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  • Pablo Stefanoni: “El progresismo sigue siendo poderoso”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/03/2025 04:31

    “El progresismo sigue siendo poderoso”, dirá, al final de una larga charla, Pablo Stefanoni, que es Doctor en Historia pero, sobre todo, es el autor de un libro que “la vio” tempranamente. Se tituló ¿La rebeldía se volvió de derecha? y se ocupada de cómo el antiprogresismo y la anticorrección política construían el sentido común y, decía él, “Por qué la izquierda debería tomarlos en serio”. Era 2021, se terminaba el mandato de Donald Trump y pocos debían imaginar que Javier Milei iba a ser el presidente de la Argentina. ¿La rebeldía se volvió de derecha? Por Pablo Stefanoni eBook $ 9,99 USD Comprar Pero ahí estaba, desafiante, el libro de Stefanoni. Que miraba la realidad con los dos ojos bien abiertos y escribía: “Estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla”. Decía que estaba en juego la posibilidad de imaginar un futuro, de quién lo imaginaba, de si se caía una idea que había mantenido despierto el corazón de la civilización. La idea de “un futuro mejor”. Indignación era la palabra, entonces. Enojo. Y quienes proponían “patear el tablero” y enfrentar a las elites no eran “los progresistas” sino, decía Stefanoni, las “derechas alternativas”. Siempre tiene su atractivo la idea de sacudir todo y arrancar de nuevo. Suena todo a obvio visto ahora, desde este 2025 en que Donald Trump está a la cabeza de los Estados Unidos, promete que ahora sí hará lo que había que hacer y empezó deportando inmigrantes y subiendo tarifas a productos importados. Y que la Argentina está presidida por Javier Milei, que declaró ser el topo que destruye el Estado y opinó que la justicia social es una aberración. Entonces, desde Francia, donde vive, Stefanoni matiza: “Por lo menos en Occidente el progresismo sigue siendo significativo. La idea de una ola de extrema derecha que se lleva todo por delante no está verificada hoy en la realidad, pero quizás está suficientemente verificada para que cause legítima preocupación”. Pero ¿qué pasó con el progresismo? De eso vamos a hablar. Asalto al capitolio en 2021, los nuevos indignados. (EFE/Jim Lo Scalzo) -¿Qué es lo que viste y te llevó a estudiar el fenómeno de las nuevas derechas? -Había varias fenómenos que no encajaban en las lo que eran las derechas tradicionales, que solían estar asociadas a la idea de orden. En el caso de estas derechas se presentaban cuestionando el statu quo y generando inestabilidad, retomando ciertas banderas de inconformismo que tradicionalmente estaban más asociadas a la izquierda. -¿Te fijaste en Milei? -En ese momento no pensé que en tan poco tiempo iba a llegar a la presidencia. Me interesaba como un fenómeno casi contracultural y que podía tener alguna expresión política, pero no que fuera a ser ese fenómeno tan aluvional que vimos después. Y me pareció que todos esos cambios en la derecha estaban generando cierta perplejidad en el progresismo, porque era más fácil enfrentarse con derechas al viejo estilo, por decirlo así, hombres blancos, conservadores, acartonados, de saco y corbata, y no con mujeres como una lesbiana en Alemania o una especie de rockstar en Argentina, o con alguien como Donald Trump en Estados Unidos, que interpelaba a sectores de la sociedad de manera muy transversal. Porque esa es otra característica de esta nueva derecha: que conecta con cierto inconformismo social que atraviesa toda la sociedad. -¿Pero en lo profundo no son conservadores? ¿Por qué canalizarían el inconformismo si no van a ir contra los poderes reales? -En el pasado había el discurso conservador de la derecha. Iba asociado a una cierta escenificación de eso. Incluso gente que era gay, era gay de clóset, armaba una familia como pantalla, etcétera. En la Argentina ahora tenemos una derecha que dice que es natalista pero ninguno tiene hijos, no están casados... La propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, dice: “Soy una chica conservadora”, pero no está casada; antes cualquier chica conservadora a esa edad estaba casada y tenía hijos. Se complejizó un poco ese discurso nacional conservador en muchos casos. decía Quizás esta derecha alternativa de hoy esté formada por conservadores que no tienen nada que conservar. Es una derecha que es difícil de definir solamente como conservadora, porque lo que genera muchos casos es una cierta alteración del orden constituido, del Estado, de las instituciones... Estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno. -¿No es conservadora porque rompe? -Viene a patear el tablero y la izquierda, o el progresismo, en muchos casos aparece justamente como más conservadora. Dicen “bueno, el multilateralismo no estaba tan mal”, o “los derechos laborales no esstaban tan mal”. El Estado de derecho, cierto orden basado en reglas... Se llega a situaciones paradójicas: antes la OTAN era el imperialismo y ahora Trump dice “la vamos a desfinanciar, que la paguen los europeos” Entonces, estamos viviendo un momento de mucha confusión. Algo que descoloca a los actores políticos y al progresismo. -¿Qué decímos cuando decimos progresismo? ¿De qué estamos hablando? -El progresismo terminó siendo un término muy amplio que puede abarcar desde la izquierda hasta el liberalismo, y que en la medida que el término “izquierda” ha perdido eficacia, quizás el progresismo se volvió como una especie de antítesis del conservadurismo, del neoliberalismo. Pero de manera muy laxa también. Y en cada región tiene sus connotaciones. -¿Cómo es? -En Europa, el progresismo está más asociado a la socialdemocracia, por lo menos como cultura política. En el caso estadounidense, bueno, el progresismo son los llamados liberales. Que es un término siempre difícil de traducir. En América Latina es complejo porque, cuando se habla del progresismo, estamos hablando muchas veces de populismos de izquierda. En algunos países, quizás más en una tradición socialista democrática como Uruguay, Chile o Brasil, y en otras más de una matriz populista de izquierda como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina también. La gran mezquita de París. La inmigración islámica es otro tema de debate. (Philippe LOPEZ / AFP) -¿Con qué valores o qué políticas? -El kirchnerismo tuvo una vertiente muy propia, que fue la cuestión de tomar un discurso sobre los derechos humanos que no tomaron tanto otros. Pero, por ejemplo, ninguno de esos gobiernos, en la primera etapa, propuso legalizar el aborto. En general todos esos presidentes -o presidentas- se opusieron. Entonces, ahora se habla mucho de “los antiderechos”, pero... En algunos casos, en los últimos años las olas feministas, las mareas verdes, etcétera,fueron modificando también esos procesos políticos. Y algunos de ellos se volvieron más progresistas. -Estamos en “la batalla cultural”... _Es que “progresismo” es un término muy amplio, se usa para hablar de todo lo que está opuesto a ciertas formas de conservadurismo. En lo económico es más claro: el progresismo es favorable a la justicia social, por lo menos en el discurso. Y a formas de redistribución económica. Es decir, un espacio que combina reclamos de justicia social con demandas de justicia también en otros ámbitos, como de género, o climático. -¿Podría pensarse que la “indignación” tiene que ver con que el discurso de justicia social se correspondió con pauperización y precarización? -Parte de la crisis del progresismo tiene que ver con que dejó de ofrecer, si es que alguna vez ofreció, certezas en el plano económico, propuestas creíbles. Porque los Estados de bienestar fueron más complejos. No es que el progresismo, la izquierda, no tengan propuestas económicas. Tienen, pero no son muy creíbles por distintas razones. En el caso europeo, porque la socialdemocracia llevó adelante políticas de ajuste muy fuerte en los años 2000. Toda esa vía social-liberal justificó muchos de los proyectos neoliberales. Y de globalización, que generó muchas tensiones también en el interior de los países. -¿Y en América latina? -En América latina esa ola de izquierda, o esa ola progresista, no logró transformar los modelos de desarrollo y terminó dependiendo mucho del auge de las materias primas y de una política redistributiva que fue limitada, que no fue tan sostenible. Y me parece que ahí claramente hay un déficit de la izquierda y del progresismo sobre temas económicos en un mundo que también es más complejo porque muchos de esos estados de bienestar socialdemócratas se basaban en un tipo de pacto entre el trabajo y el capital anclado el contexto del Estado-nación. Y hoy es mucho más difícil cobrar impuestos a las empresas porque se van, se instalan en otro lado, etcétera. “El socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eso está cancelado” -No es sólo batalla cultural, entonces. -Hay un libro de Martín Gurri, La rebelión del público, que plantea es que está en crisis el viejo mundo industrial y las certezas que por lo menos ofrecían los países centrales. Y en los países periférico estaba la expectativa de llegar a eso. Ya no hay esas certezas materiales, pero también en muchos aspectos simbólicas, culturales. Hoy está en crisis todo, no solo la izquierda. Yo creo también está en crisis la derecha tradicional. De hecho, en muchos países lo que se ve es que estas nuevas derechas desafían a las derechas más conservadoras, más clásicas. Y por eso es que se ve que todo ese mundo multipolar construido después de la Segunda Guerra, y la globalización impulsada por el neoliberalismo en los 90, están en crisis hoy. Pero también están en cuestión las élites culturales. Hay una crisis de la figura de los intelectuales, de los periodistas. Finalmente, es la gente en las redes la que los puede desafiar. Antes un intelectual, un periodista, tenían un cierto monopolio, una autoridad sobre un tema, un aura para opinar en general. -Basada en estudios... -Sí, pero a la vez la democracia implica que todo el mundo tiene derecho a opinar. Y también pasó otra cosa: los intelectuales se “academizaron” y hay menos intelectuales públicos. Toda esa suma de crisis explica en parte el tipo de derecha que tenemos hoy. Que no son las viejas derechas liberal o conservadora sino derechas mucho más disruptivas. Estos personajes: Milei, Elon Musk, el propio Trump. Son estas derechas que que son, que más que conservar, parece venir a venir a patear el tablero. -¿Pero lo patean a fondo? ¿O mantienen la estructura económica? -Hay algo institucional, sobre las instituciones que había construido el poder antes. En los años 90, incluso los neoconservadores, con toda esta idea del fin de la historia y demás, partían de la idea de una combinación de democracia liberal y economía de mercado. Y podían ser más o menos autoritarios los gobiernos en la práctica, pero el discurso era democrático. Hoy ya vemos que eso ya no es necesario, ya no está esa condición. Hay teóricos neorreaccionarios en Estados Unidos que son muy leídos en el ala más radical del trumpismo, que directamente dicen que la democracia es un sistema subóptimo, que debe ser reemplazado por figuras de tipo neomonárquicas. Como dijo Curtis Yarvin, un neoorreaccionario, Estados Unidos debe perder la fobia a los dictadores. Entonces ya se se dicen cosas que por lo menos no se decían en los 90. Pero sobre todo están los discursos que tratan de capturar el inconformismo social. -¿De qué están disconformes los disconformes? -En 2010, 2011 los indignados, de manera general, eran de izquierda. No pasó tanto tiempo y hoy, cuando uno piensa en indignación, piensa cosas como lo que pasó en el Capitolio o las movilizaciones de derecha contra las cuarentenas. Creo que la indignación de la gente hoy pasa por incertidumbres materiales, incluso en los países centrales. Porque no está garantizado que los hijos vivan mejor que los padres... También hay mucha idealización del pasado, en muchos casos: no sé cuán bien vivían los padres o abuelos, porque si te vas un poco atrás, ya era la segunda Guerra Mundial. Pero sí hay una idea de incertidumbre material. En los países centrales, en Europa por ejemplo, hay problemas concretos, como los de los jóvenes con la vivienda, es más complicado acceder. Y hay también crisis del Estado de bienestar en instituciones concretas como la salud y la educación. Hay estudios sobre el voto a la extrema derecha en Alemania y su relación con la distancia a los servicios de salud. Hay inconformismo en zonas donde la globalización debilitó la industria y hay un montón de gente pauperizada, pasa en el norte de Francia o en el “cinturón de óxido” de Estados Unidos, de donde sale el actual vicepresidente. Entonces razones materiales y razones culturales. ¿El nuevo gobierno de Trump concretará el programa de la derecha? (REUTERS/Evelyn Hockstein/File Photo) -¿Por ejemplo? -Mucha gente reacciona ante la inmigración y el multiculturalismo. La idea de “ya no me reconozco en mi propio país” es un insumo para las un inconformismo de derecha. Y hay disscursos machacan sobre eso. Esa idea de “El gran reemplazo”, que dice que la inmigración viene a reemplazar al pueblo y la civilización occidental por población no blanca. En Francia, por ejemplo, el discurso de la derecha sobre la migración era: “Los inmigrantes vienen a robarnos el trabajo”. Ahora es mucho más: “los inmigrantes son vagos que no trabajan y lo que hacen es robarse la plata de mis impuestos a través de políticas sociales, seguros, de desempleo, etcétera”. De manera más general creo que hay una crisis de futuro. -¿Qué es una crisis de futuro? -En el pasado el socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eran las dos grandes utopías. Podía ser una utopía socialista o una utopía de mercado, pero incluso hasta los 90 existía la idea de que el futuro iba a ser mejor con el neoliberalismo, con el socialismo también. Eso está bastante cancelado por ahora. -Escribiste que “si el futuro se clausura y el saber se disocia de la acción transformadora, la oferta discursiva de la izquierda pierde su atractivo”. ¿Por qué la gente no cree que el futuro va a ser mejor? -Porque la tendencia en estos años parece ser hacia un empeoramiento de las cosas y porque los discursos distópicos se fueron instalando. Puede haber distopías con la idea de que la inmigración, con la islamización como horizonte distópico. O el empleo: en el pasado se creía que una mayor robotización iba a ser positiva porque íbamos a tener más tiempo de ocio y hoy, en general, pensamos que más robots nos van a dejar sin trabajo y en la miseria o en situación de precariedad total. -Luis Alberto Spinetta decía “mañana es mejor”, a hora no estamos seguros... -Había una idea que la Historia estaba de nuestro lado. De que que la situación era muy sombría, oscura, pero #teníamos el viento de la Historia en las velas”. Que se haya perdido la idea de un futuro mejor parece que alimenta estas derechas que son derechas que tampoco hasta ahora han gobernado salvo de manera muy excepcional. Por ahora no vemos ningún proyecto de estas nuevas derechas materializado. Lo que vimos fue una primera gestión de Trump, una de Bolsonaro, que perdieron después. Y ahora volvió Trump y parece venir con un proyecto más radical, pero todavía está en duda. Entonces, yo creo que estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno. Ahora están gobernando y vamos a ver. Milei, por ejemplo, tiene un proyecto muy refundacional, pero se enfrenta ahora al valor del dólar, como todos los gobiernos anteriores. Creo que eso es importante, porque si no parece que hay una ola de derecha que viene y se lleva todo por delante. Creo que este gobierno de Trump va a definir mucho si es realmente un modelo exitoso de nueva derecha. Milei también. Los indignados, en 2016, en España: otra tendencia política. (AP) -¿No las ves duraderas? -Quizás dentro de unos años esto haya cambiado, porque no es fácil para esas derechas construir nuevas hegemonías estables. Los sectores progresistas, si bien están en muchos casos desarticulados, derrotados, representan a gran parte de la población. En el caso de de Argentina se ve una forma de derrotismo pero es la mitad de la población. Entonces, apenas encuentran unas banderas, se movilizan: el discurso de Davos, la represión a los jubilados, el golpe del 24 de marzo... Bueno, después tendrá que verse cómo se expresa eso electoralmente. A estas derechas también les cuesta construir mayorías; de hecho en muchos casos lo logran con las derechas tradicionales. -¿Y Trump? -El caso de Trump ahora vemos que sí, por eso me parece que mucho se va a jugar ahí, en este modelo de Trump, que está en el límite de la democracia y que en muchos aspectos es muy caótico. A la vez hay muchas convergencias entre trumpistas y putinistas. No es solo una cuestión geopolítica, también hay convergencias ideológicas ahí y es verdad que expresan una forma de antiprogresismo muy radical y posiciones antidemocráticas. -Algunos hablan de que la democracia como sistema está en riesgo. -Hay todo un modelo ahí de Silicon Valley que es muy antidemocrático y que hay toda una utopías ahí. ¿Quizá el único lugar donde quedan utopías sea ahí, en Silicon Valley, con gente como Elon Musk, que son utopías o distopías. Aparece la idea de recuperar la conquista del espacio, cosas que estaban en las viejas utopías y que se habían estancado. Ahora se privatizaron, de algún modo. Antes eran utopías que llevan adelante los estados:, la conquista del espacio, la llegada a la Luna, etcétera Ahora son mega-ricos que por momentos parecen pensar la conquista del espacio como una especie de plan B para huir de la crisis de este planeta. -¿Entonces, hay futuro? -Sí, pero hay que reconstruirlo. Por lo pronto, salir de cierto derrotismo. Hay temas materiales que es necesario abordar, quizás con un poco de más audacia. Y repensar un poco estas formas de recuperar el espíritu democrático, pero no como veníamos pensándolo en los 90, un poco sin ese espíritu que la vuelve vital. La democracia es un elemento que puede servir para articular una resistencia contra lo que se ve como una derecha que efectivamente es autoritaria. Aunque, claro, también hay izquierdas autoritarias. No sé si hay futuro, pero me parece que en todo caso se ven batallas por defender las conquistas de estos tiempos, que me parece que no fueron pocas. - -

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