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  • Sin niños para tanto pupitre

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/09/2024 08:28

    No se me va la imagen llena de sudor, tierra, nubes y lágrimas de esa maestra de Gaza que mientras los escolares de Córdoba inician el curso escolar -y juegan en el patio de recreo siguiendo una de las mejores costumbres con las que hasta ahora se entiende la humanidad al comienzo de curso- ella se limpia los ojos para ver, aunque sea con borrones, la tienda de campaña, rota y llena de remiendos, que está colocando en mitad casi de la nada, para intentar enseñar a esos alumnos a los que alumbran y atronan las armas de la guerra. Me imagino también a mi primo Manolo, que en su tiempo también se llevó al hijo de Cahue, en Francia recogiendo la cosecha de manzanas, trabajo que le proporciona unos bienvenidos euros a su economía. Según CCOO, la vendimia francesa produce el mayor flujo migratorio laboral en España, con más de 15.000 desplazamientos, el 75% de Andalucía, y señala a la comarca de Los Pedroches como uno de los lugares de donde salen más jornaleros para el extranjero. Y mientras, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) dice que la inmigración es el primer problema, la primera preocupación de los españoles. Parece que bastantes españolitos, que siempre piensan en salvar a la patria, se han olvidado de que el flujo migratorio, el ir de aquí para allá para buscarse la vida, es fundamental en la construcción de la humanidad. Julián el Español no hubiera vivido de un bar si no hubiese traído de Francia dinero para montarlo, lo mismo que muchos taxistas y gentes dedicadas después a las vacas; o los estudiantes, que cuatro veranos en Alemania me dieron tiempo para aprender a vivir en otro territorio y a ganar unos cuantos marcos, bueno, y a ver stripstease, películas prohibidas en España y a echarme una novia yugoslava. La emigración es el viaje que emprende el ser humano que malvive, para buscarse un futuro mejor, en el que incluye a su familia. Pues resulta que ahora los españolitos, que salimos adelante por la emigración, decimos en las encuestas oficiales que ese, el ir de un sitio para otro para buscarse un mundo mejor, es el mayor problema de España. Va a ser verdad el refrán que dice «ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió, ni mandes a quien mandó»: será que las personas que ascienden de fortuna olvidan su situación anterior. Como muchos se olvidan de que ya no hay tanto niño para ocupar los pupitres de los colegios, que para llenar las España vaciada necesitamos personas y que lo que la mayoría de los españoles necesita es un piso asequible y un sueldo digno, no como la empleada de hogar Ana, que se queja de que «nos tratan como esclavas, y se aprovechan porque saben que necesitamos el trabajo». Claro, Ana no tendrá en cuenta que las señoras bien, como la del Gran Wyoming, contribuyen a su bienestar regalándoles sus medicinas ya caducadas. Bueno, llenaremos España y Córdoba de cofrades extranjeros que quieren darle la categoría de internacional a la Semana Santa cordobesa. Sólo unos pocos caben en esa zona donde se concentra la mayor belleza del mundo, que yo disfruté sin tanto ruido el siglo pasado cuando estaba estudiando en el Seminario y me despertaba todos los días con las campanas de la torre de la Catedral, que tiene tapado el minarete de la Mezquita. Afortunadamente los espacios de la belleza no se trastocan con chapuzas. Pero tampoco se agrandan por sí solos. Esperemos que lo tengan en cuenta los futuros cofrades extranjeros y el obispo Demetrio. En este tiempo en el que los músicos pueden volver a tocar en el Puente Romano, en el que en Alcaracejos se han descubierto pinturas rupestres, en el que la estación de trenes cumple 30 años y en el que en el Palacio de Congresos le han dado un merecido homenaje al doctor Concha, que le construyó un nombre de alta sabiduría a Córdoba, en este tiempo de otoño que ha comenzado hoy a las 14.44 horas, no podemos olvidara nuestro querido compañero José Luis Blasco Chaves, en cuyo bar La Ponderosa de Villanueva del Duque empezamos a vivir otra vida; a don Pedro Crespo, cura de nuestra juventud, que tenía una manera especial de ser; a Gaspar Rul-lan Buades, teólogo y filósofo, que no olvidaba las páginas de Opinión de este periódico; ni a Pepe Larios, un ciudadano como es debido, al que conocí cuando yo era de El correo de Andalucía y casi despedí cuando yo iba hilando temas para esta página y él recorriendo y fotografiando la ribera del Guadalquivir, donde habitaban sus aves y sus peces. Suscríbete para seguir leyendo

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