Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Da Empoli y el algoritmo: cuando el Papa no cuenta

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 22/09/2024 10:23

    Las declaraciones críticas de Su Santidad, Francisco, en un encuentro con movimientos sociales resonaron en el cuadrilátero político argentino como una demostración de liderazgo que el Pontífice venía escatimando. Los idealistas que todavía sueñan con un final anticipado de la gestión Milei recibieron las expresiones del Papa argentino como una señal esperanzadora, en la peregrina convicción de que el mensaje vaticanista redundará en una toma de conciencia generalizada que reste legitimidad al presidente de la motosierra. ¿Es posible que lo que diga el Papa influya en la política doméstica de un país, en especial si ese país es el solar natal del máximo representante católico? Puede que sí, pero en gradaciones insuficientes para orientar la voluntad popular hacia niveles que resulten incómodos para el Gobierno Nacional, que ya demostró solidez en su capacidad de acción y reacción. Que el ex cardenal Bergoglio, con gesto pétreo y bajo el solideo papal, acuse a la administración argentina de retacear justicia social mientras engrosa los gastos en represión (concretamente, habló de lo costosos que son los cartuchos de gas pimienta utilizados por la Policía Federal en el protocolo antipiquetes), eleva el costo político de las medidas adoptada por La Libertad Avanza, pero no puede impedirlas. Ni siquiera frenarlas. Más bien (y al contrario de lo que hubiera pasado unos años atrás) podría acicatearlas. En otras épocas las reconvenciones pontificias surtían efecto en presidentes sujetos a la corrección de formas, pero en un individuo con las características psicológicas de Javier Milei la discrepancia vaticana funciona como una invitación al desafío. Si los anteriores jefes de Estado se preocuparon por esquivar el conflicto para construir consensos desde las afinidades generalizantes de la horizontalidad de masas, el actual morador de Olivos aplica lo que el pensador Giuliano Da Empoli definió como una anástrofe política. ¿Qué dedujo Da Empoli luego de analizar fenómenos como el Brexit, el estallido masivo de chalecos amarillos en Francia y el surgimiento del Movimiento 5 Estrellas en Italia? Que de un tiempo a esta parte el escepticismo y el nihilismo de las sociedades frente a distintos gobiernos fallidos produjeron una exteriorización sincrética de broncas multifactoriales que, al confluir en un centro de atracción, convierten todo lo que estaba mal en algo bueno y todo lo que estaba bien en algo malo. Cuando esa bronca es catalizada por una fuerza centrífuga como la aportada por los algoritmos de las redes sociales, la heterogeneidad de las distintas categorías sociales experimenta un proceso de homogeneización que la convierte en el mejor sustrato para el surgimiento de populismos de derecha como los que dieron lugar a las presidencias de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y Viktor Orban en Hungría. Todos ellos unidos por un denominador común: supieron capitalizar la rabia ciudadana (especialmente de la clases populares) y la utilizaron para construir nuevas mayorías que reemplazaron los otrora predominantes canales de expresión social del siglo XX como fueron los partidos políticos y las organizaciones religiosas. La izquierda en sus distintas variantes, la socialdemocracia, el centrismo moderado y todo otro espacio conformado en derredor de los antiguos valores de la convivencia, la tolerancia y el disenso amable perdieron adherentes a medida que las administraciones entronizadas en nombre de esas ideologías (incluyendo las de cuño confesional) iban fracasando en la aplicación de recetas atravesadas por la burocracia, el exceso de celo ambientalista y la aceptación de minorías LGTB, feministas o inmigrantes. Todo eso aderezado por un espolvoreo de corrupción y privilegios que los políticos tradicionales naturalizaron hasta convertirlas en parte del sistema. En un reciente conversatorio con el periodista Carlos Pagni, Da Empoli graficó: “Cuando el enojo alcanza determinado nivel, la locura se vuelve una elección racional y cualquier cosa es mejor con tal de que lo anterior no continúe”. La frase resume el sentido de un libro indispensable para comprender el fenómeno celebratorio del autoritarismo político practicado por los nuevos líderes, surgidos ya no de la matriz cultural del antiguo comité, sino de un engrudo de opiniones digitales convergentes en perfiles de YouTube, Facebook y X, auténticos bancos de ira utilizados para multiplicar mensajes concluyentes acerca de lo terriblemente perjudicial que ha sido la casta política tradicional. El libro de este asertivo antropólogo de la nueva política como es Da Empoli (sociólogo ítalo-suizo) se llama “Los Ingenieros del Caos” y explica cuánta gravitación tuvieron los estrategas de las redes sociales para captar la atención de miles de internautas que andaban por la vida cual partículas erráticas de lo que luego se transformaría en un bloque de indignados capaz de votar lo impensado. Pasó en Gran Bretaña con la renuncia a la Unión Europea, podría volver a ocurrir en Estados Unidos con un nuevo triunfo de Trump y pasó en la Argentina con la llegada de Javier Milei, catapultado directamente de los paneles televisivos, el cosplay y el insulto sistematizado al sitial de poder más importante de la Argentina. ¿Qué le queda a la oposición, ceñida a los viejos sistemas de la militancia tridimensional, frente a la arrolladora maquinaria de una realidad virtual donde la verdad no importa sino como sensación interpretada por el destinatario? Si lo que le queda es aguardar que las definiciones de Francisco evangelicen a los desmoralizados por la clase política sigloventista (esa que Milei estigmatizó con picardía estratégica mediante el sustantivo colectivo “casta”), hay que colegir que las contrafiguras del actual oficialismo han perdido sus atributos tácticos. Ante el armado algorítmico de los ingenieros del caos que trabajaron (y trabajan) para la Libertad Avanza, resulta inconsistente la confrontación a cuerpo gentil. En ese sentido, no se debe esperar que las aseveraciones papales (por más severas que fueran) trepanen la conciencia social hasta reencausar el pensamiento crítico, con la esperanza de que los votantes de Milei se rediman. Hay que leer las repercusiones de los dichos del Pontífice en redes para entender cómo funciona el geiser de odio motivado por los contenidos más agraviantes de las cuentas administradas por los trolls mileistas. Sencillamente, los que ayer comulgaban en las parroquias hoy, desinhibidos por el anonimato y la despersonalización de Internet, hacen fila para defenestrar al jefe de la Iglesia Católica mediante epítetos que no solamente son consentidos por las reglas de moderación de X, sino multiplicados al infinito por medio del reposteo. “Sucio comunista”, escribe un encolerizado empleado de comercio que acepta pagar 10 veces más por el boleto de colectivos con tal de que no vuelva “la chorra”. Y acto seguido, miles de usuarios de la misma red hacen lo propio, como si fueran pirañas. Giuliano da Empoli da una pista de cómo enfrentar la cadena odiadora que utiliza como combustible la verborragia cloacal de la chusma y los iletrados, entre otros cooptados por falsa verdad de que todo lo pasado fue peor. Advierte el sociólogo que el rencor de los postergados es un capital volátil en tanto las soluciones de fondo no proporcionen una mejora palpable en la calidad de vida. En ese sentido, podría decirse que los gobiernos populistas de molde autoritario y antiestado se autoconsumen víctimas de sus propios fundamentalismos. Ergo, si por razones meramente dogmáticas Javier Milei decide empecinarse en profundizar el ajuste, retacear fondos educativos y gasear a los jubilados mientras come asados pantagruélicos con sus leales, llegará el día en que los indignados se parapeten en su contra. Pero no será porque lo diga el Papa, ni Cristina, ni Máximo, sino porque un nuevo espacio de representación tuvo la astucia de redireccionar los algoritmos.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por