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La Paz » Politica con vos
Fecha: 13/01/2025 19:47
Son datos del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA). En el último año se intensificó el proceso de desaparición de unidades productivas, aunque el mismo se viene dando hace décadas. El proceso de concentración de la producción lechera en Argentina no es nuevo, pero en el último año se ha acelerado, con el cierre de 606 tambos entre marzo y diciembre, según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), relevados por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA). Para decirlo de otra manera y a grosso modo, salieron de la actividad para no volver más 2,20 tambos por día en dicho período. Un número más que aterrador. Esto habla a las claras de un proceso de cierre de unidades productivas, en su gran mayoría, de pequeña escala. Para darse una idea, el OCLA trazó una línea de tiempo con el número de tambos existentes por año desde 1988 a la fecha. Allí se puede observar que en dicho año había 30.131 tambos operativos. Ya para el año 2002, ese número se redujo a 15.000. O sea, en 14 años quedaron poco menos de la mitad. Del 2008 hacia adelante, el número fue fluctuando entre 11.300 y 12.000 hasta 2018, mostrando cierta estabilidad o estancamiento, según la mirada que se le quiera dar, pero ya en 2019 el país pasó de contabilizar 11.273 unidades productivas a 10.287, quedando casi 1.000 tambos en el camino. Y el último ajuste de este tipo se dio de 2023 a 2024 pasando de 10.197 a 9.735 en marzo del año pasado y a 9.129 tambos a diciembre. Esto quiere decir que en el transcurso de un año desaparecieron 1.070 tambos, en su gran mayoría pequeños. Demasiados. Ahora bien, ¿cuáles son las razones que explican este recorte? En primer lugar responde a cuestiones climáticas. Tres sequías consecutivas para una actividad con recurrentes problemas de rentabilidad como consecuencia de que el dinero que reciben los productores por la leche cruda muhcas veces no llega a cubrir los costos de producción, es demasiado para aguantar. El director ejecutivo del OCLA, Jorge Giraudo, explicó que la desaparición de tambos durante el año pasado responde a los efectos de la sequía histórica de 2023, que básicamente dejó sin alimento de los animales, y la política implementada por el gobierno de Alberto Fernández del «dólar soja» y «dólar agro», que dispuso un tipo cambio preferencial más elevado para los granos, encareciendo así el precio de los alquileres de los campos (ya que los mismos se cotizan en quintales de soja) y del alimento para el rodeo, en especial del maíz, generando fuertes distorsiones en las cuentas de las empresas. A esto hay que sumarle que los precios de los lácteos estaban «pisados» por políticas como la de Precios Cuidados, afectando el precio que se le pagaba a los tamberos por la leche. Además, a principios de 2024 el país sufrió fuertes olas de calor sin precipitaciones, lo que se conoce como «soplete térmico», lo cual terminó de darle el golpe de knock out a muchos establecimientos. Este combo «generó que mucho tambo chico complicado de comida y financieramente, que no contaba con recursos ni créditos, cerraran», resumió Giraudo. «Asimismo, se vendieron las vacas achicando el rodeo lechero. De hecho, esta merma fue superior al cierre de tambos. Esto da efecto a la caída de casi el 7% de la producción que se registra en 2024», concluyó. Concentración en la producción de leche ¿Por qué decimos que la producción de leche se encuentra en un firme proceso de concentración? Básicamente, porque la mayoría de los tambos que desaparecen son pequeños, de menor escala productiva. Pero a la vez, estas unidades productivas representan casi el 50% de los establecimientos que hay en el país. Veamos como es la estructura de producción de la lechería argentina. Según datos del OCLA, el 49,8% de los tambos producen menos de 2.000 litros diarios. O sea, son establecimientos chicos, generalmente empresas familiares. Pero a pesar de ser la mayoría, solo proveen el 13,6% de la leche. OCLA En la otra punta se encuentran los de mayor escala, con una producción superior a los 10.000 litros por día. Estos representan solamente el 6,4% de los tambos a nivel nacional, pero son los responsables del 34,5% de la producción. Pero pongámoslo en perspectiva histórica para poder apreciar el proceso de concentración. Por ejemplo, el 2010, hace tan solo 15 años, los tambos de menor escala representaban el 60% del total de las unidades productivas, proveyendo el 27% de la leche en el país. Esto implica que no solamente los tambos chicos se redujeron un 16% en esos años, sino que su participación en la producción se contrajo a la mitad. En el mismo período de tiempo, los tambos de mayor escala, los que producen más de 10.000 litros por día, representaban el 1% del total y producían el 5% del volumen de leche. Hoy esos números se quintuplicaron, por lo menos. Por un lado, este proceso de concentración pasa por la brecha productiva existente entre los pequeños, medianos y grandes tambos, y no solo es una cuestión de escala y de cuánta leche se produce, sino en cómo se produce y cuál es la eficiencia a la hora de hacerlo. Obviamente, los tambos más grandes cuentan con una espalda financiera y acceso al crédito muy diferente a aquellos más chicos. Esto le permite tecnificar y dotar de mayor teconología a las unidades productivas, robotizando el ordeñe, mejorando las condiciones estructurales de producción y el bienestar de los animales, con explotaciones techadas en algunos casos, con sistemas de refrigeración para las vacas y muchas otras mejoras que permiten que en momentos donde el clima es adverso o los precios bajos se pueda sobrellevar la producción. OCLA En este sentido, el tambero y ex presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Jorge Chemes, comentó a Agro con Vos que «para crecer y hacer grandes inversiones no alcanza solamente con que te financie la empresa que te vende la tecnología. Las fábricas de maquinaria ordeñadora o de equipos de frío te financian hasta un cierto punto y de ahí en más necesitas el crédito bancario. Y en ese punto, el productor mediano o chico va al banco y si no cuenta con una garantía que triplique la plata que se va a pedir no te dan el préstamo. Además a los bancos no le interesan los productores chicos, sino solo los grandes, porque tiene poco costo y el negocio financiero es mejor». «Es por eso que el Estado tiene que estar atento en lanzar líneas de crédito a ese nivel de prodcutores, porque si no van a terminar desapareciendo. Los números lo están mostrando claramente. A medida que sos más grande, tenés acceso a más tecnología. Es una brecha que se amplía cada vez más. Y de hecho los grandes consiguen mejor precio. No es lo mismo lo que se le paga a productores de 1.000 litros que a los de 50.000. De hecho, las condiciones de pago son diferentes», agregó Chemes. Además, planteó que «hay una capacidad financiera de los tambos grandes de poder absorber esa vaca barata o con un precio diferencial (de la que se desprenden los pequeños productores) y capitalizarce con menor inversión y poder crecer. La problemática se da por mucho tiempo de bajos precios, que genera una caída de rentabilidad para el productor mediano o chico, sumado a la falta de capacidad financiera, el único que puede aguantar es el que diversifica y este es el grande». El negocio lechero Pero otro punto importante son las condiciones del negocio. La leche es un producto altamente perecedero, por lo que los productores necesitan vender en el día su producción, ya que no se puede almacenar, como sí sucede con los granos, cuyos productores pueden decidir venderlos cuando lo crean conveniente. Entonces, muchas veces es venderla al precio propuesto por la industria o que se pudra. «La leche no se puede estoquear en el campo. El ordeñe no puede parar nunca. Las vacas comen todos los días alimento valuado en dólares. Los empleados no se pueden suspender. La industria nos empieza a pagar a partir de 40 días de leche entregada y nos fija el precio. Atrapados», opina Andrea Passerini, tambera y referente de lechería de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), en sus redes sociales. Para Passerini, hay un «abuso de posición dominante por imperio de la inexistencia de reglas de juego comerciales que emparejen la cancha entre industrial y tambero: el productor de leche sólo puede transaccionarla por compra venta oral sin precio cierto. Es dato, no opinión». Así, «la concentración de tambos en Argentina es una decisión que la industria y los distintos gobiernos han tomado (por acción y, sobre todo, por omisión). Les conviene menos tambos en menos manos. El arraigo, la vida rural, el verdadero federalismo no les importan», aseguró en la red social X. En este sentido, marcó que «durante el segundo semestre de 2024 nos bajaron el precio de la leche a tranquera de tambo en términos reales. Ahora, en pleno verano y nuevamente con seca y en vísperas de tener que afrontar el pago del picado del maíz, algunos voceros de la industria pregonan la ‘necesidad’ de bajar el precio pero ya en términos nominales. La desaparición y concentración de tambos va a acentuarse. Es una obviedad». (Diario con Vos)
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