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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/02/2025 04:06
Moner, en su inmobiliaria En la historia del fútbol argentino, son 55 jugadores los que vistieron las casacas de San Lorenzo de Almagro y Huracán, equipos que se enfrentarán este domingo para darle vida al clásico de barrio más importante del país. Fernando Moner integra esa lista, por haber nacido futbolísticamente en Boedo y haber cerrado su etapa profesional en Parque Patricios. A pesar de haberse probado en el Globo, el destino quiso que el Ciclón fuera el club que le dio la chance de jugar en Primera División en 1987 y de la mano de Bora Milutinovic. “En San Lorenzo salimos segundos en el campeonato con el Bambino Veira como entrenador. Teníamos un equipazo, con José Luis Chilavert, Blas Giunta, Lucho Malvarez, Walter Perazzo y Leonardo Madelón; nos fue muy bien. Luego, ganamos la Liguilla, pero el fútbol amateur de Japón me pagaba 35 veces más de lo que percibía en Argentina”, recuerda el ex defensor que permaneció dos temporadas en Boedo antes de partir rumbo a la ciudad de Hiroshima. En el Santo, Moner vivió una etapa muy particular, porque el club pasaba por una crisis económica complicada. “Nos bañábamos en agua mineral, porque no había agua corriente en las duchas, no teníamos agua caliente. El utilero pintaba los números de las camisetas. Esa yo la viví. No podíamos cambiar una camiseta, porque rompíamos la cantidad que teníamos y no nos quedaban para el próximo partido. Recuerdo que nos echaban de los hoteles, porque no pagaban”, revela el ex lateral izquierdo en diálogo con Infobae. De la Argentina, el exjugador nacido en Mercedes el 30 de diciembre de 1967 se fue al fútbol amateur de Japón durante tres años (1988-1991). Luego, tuvo un corto lapso en España, donde jugó en la filial del Atlético de Madrid, presidido por Jesús Gil y Gil. “Era un loco total. Una persona que no te pagaba por tres meses, pero luego venía y te pagaba cuatro juntos. Gil y Gil tenía una cadena de oro que pesaba más que las que tiene L-Gante. Andaba con un Rolex con diamantes, pero no te pagada por tres meses el sueldo. Hacia lo que quería”, sentencia. Fernando Moner tuvo un paso por Huracán antes de anunciar su retiro del fútbol En 1993, el Pelado Moner recaló por segunda vez en el Yokohama Flugges, etapa en la que el fútbol japonés se transformó en una liga profesional. “Ganando un partido en Japón, con el premio económico que cobraba, mi papá tenía que trabajar un año para conseguirlo”, cuenta. Tras un año en el continente asiático, Moner volvió al fútbol argentino. Jugó en Atlético Tucumán, Platense, Unión de Santa Fe y Huracán, donde vivió hermosos momentos, pero también sufrió bastante, lo que generó colgar los botines. “Fui dirigido por Carlos Babington y Miguel Ángel Brindisi, pero me cansé de la barra brava. Los dirigentes les pagaban a ellos y a los jugadores no nos pagaban. Dirigentes ricos, barras ricos y jugadores que no cobrábamos. Los entrenamientos terminaban a las 12 del mediodía y llegaba a mi casa 13.30, porque siempre teníamos una reunión con la barra. Todos los días había problemas”, describe el ex futbolista. - ¿Qué es de tu vida, Fernando? - Estoy radicado en Mercedes, Provincia de Buenos Aires. Tengo una inmobiliaria. Estoy alejado del futbol y tenemos un emprendimiento familiar. Por suerte, trabajo mucho y bien. Y disfruto de otro tipo de vida, muy distinta a la que tuve como jugador. - ¿En qué se diferencia? - Cada cosa tiene su secreto, sus complicaciones. Lo más importante para mí es que cuando uno va a emprender algo, debe prepararse. Desgraciadamente, vemos en el futbol que chicos de 18, 19 años agarran dinero que nunca pensaban tener y se terminan comprando el último auto, en lugar de comprarles una casa a los padres. Lo seguimos viendo, y es algo que sigue sucediendo desde mi época. Yo tengo séptimo grado. No soy una persona preparada ni mucho menos. Mi padre fue ferroviario y mi madre ama de casa, así que mucho avance no tenía. Sí tenía en claro que debía ahorrar dinero y no malgastarlo. Mi primer auto me lo compré a los 27 años, cuando lo podría haber hecho a los 19. Primero, invertí en propiedades. Luego, me fui asesorando e investigando, y a medida que pasaba el tiempo, trataba de no gastar más de lo que me entraba. Por suerte, puede ahorrar y poner una inmobiliaria. Fernando Moner, más conocido como el "Pelado", también jugó con la camiseta de Platense - ¿Te va bien? - Uno es rico con un peso y pobre con un millón de dólares. Me va muy bien. Tengo una familia en Mercedes, donde vivimos casi todos. Tengo dos de mis hijos que se recibieron y eso hace que me vaya muy bien. Soy un padre que puede decir que mis hijos se preparan para su futuro. - ¿Seguís despuntando el vicio de la pelota? - Hace dos años que no juego por un problema que tengo en una de mis rodillas. Y desde hace un tiempo que no juego en el torneo de veteranos en Mercedes. Pero hace tres meses tuve una invitación desde Japón, porque este año se cumplen 80 años de la bomba de Hiroshima. Y se hará un evento muy importante en julio de este año en esa ciudad japonesa. Todavía no está cerrado el acuerdo y hay muchas posibilidades de que viaje a Hiroshima para jugar ese partido. Hay invitados como Zico, entre otros, y empecé a prepararme para ese evento. - ¿Jugaste en tres clubes de Japón? - Sí, pero son los mismos tres clubes, con distintos nombres. Cuando llegué a Japón en 1988 era un fútbol amateur. Ese año, solo había cuatro argentinos, los demás eran todos japoneses que trabajaban en las oficinas de la empresa dueña del club. A partir de ahí estuve tres años de manera amateur. Nos teníamos que llevar la ropa de entrenamiento, inflar las pelotas, marcar las canchas y correr los arcos; totalmente amateur. Luego, me fui y volví en 1993, cuando se creó la liga profesional, al mismo equipo, pero con otro nombre. Se llamaba Fluges. Fue en la época que jugó Ramón Díaz, Toto Schillacci, entre otros. - ¿Cambió bastante desde la época amateur al profesionalismo? - Sí, dos mundos distintos. De ir 300 personas a ver los partidos a jugar un año entero todos los partidos de la liga a cancha llena. Fue una experiencia hermosa. Jugué dos años y salí campeón de la Copa Emperador. Cuando me retiré, volví a Japón para sumarme a una cadena televisiva para cubrir el Mundial Corea-Japón 2002. El mismo equipo que había desaparecido y había sido refundado por los socios, me volvió a contratar para que me retirara en el club donde ya había jugado. Estuve seis meses, me volví a lesionar y me retiré, a pesar de haber tenido un año más de contrato. Me quedé como relacionista público del club durante un año más. Fernando Moner, con la camiseta de San Lorenzo - ¿Cómo surgió la propuesta de jugar en Japón? - En San Lorenzo salimos segundo en el campeonato con el Bambino Veira como entrenador. Teníamos un equipazo, con José Luis Chilavert, Blas Giunta, Lucho Malvárez, Walter Perazzo y Leonardo Madelón; nos fue muy bien. Luego, ganamos la Liguilla, pero el fútbol amateur de Japón me pagaba 35 veces más de lo que percibía en Argentina. Desde la parte económica no existía el menor análisis. Cuando tuve la oferta, lo charlé con mi familia. Era una oportunidad única, porque eran muy pocos los que se iban a jugar al exterior. No podía dejar pasar esa oportunidad y decidí irme. Hoy, con el diario del lunes, lo volvería a hacer. - ¿Te costó adaptarte a la cultura japonesa? - Sí, me costó mucho, algo que viví internamente y no hablé con mi familia, ni con nadie, pero iba con mucha hambre. Sabía a lo que iba. En seis meses, me manejaba solo en Japón, podía hablar y comunicarme. Lo primero que pensé fue “en este primer año que voy a estar en Japón, voy a aprender el idioma y, si me va mal en el fútbol, quiero aprender el idioma para tener una posibilidad laboral en el día de mañana”. Sabiendo castellano y japonés podía tener una fuente más de trabajo; eso fue lo que hice. Trate de aprender lo que más pude para que el día de mañana tuviera otra posibilidad de trabajo. De hecho, surgió, porque después trabajé durante seis años en una cadena de televisión japonesa. - ¿Qué cambio hubo en lo futbolístico en tu paso del fútbol argentino al japonés? - En San Lorenzo tenía tres utileros, tres médicos, dos masajistas, llenábamos las canchas todos los domingos, salía en la tapa de los diarios, me reconocían en las calles, estaba muy contento, pero pensaba que con 36 años a mis hijos no les pagaba la universidad con la tapa de El Gráfico. Entonces, pensé más en mi futuro. Me podía equivocar, pero tenía muy claro dónde quería llegar. Después, me cuidé para jugar en el Real Madrid, en el Barcelona, en la selección argentina, pero llegué a donde llegué. No me reprimo de nada, me cuidé como me tenía que cuidar y me preparé como debía prepararme. Me dio para llegar hasta ahí, pero pude llegar. Huracán quería que me quedara un año más, pero estaba totalmente decidido a no seguir. - Deportivamente, ¿cómo te fue en Japón? - Muy bien. En mis primeros años fui elegido en el once ideal del torneo local. Durante el primer año, jugué todos los partidos y los minutos del campeonato. No falté nunca. El 100 por ciento jugué. Nunca fui expulsado ni estuve lesionado. Ganando un partido en Japón, con el premio económico que cobrábamos, mi papá tenía que trabajar un año para conseguirlo. El sueldo de mi padre en un año era lo mismo que el premio que cobraba por un partido ganado. Así que imaginate cómo me cuidaba. - ¿Se vendían muñecos de Moner en Japón? - Sí, en la segunda etapa entre 1993 y1994 cuando surgió el fútbol profesional en Japón. Fue algo terrible, impensado. Yo había vivido la otra etapa y no lo podía creer. Se vendían carteles, gorros, banderas, muñecos, camisetas; todo. Nos dijeron que íbamos a cobrar el seis por ciento de las ganancias. Por ejemplo, vendían a mil yenes y nos daban sesenta yenes nada más. Yo pensé que nos estaban dando muy poco. Me dijeron que era un acuerdo y así se había cerrado. Finalmente, comprobé que ese seis por ciento era mucho. Eso pasó cuando la liga se profesionalizó y me volvieron a llamar. Estaban el Pelado Díaz, Gary Lineker, Pierre Llittbarski, Zico y tantos otros. Yo tenía como compañeros al paraguayo Raúl Amarilla, Edú, Válber Costa y Angelo Pretti. Atlético Tucumán, otro de los clubes por los que pasó Fernando Moner - ¿Te manejaste con un traductor? - Teníamos un traductor en la cancha. Y, si queríamos, un profesor en la casa, pero aprendí el idioma japonés en las calles. No tenía vergüenza. Si pronunciaba mal, pedía que me lo repitieran para aprender. - Con las comidas, ¿cómo te las arreglaste? - Con las comidas me costó los primeros meses, pero luego de a poco me fui adaptando. Es algo distinto. Nosotros vivíamos con Omar Píccoli y los hermanos Jorge y Omar Arbelo en una casa. Enfrente, vivía el entrenador del equipo japonés. La esposa del DT hizo cursos de comida argentina y nos cocinaba a los cuatro todos los días. Tres meses antes, tuve al Bambino Veira en San Lorenzo. Imaginate a la señora del Bambino, que en ese momento era Yuyito González, cocinándonos nosotros (risas). Algo impensado. - ¿Qué recuerdos tenés de tu paso por San Lorenzo? - Lo mejor que me pasó fue haber crecido y formado con ese grupo de referentes. Aprendí mucho de esos compañeros que tuve, al igual que otros jóvenes como Flavio Zandoná, Daniel Ahmed, Fabian García y Ángel Bernuncio. Nosotros tenemos que estar agradecidos al equipo de los Camboyanos. Esos jugadores nos marcaron el camino. Y no es casualidad que la mayoría de ellos jugaron 15 años en Primera División. Soy agradecido de Malvárez, Perazzo, Madelon, Giunta, Darío Sivisky, Ortega Sánchez, Sergio Marchi y Chilavert. Fue una etapa espectacular; a esos muchachos se la fuimos agradeciendo con el tiempo. Nos fue tan bien gracias a ellos, no tengo dudas. Si vos tenés un buen grupo, las posibilidades de que te vaya bien son mayores. - ¿Cómo se manejaban los referentes en el vestuario? - Espectacular. Yo vivía en San Antonio de Padua y me tenía que tomar un tren y dos colectivos para ir a entrenar. Entonces, tardaba dos horas y media para llegar a Ciudad Deportiva. Durante un año, Malvárez y Marchi me invitaron a comer al mediodía los sábados y nunca me dejaron pagar. Y eso que la plata no les sobraba y a nosotros nos alcanzaba para poder pagar, pero ellos no nos dejaban. Además, había premio por partidos y no se repartía solo entre 16 jugadores, sino hasta con los que se entrenaban con el primer equipo y con los integrantes del cuerpo técnico, masajistas, utileros, médicos. Nos hacían sentir parte del grupo. Fernando Moner, con el equipo de Huracán en cancha de Ferro -Encima, vivieron una situación difícil en San Lorenzo desde lo económico en esa época, porque no cobraban… - Sí, vivimos una situación complicada. Nos bañábamos en agua mineral porque no había agua corriente en las duchas. No teníamos agua caliente. El utilero pintaba los números de las camisetas. Esa yo la viví. No podíamos cambiar una camiseta porque rompíamos la cantidad que teníamos y no nos quedaban para el siguiente partido. Ese equipo salió segundo en el campeonato y después ganamos la Liguilla. No se ganó de casualidad, sino por el grupo humano que había. Recuerdo que nos echaron de los hoteles… - ¿Por qué? - Porque no pagaban. Fue un momento complicado. El presidente era Fernando Miele. Y después lo tuve a Jesús Gil y Gil en el Atlético de Madrid, porque fui parte del equipo Madrileño, la filial del Atlético. Nunca llegué a jugar en la Primera del Atlético porque a mí no me fue bien, sino hubiera tenido chances de jugar en la máxima categoría de España. - ¿Cómo era Gil y Gil? - Un loco total. Un día, bajó al vestuario durante el entretiempo contra el Villarreal, íbamos perdiendo 3-0, yo no jugué ese partido porque estaba enfermo, entonces, entró al vestuario y señaló a cuatro compañeros y los echó del Atlético. Los nombró y les dijo “ustedes no pertenecen más al club”. Ese es Gil y Gil. Luego, hicimos una pretemporada en Marbella y él era el alcalde. Nos fue bien, pero era una persona especial. Tenía una cadena de oro que pesaba más de las que tiene L-Gante. Un personaje. Andaba con un Rolex con diamantes, pero no te pagada por tres meses el sueldo. Hacia lo que quería. - ¿Cómo era Bora Milutinovic? - Me vio jugando en la Tercera de San Lorenzo en un entrenamiento contra la Primera y me subió. Me puso de titular en un amistoso en Córdoba. Luego, empezó el campeonato y fui de titular. Yo ya tenía cuatro partidos jugados, pero Bora durante cuatro meses me pagó el sueldo de su bolsillo. Después, un domingo le ganamos a Boca y nos dijo que nos veíamos el martes a la mañana en Ciudad Deportiva. Y ese mismo domingo se fue al aeropuerto para irse a dirigir al Udinese, en Italia, y no volvió más. Quedamos muy dolidos por lo que hizo. Con el tiempo, lo volví a ver en Norteamérica, en Argentina, en Japón… - Y de tu paso por Huracán, ¿qué recalcás? - Mi paso por Huracán fue una experiencia muy linda. Tuve a Carlos Babington como entrenador, con quien nos fue muy bien y en diez meses ascendimos. Hicimos una muy buena campaña en Primera División, pero él decidió irse. Luego, tuvimos un año a Miguel Brindisi como DT, totalmente distinto al anterior, en la forma de pensar y en lo futbolístico. Dos técnicos espectaculares, de mucha experiencia e hice buenas campañas con ambos. - Fueron criticados en su momento porque le ganaron a River y salió campeón San Lorenzo. ¿Cómo lo tomaron ustedes? - Nosotros ayudamos a Huracán. Le ganamos a River y, si San Lorenzo salió campeón, fue por mérito propio. Le ganábamos a River, pero quedamos a un partido de ir a la Libertadores. Nos habían prometido un gran premio. No había chance de que no fuéramos al frente en ese u otro partido. Ese plantel no tenía ninguna duda que iba a salir a ganar, como salimos en todos lados. Lo más sano que tiene el fútbol son los jugadores. A la barra brava de Huracán le dijimos que nos putearan, pero nosotros íbamos a salir a ganar. Lo ganamos con el gol de Derlis Soto y salió campeón San Lorenzo. - ¿Por qué te retiraste? - Me retiré cansado de la barra brava. Yo, a los 15 minutos de haber tenido mi primer entrenamiento en Huracán, tuve al capo de la barra brava insultándome y diciéndome que “era un Cuervo”, y así estuvo hasta el último día. Tengo el orgullo de decir qué con este Cuervo jugamos cuatro clásicos, ganamos dos y empatamos dos. Y el otro encuentro no lo jugamos porque estábamos en el Nacional B. En diez meses, subió el Cuervo que jugaba de 3 en ese equipo. El líder de la barra sabía que yo siempre decía que no había que darles un peso a las barras bravas, porque son todos delincuentes, porque si querían dinero, que lo buscaran por otro lado. - ¿Cobraban plata los barras de Huracán? - La plata se la daba la dirigencia. Los dirigentes les pagaban y a nosotros no. Una barbaridad. Dirigentes ricos, barras ricos y jugadores que no cobraban. Entonces, me retiré por eso, cansado. Los entrenamientos terminaban a las 12 del mediodía y llegaba a mi casa 13.30, porque siempre teníamos una reunión con la barra. Todos los días había problemas. Fue desgastante y terminé agotado con el entorno del fútbol, porque el juego es una pasión. El día que quieran terminar con las barras hay que empezar desde bien arriba hacia abajo. Javier Cantero, el ex presidente de Independiente, fue el único que se animó a enfrentarlas. Pero duró poco. Los dirigentes corruptos están en todos lados, y la connivencia con las barras están en todos lados. Son una lacra metida en el fútbol. - ¿La pasaste mal con la barra? - Sí, tuve varios inconvenientes fuera de mi casa, con los de Huracán y con los de Unión también.
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