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  • Castañuelas y zapateos a Eurovisión: la 'vieja España' de Melody gana el Benidorm Fest con un batiburrillo de clichés

    » Diario Cordoba

    Fecha: 02/02/2025 01:32

    A la España de Melody le fascina 2009. Parece ser que aún no ha superado que, por aquel entonces, Eurovisión se le escapara. Y, claro, ahora que su mesías lo ha vuelto a intentar, no podía fallarle. Da igual que Una diva suene obsoleta y trasnochada, tocaba resarcir la estocada. Fuera como fuese. La artista ya podría haber competido con El baile del gorila que, por supuesto, también se hubiera llevado el Benidorm Fest de calle. Representará a España en el Viejo Continente y, en Albania, por lo menos, algún voto nos caerá. Seguro que, como Nebulossa, de aquí a mayo, hay margen de mejora. Y, si todo va bien, en función de lo que lleven Serbia, Chipre y Georgia, podemos optar a un puesto decente. La nota la daremos. O no. En una gala que, por fin, tras tres ediciones forzadas, ha encontrado el tono ideal para no aburrir al público, Melody ha montado su particular Noche de fiesta: chabacana y poco efectiva. “Desde que era bien pequeña, antes de saber andar, fui del mundo la rumbera, para mí era tan normal”, cantó. De voz imbatible y escenografía caótica, su mayor hándicap han sido las expectativas generadas en torno a ella. Con otro tema hubiese barrido. En cambio, Una diva no ha estado a la altura de quien pisa el escenario con la fuerza de un huracán. A pesar de ser un animal escénico, su tema resulta tan irrelevante como Teenage Life (Reino Unido, 2006), Hero (Suecia, 2008) y Breathe (Montenegro, 2022). Eso sí, quien la oiga sabrá que es España la que está detrás: no faltan las castañuelas ni los zapateos, no vaya a ser que se nos olvide algún cliché. Con 150 puntos, ha hecho de la nostalgia su gran baza. Una estrategia poco arriesgada que, por contra, a Daniela Blasco no le ha salido bien. Quería ser Chanel sin caer en que, como Sonia y Selena, las reinas de la España vaciada, las segundas partes nunca fueron buenas. Es cierto que la influencer baila de miedo. Pero, si quería homenajear a SloMo, lo mínimo era tener el micrófono encendido. Se supone que a Eurovisión debe ir alguien capaz de defender vocalmente su propuesta. Esto no es un festival de baile, sino de canciones. Y, por ende, la prioridad es entonar. Tras años y años de copias baratas, con resultados desastrosos, el muñequeo ya hace aguas en Europa. Quizá, oye, como dicen sus seguidores, Uh nana hubiera sido la excepción. No nos engañemos: no. J Kbello, chico listo Ocho votos ha separado una candidatura de la otra: 150 (70 del jurado y 80 del televoto) frente a 142 (71 del jurado y 71 del televoto). Una distancia insalvable incluso para Lachispa, la gran favorita. Desde que Hartita de llorar vio la luz, se convirtió en el caballo ganador de las casas de apuestas. Sin embargo, en directo ha perdido fuelle. Hay quien la ha comparado con Blanca Paloma, aunque su raíz es otra. Aquí respiran La Paquera, Karol G y Camarón, tres aristas reconocibles en su proyecto. Si bien no era la primera vez que se subía a un escenario de dimensiones estratosféricas, ya que fue corista de Rosalía durante la gira El mal querer, ojito, no ha sabido ejecutarlo con claridad. Una pena teniendo en cuenta que, a primera escucha, algo esencial en todo concurso, despertaba algo. Su saeta flamenca se ha quedado a medio gas para el estruendo que, en realidad, se esperaba de ella. Las comparaciones son odiosas. Que el Benidorm Fest, paso a paso, va ganando entidad lo demuestra J Kbello. El espectáculo que ha montado es propio de Suecia, el país que mejor entiende Eurovisión. No hubiese sido descabellado verle en el Melodifestivalen, su preselección. Y, por qué no, llevándosela. De latido urbano y venada quinqui, V.I.P. es hija de su época: actitud, sonido e imagen. Es el único que ha pensado a conciencia lo que se vería en televisión. Chico listo. Sólo le ha faltado ajustar el tiro para hacer de ella un disparo efectivo. En Estocolmo no lo hubieran dejado pasar. No hay que olvidar que, en una cita tan feroz, no vence la mejor canción, sino el paquete perfecto. Para ejemplos: Euphoria (Suecia, 2012), 1944 (Ucrania, 2016) y Zitti e buoni (Italia, 2021). El hito de Kuve y Mel Ömana Es curioso que, entre los favoritos, no se encontraran ni Kuve ni Mel Ömana. Ambas, que abrieron sus respectivas semifinales, con lo que supone, han protagonizado las mejores actuaciones de 2025. Por un lado, Loca x ti ha enamorado a la masa desde el asombro. Nadie esperaba una actuación así de impactante. Milimétricamente pensada, ha puesto en valor las virtudes de su autora: energía desbordante y magnetismo único. Ha sido difícil quitar los ojos de la pantalla, un hito que no está al alcance de cualquiera. Por otro lado, I’m A Queen no hubiese sido posible en otra garganta. Lo que la ha vuelto especial, una de las claves para ganar adeptos. Metálica y renovadora, se ha adueñado del Palau d'Esports con una idea a la que sólo le faltaba el lacito para tomar Basilea, la ciudad que acogerá Eurovisión el próximo mayo. Alejadas del ruido, han levantado dos propuestas que podrían haber luchado por el Micrófono de Bronce en otro año. En estado de gracia, se ha presentado Lucas Bun. No sólo ha cantado, ha contado. Y eso le ha hecho poderoso sobre las tablas: historia, voz y duende para un certamen deseoso de entrañas. Te escribo en el cielo es un escalofrío hecho canción que bien podría haber sido un justo vencedor. Elegante, ante todo. En cambio, Mawot apenas ha sorprendido. Su Raggio di sole recuerda a tantas cosas que, de algún modo, por pura añoranza, ha robado nuestra atención. No era una opción competitiva, de ahí que no se le haya tenido en cuenta. Pues, al final, de lo que se trata es de dejar huella. Y lo más difícil aún: en tres minutos. El tiempo dirá si Melody lo logra. Por ahora, sí. Al menos, para unos cuantos.

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