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» Clarin
Fecha: 27/12/2025 06:53
Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, Nicaragua, 1942), escritor, premiado con los principales galardones de la literatura en lengua española, amigo de todo el mundo, desde Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Julio Cortázar, vive desde 2021 desterrado de su patria, a la que ayudó a liberar cuando el sandinismo acabó con el dictador Somoza. Somoza, por cierto, lo había mantenido en el exilio hasta 1979. El dictador en el que se convirtió luego Daniel Ortega desterró a Ramírez, y a muchos más. Con otros transterrados, Sergio Ramírez es ciudadano de España, de Ecuador y de Colombia. La dictadura lo convirtió en persona non grata hasta que, finalmente, lo borró de la lista de los ciudadanos que pertenecen al país en el que él nació. Ahora es como si no hubiera nacido en ningún sitio. Acogido en todos, menos en su patria. Él vive esa circunstancia con la misma nobleza con la que trabajó en la liberación de su país cuando éste era otra dictadura como la presente. Sergio vive en Madrid, desde donde viaja por el mundo, da conferencias, recibe premios, publica libros, genera opiniones sobre lo que sucede y, por ejemplo, escribe habitualmente en diarios como El País. Con la literatura y con el pensamiento que cultiva mantiene un diálogo que es bienvenido en todo el espectro de la cultura iberoamericana. De todas partes lo convocan, y él asiste como escritor, pero también como ciudadano de un mundo en el que tan solo lo expulsa el país en el que nació. Escritor siempre, ha publicado libros que tienen que ver con el pasado de su época sandinista (Adiós, muchachos) y ha sido premiado por libros de ficción o de ensayo que lo han convertido en uno de los más galardonados de su generación. Castigo divino, Flores oscuras, Baile de Máscaras, Catalina y Catalina, Margarita está linda la mar (Primer Premio Alfaguara de Novela) o El Callado Dorado (su última novela) forman parte del elenco de su larga lista de obras. Jamás ha escrito para vengarse, sino para entender el demonio de mundo que vivimos. El cuestionario que le hice llegar tuvo estas preguntas y halló estas respuestas. --Acabo de refrescar una entrevista con John Berger, que hablaba de 2016, cuando el mundo estaba patas arriba. Ahora no estamos en mejores circunstancias. ¿Qué pasa, Sergio? ¿Cuál es la maldad del mundo? --Soy muy pitagórico para ver la historia, por borgiano. Creo que todo se repite por ciclos, empezando por las formas organizadas de la maldad. Trato de imaginarme en los años de entreguerras del siglo veinte, cuando la angustia de la catástrofe de la historia llevó al suicidio a Walter Benjamin y a Stefan Zewig, perdida para ellos toda esperanza, como Dante a las puertas del infierno. --En este tiempo se han diluido personas, personalidades y países. De tu propio país no se dice nada, por ejemplo. ¿Qué está pasando? --Nadie hace caso de la tragedia de los países pequeños que no están en los mapas estratégicos, y entonces los dictadores se aprovechan del silencio para apretar el tornillo del garrote vil en el cuello de la gente. Y por delante de Nicaragua está Venezuela, que tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, y entonces sí importa. --La primera imagen que tengo tuya se te veía feliz, más bajito que Cortázar. Es la imagen de un muchacho que mira a un maestro. ¿Qué era aquel chico, qué fue siendo? --Un hombre viejo que no quiere quedarse al margen y trata de entender al mundo como ahora es, o alguien que se asoma desde el pasado. No es fácil. La velocidad del mundo es centelleante, y hay que cazar el tren en marcha. Imaginación, curiosidad, capacidad de asombro, ganas de saber, no hay que perder esas cualidades. --Vives en Madrid, exiliado. ¿Qué dicen para ti esas palabras: ¿Madrid, exilio? --Frente a la maldición del exilio, Madrid es una bendición. Ya son casi cinco años y no me siento ajeno, o extraño; un aldeano que busca entrar en los misterios y atractivos de una gran ciudad, y siente que no se le cierran las puertas. Soy un nicaragüense madrileño. --La literatura tiene un enorme valor para ti. ¿Qué te ha aportado? --Un sentido a mi vida. Sin la literatura sería muy desgraciado, viviendo el crepúsculo anodino de la tercera edad. La literatura hace que cada mañana vuelva a ser joven cuando me siento frente al teclado y comienzo a escribir con alegría y entusiasmo. Estoy vivo para eso. --Eres uno de los millones exiliados del mundo. Te acoge España. ¿Qué es este país al que viniste cuando empezabas a quedarte sin patria? --Un país al que quiero entrañablemente y al que busco entender con mi parte de español y desde mis raíces mestizas. Lo entiendo en su diversidad y en sus contrastes, en sus pasiones y contradicciones. A veces lo veo reflejado en el duelo a garrotazos de la pintura de Goya, una de las dos Españas que ha de helarte el corazón; pero está también la otra, que no es la España que bosteza, sino la España luminosa de su poesía, de Rosalía de Castro, a Machado, a Lorca, a Joan Margarit. --¿Y qué sería hoy la patria? --El poema Alta traición de mi muy entrañable José Emilio Pacheco habla por mí: No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente El pueblo donde nací, la casa de mi infancia, el volcán que custodia ese pueblo, una tarde de lluvia interminable, la playa solitaria donde podría caminar kilómetros sin encontrar a nadie, mi padre cerrando la tienda de abarrotes porque mi madre llama a comer, los amigos que murieron jóvenes y nunca envejecieron por tanto en mi memoria. --¿Lo que ocurre, en tu país, en el mundo, te lleva a la reflexión o al rencor? --Me lleva a la frustración. No puedo evitar el sentimiento de haber fracasado en cambiar la suerte desgraciada de mi país y encontrarme que aquella dictadura dinástica que combatí ha sido sustituida por otra dictadura dinástica peor. --Hay unos países que obligan al mundo, como el actual Estados Unidos o la Rusia de Putin. Es posible la repugnancia, pero si entramos en el campo de la reflexión, ¿cuál sería hoy tu manera de juzgar este tiempo? --Estamos en el tiempo del triunfo de la mentira, el mundo orwelliano donde la lógica se encoge para dar paso al concepto oficial de la verdad alternativa. Se miente descaradamente, todo se falsifica desde los altavoces del poder, y cada vez más lo vemos como normal. ¿Cuánto tiempo tomará desmontar este tinglado? --Venezuela es ahora una incógnita. Es el país de Rómulo Gallegos, de tantos. ¿Cómo se puede perder un país? --Venezuela no es la primera pesadilla que vivimos en América Latina, ni la primera que vive Venezuela. Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Chávez, Maduro, de un lado, y del otro Rómulo Gallegos, que fue presidente, Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez. La Venezuela democrática terminará imponiéndose, --En los momentos difíciles de tu historia has sido capaz de escribir libros que recorren tu vida de muchacho. ¿Cómo has podido hacerlo? --Por convicción. Para ser escritor necesitas estar convencido de tu papel desde tu propia intimidad. Eres escritor porque necesitas serlo, más allá del éxito o no de las ventas, o de la fama. Sobre la firma Newsletter Clarín
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