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» Elterritorio
Fecha: 23/02/2025 09:30
domingo 23 de febrero de 2025 | 6:00hs. El sistema económico en las Misiones Jesuíticas fue el resultado de la combinación entre los objetivos religiosos y la propia cultura ancestral guaranítica. Se apoyaba en primer lugar en las costumbres guaraníes a las que les imprimieron mejoras de acuerdo a la propia experiencia que los curas traían de Europa. Lo primero que había que resolver era el abastecimiento de los grandes pueblos, que, a diferencia de los tradicionales tekohá (aldeas), no podían depender exclusivamente de la producción agrícola. Había que organizar cultivos extensos, dotarlos de grandes estancias para cría de ganado, organizar el régimen de trabajo para que éste sea valorado como un factor fundamental del bien común; procurar la autosuficiencia de bienes, disponer de excedentes para la venta al mercado externo. En definitiva, había que establecer los fundamentos de una economía que permitiera el funcionamiento y desarrollo de estas comunidades de forma organizada. Para ello se basaron en tres elementos fundamentales: agricultura, ganadería y artesanías. La yerba requería de una atención especial. Conocida desde tiempos ancestrales, el consumo del mate logró introducirse en toda la sociedad colonial a partir de las Misiones Jesuíticas. Inicialmente se extraía de los montes naturales del Alto Paraná, en la región del Mbaracayú. Ello traía enormes sacrificios y penurias a quienes la recogían, tostaban y cargaban desde aquellos lejanos montes. Con el tiempo los jesuitas lograron descubrir cómo cultivar los almácigos formando grandes yerbales alrededor de los pueblos logrando el abastecimiento permanente de ese producto esencial. El algodón era utilizado para las vestimentas de los guaraníes misioneros. Sus fibras eran hiladas por las indias que disponían de importantes telares en el segundo patio de los pueblos. La producción agrícola se complementaba con la ganadería, cuya carne, grasa, sebo, cueros y lana los guaraníes habían incorporado a sus costumbres y dieta. Cada pueblo poseía una estancia, aunque no todos los terrenos eran aptos para la actividad ganadera. Los pueblos que se asentaban en los actuales estados de Río Grande y Corrientes tenían los mejores suelos para la actividad ganadera. Desde allí se hacían permanentes arreos hacia el resto de los pueblos a partir de una red vial planificada y mantenida en las mejores condiciones. En las cercanías de cada pueblo existían puestos de estancias, con corrales donde se concentraba el ganado traído desde otras regiones. Allí también se los faenaba para el consumo de los habitantes de los pueblos correspondientes. Las estancias estaban, por lo general, a cargo de capataces, algunos criollos e incluso negros con habilidades para la actividad ganadera. En lo que respecta a las artesanías, existían talleres en los cuales se fabricaban todos los elementos necesarios para la comunidad. Algunas de las actividades eran temporarias, como los fabricantes de tejas, pedreros, carpinteros, quienes construían los ladrillos, las baldosas. Estos eran muy necesarios cuando surgían los pueblos o cuando se reedificaban la Iglesia o se aumentaban las viviendas por crecimiento poblacional. Otros tenían carácter permanente como la producción de lienzos. Hubo verdaderos artistas anónimos en los pueblos que han dejado, aún a pesar de los constantes incendios y destrucción de los pueblos, fantásticas imágenes esculpidas con una sensibilidad y armonía admirables a los ojos de cualquier espectador común. En muchas iglesias, museos y aún en casas particulares se conservan intactos muchas de estos íconos religiosos que han sido profundamente estudiados y catalogados como un particular barroco, el guaraní-jesuitico, por el historiador del arte Darko Sustersic. Fueron construidos para la ornamentación de las iglesias, para las peregrinaciones, procesiones y también algunas imágenes domésticas que eran atesoradas por las familias guaraníes en esta etapa de cristianización. Los autores, anónimos, aparecen en los inventarios de la época como los “santo apohára” (fabricantes de santos). Otro ejemplo de la aptitud y capacidad artesanal de los guaraníes lo constituye la construcción y uso de la imprenta desde principios del siglo XVII. La imprenta construida en las Misiones Jesuíticas fue la primera que funcionó en toda la región sudamericana. Su finalidad era dotar a los pueblos de libros para la catequesis, especialmente en idioma guaraní, lo que permitió acelerar los tiempos de evangelización de este pueblo. La imprenta funcionó desde 1700 hasta 1727 con tipos y grabados de manera fabricados por hábiles indígenas. La producción misionera servía tanto para el intercambio entre los pueblos como también para el mercado externo. A través de las procuradurías de Santa Fe y Buenos Aires remitían vía fluvial sus cargas y con los beneficios obtenidos se compraban los bienes que demandaban los pueblos y que no podían fabricarse allí. En las Misiones no circulaba moneda, como tampoco en Paraguay y Corrientes, por ello las transacciones se hacían sobre valores preestablecidos conocidos como pesos huecos o monedas de la tierra.
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