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Parana » Ahora
Fecha: 18/02/2025 18:16
Un hábito de otro tiempo. Texto de Belén Zavallo Las fotos Los fines de semana sabíamos que Tina, la fotógrafa del pueblo, exhibía en su vidriera las imágenes que había registrado de un día especial de una familia cualquiera. Bautismos, cumpleaños de quince, casamientos, boda de oro, premiación del club, asunción de autoridades municipales, acto escolar del 25 de mayo. Lo que sea que hubiera pasado y que contratara su servicio tenía un espacio en la fachada del local, a veces ni siquiera había que llamarla, ella iba y te contraía la pupila con el flash incluso si estabas abriendo la boca para tragar el cuerpo de cristo por primera vez. Era implacable, apuntaba y te dejaba ciego por un rato. Después, colocaba las fotos estratégicamente, algunas más altas, otras acostadas, resaltaba los momentos principales en una especie de tarima de melanina blanca, como escalonada donde ubicaba cada imagen. La Tina, sin palabras, narraba la jornada, sabíamos (porque todos éramos curiosos) qué había pasado y cómo había estado esa celebración o acto trascendente. Me acuerdo de cruzar desde la plaza, en la que nos hamacábamos hasta la noche tarde, mientras las madres caminaban como ejercicio repitiendo la vuelta manzana varias veces, algunas veces entre ellas, otras tomadas del brazo del marido, quizás recuperando un paseo de la juventud perdido ya en la rutina del matrimonio. El local quedaba en diagonal a la calesita que se impulsaba a fuerza de piernas. Todo estaba tan cerca que era difícil vivir en el pueblo y no sentirse parte de cualquier cosa, por más insignificante que pasara. La vidriera frente al banco, a la siesta cubierta por una lona para protegerla del sol, a la tarde más expuesta a la mirada, a la noche como una invitación a ver sin ser visto mirando. La chismosería encubierta. Viale y el circuito de pocos metros donde se concentraban las actividades ciudadanas: correo, comisaría, plaza principal, banco, iglesia, escuela. No siento nostalgia y sin embargo, cuando pienso en fotos vuelvo a la pequeña ciudad en la que crecí y que ya es otra, con noticias permanentes por robos y una violencia que no tiene fin. Crecimos y vivimos enterándonos de todo siempre. Compartíamos una misma estética: la de la Tina. Me acuerdo de entrar a casas de amigas y ver el mismo cuadro de unos años antes en el que posaban los integrantes de la familia de una misma forma. Como yo había nacido última, no estaba en ese retrato, otra amiga también entendía esa exclusión. Un pequeño dolor de la infancia que recuerdo: por qué no estoy yo también si están todos mis hermanos. Esa pregunta mamá la respondía hábilmente, mostrando que el cuadro había sido una moda, que había pasado y que además estaba corroído por la humedad de la última pieza. Susan Sontag dice que todas las fotografías son un memento mori, algo que es retratado ya es una cosa perdida. “Hacer una fotografía es participar de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo.” Esta tarde, daré un taller de escritura con fotos y con fragmentos de ensayos como el de Sontag para pensar en las imágenes, en los álbumes familiares, en las historias que hay detrás de los retratos, en las personas y costumbres que nos dejaron una memoria y la ilusión de que fotografiando y siendo fotografiados, creábamos un mundo. *
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