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  • El festejo de los canallas

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 22/09/2024 10:20

    “La Secretaria de la Presidencia de la Nación Lic. Karina Milei, tiene el agrado de invitar a Ud. a la comida que ofrecerá el Presidente de la Nación el martes 17 de septiembre, a las 20,30 horas, en la Residencia Presidencial de Olivos” Invitación al asado de los 87 La comilona ofrecida por el presidente el martes pasado, para “festejar” la aceptación del veto de la ley de incremento a los jubilados, es una contundente demostración que la estupidez humana nunca tiene techo, siempre se puede ser más estúpido, cuando no cruel y canalla. Chorizo, morcilla, chinchulines, asado, vacío, pollo ensalada, vino y agua con gas. De postre, mousse de chocolate y para cerrar la noche, café. Cada comensal pagó $20.000 por el menú, la mayoría llegó en tres combis del Congreso, las mismas utilizadas para visitar a los militares presos. A pesar de que lo quisieron camuflar de acto político, subestimando la capacidad de la gente en entender de que se trataba, el festejo reunió a la mayoría de los “87 héroes”, que fueron capaces de voltear un magro aumento para los jubilados. No se necesita mucha valentía para perjudicar al sector más débil de la cadena social, los jubilados, solamente una cuota de crueldad y levantar la mano para masacrarlos. Y así lo hicieron éstos héroes de pacotilla. Pero hay diferencia de responsabilidades. Los libertarios y algunos aliados, de entrada votaron en contra de la ley, obediencia debida que le dicen. Vetada la misma, tuvieron la ayuda de los panqueques radicales, que dieron una vuelta de campana y se pronunciaron en sentido contrario. El colmo de estos últimos fue el diputado radical de Tucumán, Mariano Campero, que primero ofició de vocero del proyecto de ley, mostrando un mayor conocimiento y compromiso con la decisión del incremento. Luego de la selfie con el presidente, al día siguiente votó en contra de su decisión. Fue el “borocotazo” del año. Adiós al mensaje de que el ajuste lo pagaría la casta. Los jubilados pagaron los platos rotos y seguirán en el derrotero descendente de sus magros beneficios. Pero si es criticable la falta de empatía del gobierno de vetar el magro incremento de $17.000 para los pasivos, es moralmente repudiable que los números para sostener el veto los hayan obtenido con turbias maniobras de “convencimiento” de quiénes estaban en la vereda de enfrente. Sin embargo, no pararon ahí. La tarea de un gobernante es, a veces, adoptar medidas antipáticas o lesivas. Es de buenas personas, guardar silencio o mostrar empatía hacia los perjudicados, pero festejar la medida es de canallas en grado extremo. Los panqueques traicionaron a su partido, los canallas se burlaron de los jubilados. Panqueques fueron los cinco radicales, canallas todos los participantes en el festejo. Ahora bien, ser panqueque y canalla es “too much”, ese honor sólo le cabe a Campero, el único de los radicales que se animó a ir y no hesitó en mostrarse jocoso en el festejo: “Vamos a llevar el débito y el vinito”, manifestó con una sonrisa burlona en su rostro de piedra. No sabemos, a ciencia cierta, si el libertario correntino fue uno de los pasajeros de la combi y participó en el festejo, sería bueno que lo cuente, así conocemos de primera mano sus criterios. El otro correntino, José Tournier, le puso límites a su voto, y no festejó. Es cierto, si se abriera una causa penal por el asado de Olivos, primero habría que determinar las condiciones de imputabilidad. El sujeto es inimputable cuando no está en condiciones de entender la naturaleza de su acto a causa de un trastorno mental o inmadurez psicológica. Si el individuo padece del “trastorno de la personalidad narcisista”, una patología que provoca una absoluta falta de empatía, sobreestimación de sus capacidades, exageración de sus logros (lo que denomina grandiosidad), necesidad de ser admirados, creer que son especiales y únicos, explotar a otros para obtener sus objetivos, podría ser declarado “inimputable”, aunque haya sido el decisor del acto inmoral o ilícito. El resto, son simplemente canallas de reparto que se regodean con la desgracia de los demás. Éstos cumplen con las condiciones de imputabilidad, y serán juzgados, más temprano que tarde, por el tribunal de sus conciencias. Y me estoy refiriendo a la participación en el festejo de Olivos. No quiero ser hipócrita, menos aún en una temática realmente grave. El sistema previsional argentino está quebrado. Cualquiera que fuera el signo político del gobierno, no quedará bien parado si de tomar medidas se trata. El ideólogo del fin de las AFJP, de pasar al sistema de capitalización al actual sistema de reparto en las jubilaciones, fue Amado Boudou, durante el primera gestión de Cristina. El sistema de reparto significa exactamente eso: se reparte lo que se recauda, todos es una misma bolsa. Mientras el superávit fiscal sigue engordando en su constitución totémica, bajo la superficie social comienzan a advertirse signos de ebullición. Para que sea financieramente viable un sistema de reparto, debe tener una proporción de tres activos aportantes por cada pasivo. En la Argentina es apenas 1,8 activos por jubilado. Consecuentemente, nunca los número van a cerrar. Pero en el sistema argentino, la jubilaciones no se pagan sólo con los aportes laborales, el tesoro nacional pone una parte importante del dinero, el 55%, que en 2020 llegó a significar un 11% del PIB. Todo ello tiene explicación, aparte de la problemática que genera en todos los sistemas del mundo el incremento del promedio de vida y el envejecimiento de la población. La Argentina les agregó otros condimentos a las condiciones mundiales de deterioro de los sistemas de reparto. La generosidad populista del kirchnerismo duplicó el número de jubilados con personas sin todos los aportes. Hoy hay el doble de jubilados que en 2001. Obviamente, todos pauperizados. La gran mayoría cobra la mínima, beneficios que ni siquiera alcanzan para comer. De tal modo, el funcionamiento del sistema previsional es un tema central en la Argentina de estos tiempos. Y allí no hay magia que valga. O dejamos a los jubilados librados a su suerte, que es lo que hace este gobierno, o le damos a la maquinita populista, que al final es lo mismo o peor. Entonces, si el objetivo del poder libertario es cerrar las canillas que generan el déficit, la primera que se tiene a mano es la de los aportes del tesoro nacional para el sistema previsional. En términos simples, mandarlos al horno a los jubilados y hacer de los mismos los aportantes mayores al equilibrio fiscal. La casta, bien, tranquilos. De igual modo, cuando los gobiernos se sienten obligados a adoptar medidas antipáticas y lesivas para la gente, los mandatarios normales tratan de explicar la necesidad de sus medidas y se conduelen con los perjudicados. Pero jamás, jamás, pueden organizar una comilona para festejar haberlo hecho. Eso sólo lo puede hacer una personalidad trastornada, con participantes que han perdido toda noción de una moral republicana. Los “87 héroes” no tienen vuelta atrás. Milei ya los considera sus soldados, pertenezcan o no a LLA. Ahora servirán de defensores perpetuos de los vetos que van a venir.

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