio, se ufana de concentrarse en la economía mientras cede el armado político a sus lacayos. Perón aprovechó los vientos de cola de la posguerra para exportar alimentos al mundo al mismo tiempo que atraía capitales extranjeros con arraigo. Es decir, no vinieron especuladores del “carry-trail” sino empresas que se instalaban con plantas, maquinarias y empleados en blanco a los que formaban para mejorar la calidad de producción. Y ese modelo fue continuado luego por la presidencia de Arturo Frondizi, en cuya gestión se multiplicaron las inversiones de larga duración. Un ejemplo: Ford edificó su actual línea de montaje de Pacheco en 1960, durante la administración del presidente correntino nacido en Paso de los Libres. Ahora que la economía comienza a flaquear producto de la escasez de dólares genuinos, cuando las fábricas del polo factorial cordobés anuncian que dejarán de producir camionetas Renault y Nissan porque conviene más importarlas, Milei padece la consecuencia de sus errores. Porque el marketing no basta cuando las condiciones mundiales cambian (por el arancelamiento serial de Trump), en especial si se trata de un gobierno débil que se la daba de guapo -como el suyo- pero que menospreció a los políticos profesionales que lo bancaron hasta el jueves. Ese día, 3 de abril, los senadores peronistas, kirchneristas y macristas se unieron para demoler sin miramientos el plan gubernamental para levantar un parapeto protector en la Corte Suprema de la Nación. El descendiente de calabreses Mauricio Macri pasó factura y ordenó abrir fuego contra los pliegos de los cortesanos en comisión Manuel García Mansilla (sentado sin legitimidad) y Ariel Lijo (desahuciado antes de llegar). ¿De qué se olvidó Milei? De la política, de construir acuerdos duraderos y confiables con sectores que demostraron predisposición para acompañarlo a cambio de contraprestaciones razonables como la condición de que La Libertad Avanza no intentase tomar el territorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuna y razón de existencia del Pro. Mientras el Senado infligía al Gobierno la peor derrota política de su breve administración, ¿dónde estaba el Presidente? En un festín de la ultraderecha, pagando 30.000 dólares por cubierto en la residencia faraónica que su colega Trump posee en la isla de Mar-a-Lago, una supermansión de 130 habitaciones, ninguna de las cuales sirvió para lo que el león fue buscar: una foto con su amado Donald que ayudara a destrabar las cada vez más encarajinadas negociaciones por un nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional, nunca tan dubitativo ante la chance de prestarle 20.000 millones de dólares al contradictorio minarquista argentino. Sí, como Perón, Milei es contradictorio. El primero se decía enemigo de Estados Unidos, pero sotto voce seducía a sus grupos empresarios. El segundo se presenta como el peor enemigo de la burocracia estatal, pero aplica el cepo y pisa el tipo de cambio para mantener planchada la cotización del dólar que -lo sabemos todos- se dispararía como un volcán si le quitaran los grilletes coercitivos del Estado. Sin foto con Donald, sin jueces amigos, sin legisladores leales, sin dólares y con la inflación reavivándose en las góndolas (basta mirar los precios) Milei vuelve al ostracismo endogámico de su gurú Caputito y su hermana “El Jefe” y olvida las enseñanzas del mayor filósofo de la política renacentista, Nicolás Maquiavelo, quien alguna vez advirtió sobre el peligro de combatir con tropas mercenarias en vez de con ejércitos propios. A diferencia de Perón, Milei no se ocupó de integrar una militancia monolítica, como tampoco trabó acuerdos de coexistencia con quienes pudieron haber sido sus aliados duraderos. Transgredió códigos no escritos y fue al ataque con escopetas prestadas. Ahora Estados Unidos le quitó los cartuchos: el delegado para Sudamérica Mauricio Claver Carone le exige que se divorcie de China (eliminando el principal anclaje de reservas que todavía sustenta su modelo, el famoso swap de monedas) y hasta la España de Pedro Sánchez (a cuya esposa Milei deshonró) vota contra las urgencias argentinas en el FMI. Perón cometió errores y fue derrocado, pero sobrevivió con ejércitos propios que lo obedecieron incluso desde el exilio. Se concentró más en los hechos que en las declamaciones y murió en el poder. Milei, en cambio, se dejó llevar por su propia fantasía del “mejor gobierno de todos los tiempos” y cayó en el peor de escenarios que según Maquiavelo puede configurarse en la vida de un gobernante: “Quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer aprende más bien su ruina que su salvación”.

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