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» Diario Cordoba
Fecha: 17/01/2025 02:38
En memoria de José Aumente Córdoba tiene ya un monumento más en la calle para ser disfrutado por los paseantes. Pero a esta pieza artística no la avalan sólo criterios estéticos; en realidad es tan esquemática y audaz, con ese aspecto oxidado que aquí da para tanta charla de taberna, que suscitará opiniones de todo tipo. No se busca con ella únicamente deleitar la mirada de quien la contemple sino hacer pensar. Arrancar un minuto de reflexión en mitad de la vorágine urbana, porque está colocada en uno de los sitios más animados de la ciudad, la plaza de las Tendillas en su esquina con Jesús y María. Allí, sobre una peana de acero inoxidable, se levanta desde su inauguración el pasado viernes -presenciada por lo más granado de la política autonómica- una obra conceptual en acero corten que viene a ser un anagrama en forma de 4 unido a una D y ambos envueltos en otra D más mayúscula todavía; una especie de logo vanguardista que, si no se lee el texto del pedestal, parecerá un jeroglífico sin mucho significado. Pero lo tiene, aunque esté envuelto en la sencillez de las cosas grandes. Se trata del recordatorio de una de las fechas que han marcado el ser y sentir andaluz, el 4 de diciembre, que desde 2022 se ha convertido oficialmente en el Día de la Bandera, la nuestra, la verde y blanca. La escultura es un homenaje que el Ayuntamiento, apoyado por la Cátedra 4D de la UCO, ha querido rendir hacia aquella jornada de 1977. Una jornada muy particular en que, con la democracia recién nacida, los andaluces de las ocho provincias -en todas se instalará un monumento similar a éste, que es el primero- se manifestaron con una sola voz para reclamar su identidad como pueblo y la igualdad con otras comunidades históricas que se le intentaba negar. Fue un gesto tan serio y multitudinario que dio pie a la organización del referéndum del 28 de febrero de 1980 por el que Andalucía conquistó su autodeterminación. El municipio ha querido encomendar este tributo ciudadano a uno de sus creadores más internacionales, el escultor José Manuel Belmonte, que en esta ocasión ha abandonado su zona de confort, que dirían los modernos, y saliéndose por completo de su estilo, mucho más clásico, ha demostrado la ductilidad del gran artista que domina todas las técnicas. Y es que, aparentemente, poco tiene que ver este monumento que es ideología en metal con los otros siete de raíz costumbrista -incluida ‘La regadora’, archirretratada por los turistas- que adornan la vía pública cordobesa con la firma de Belmonte. Durante mucho tiempo se le echó en cara su apego a lo figurativo, como síntoma de catetez, hasta que obtuvo prestigio y honores en el extranjero, así de madrastra puede ser Córdoba. Pero el artista, sorteando las críticas, siguió a lo suyo en el taller de Las Quemadas, un universo mágico poblado de figuras colosales y otras de pequeña sutileza donde se resumen más de cuarenta años de oficio. Desde allí sale al mundo para airearse, como ha hecho el pasado año con su ‘Bestiario’, una muestra de la capacidad de evolución de la talla figurativa contemporánea que ha triunfado en lugares tan exóticos como Pekín, Taipei o Shangai, además de en La Coruña. Esta serie de bajorrelieves es un estudio sobre el vínculo que existe entre el ser humano y las diferentes especies animales al estilo de los que se realizaban en la Edad Media, pero envuelto en guiños de ironía, y se puede ver ahora en la sede de la Fundación Rafael Botí. En este centro se exhibe también la muestra de otra gran artista cordobesa, la pintora Julia Hidalgo, sobre ‘Genealogía flamenca’, que es una forma más de reivindicar lo nuestro. Hay muchas maneras de hacer Andalucía, y el arte es una de las más poderosas.
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