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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/12/2025 02:41
El fenómeno conocido como ROMO, o alivio de perderse experiencias digitales, se vincula con una sensación de bienestar y menor dependencia de la validación social, según observaciones clínicas y estudios recientes (Imagen Ilustrativa Infobae) Es tarde. El día terminó hace rato, las luces están apagadas, pero los dedos siguen activos. Cuesta dejar de poner un like, subir una historia o leer un mensaje más. Tras el último mensaje aparecen otros nuevos, el ciclo parece interminable. Además, surge la necesidad de revisar todo tipo de espacios virtuales: noticias, novedades, opiniones sobre temas que, de pronto, adquieren aparente importancia trascendente. Esa actividad, llegada cierta hora, ya no se asocia a placer. Domina una sensación extraña: la necesidad de estar al tanto de todo o de participar en todo. De fondo aparece el malestar, la angustia de sentir que es imprescindible estar al tanto de todo: “¿Y si pasa algo y no me entero?” El fenómeno FOMO y sus raíces Este sentimiento ha cobrado tal vigencia que hasta posee su propio acrónimo: FOMO, del inglés “fear of missing out”, el miedo a quedarse afuera. Si no fuera tan actual, parecería una broma, pero no lo es. El comediante británico Benny Hill solía interpretar a una señora que miraba durante horas la televisión encendida sobre una señal estática. Por aquel entonces, la programación televisiva tenía horarios limitados y existía lo que se denominaba “señal de ajuste”. Esa señora, por temor a perderse una noticia, permanecía observando la pantalla vacía. El fenómeno conocido como ROMO, o alivio de perderse experiencias digitales, se vincula con una sensación de bienestar y menor dependencia de la validación social, según observaciones clínicas y estudios recientes (Freepik) Hoy, esa escena se ha convertido en realidad. La señal de ajuste se transformó en un torrente igualmente vacío de contenido significativo. En la práctica clínica los trastornos del sueño y el estado de hipervigilancia, de alerta constante, han adquirido tanta importancia que lo vemos cotidianamente. La ansiedad, el insomnio y del malestar anímico que esa búsqueda genera, se realimenta al buscar información constante sobre estos temas de salud. Hay que tener el último dato, de un influencer habitualmente, respecto al sueño, o el ultimo dispositivo, o gafas, ya que no tener esa información significaría no poder combatir ese malestar, que se crea paradójicamente en esa búsqueda incesante. El papel de los otros: influencers y mirada social FOMO no es solo curiosidad: es la preocupación persistente de que otros, en particular los influencers, tengan experiencias valiosas en las que uno no participa. La vida de los demás se percibe como extraordinaria y surge la urgencia de estar conectado todo el tiempo para no quedar atrás. Esta es una versión moderna del antiguo miedo a ser excluido del grupo o “tribu”. Esa tribu hoy muta constantemente en sus señales de pertenencia, y hay que estar a la búsqueda de esas nuevas señales de manera constante. El resultado es un estado de alerta, de hipervigilancia. Un gran hermano que nos vigila, solo que no es una autoridad suprema, sino que son los otros. Al decir de Sartre en Huis Clos, “El infierno son los otros”, su la mirada crítica. Así “los otros/los demás”, se transforman en una unidad subjetiva que nos cuestiona, todos están haciendo esto, o fueron a tal lugar. Si bien hasta eso implicaría una postura evitativa sana que es la de escape, por el contrario, genera la conducta repetitiva de autoinfligirse el trauma, buscando más y más, ya que se seguirá estando por afuera de lo que los otros hacen. La adicción a la información y la presión social de los influencers agravan los trastornos de sueño y el malestar emocional (Imagen Ilustrativa Infobae) Ese trauma a repetición ocasiona lo que muchos estudios han expuesto: más tiempo de uso, más ansiedad, más síntomas depresivos, peor calidad de sueño, todo eso especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. A diferentes edades, diferentes las búsquedas. En adultos será el miedo a perderse noticias clave, movimientos económicos, oportunidades laborales, cambios políticos. El fondo emocional es el mismo, la convicción de que, si uno se desconecta un momento, el mundo seguirá sin esperar, lo que impulsa a acelerar en la interminable rueda del hámster en su jaula virtual. En paralelo, Argentina se ha convertido en un pequeño laboratorio de hiperconectividad. Distintos relevamientos ubican al país entre los que más horas pasan frente a pantallas y redes por día. No es raro escuchar frases como: “me voy a dormir con el celular en la mano y me despierto mirándolo”. Lo que hace unos años se vivía como un plus de modernidad, hoy muchas personas lo describen como una forma de agotamiento crónico. Ayuno digital y ROMO Ante este escenario hace mucho tiempo que usamos protocolos cognitivo comportamentales de ayuno digital. Quizás sea que el FOMO ha generado un servicio y es que los conceptos de ayuno digital, o ayuno de dopamina etc., se han empezado a hacer conocidos de la mano de la difusión en redes de los ayunos de alimentos como el ayuno intermitente. El FOMO representa un factor de riesgo clínico, mientras que el ROMO actúa como un factor protector para la salud mental (Imagen ilustrativa Infobae) Lo concreto es que se empieza a detectar un nuevo fenómeno. En los últimos años empezó a circular uno interesante: ROMO, que sustituye la palabra miedo (Fear) por alivio (relief) “relief of missing out”, el alivio de perderse cosas. Pasar del miedo al alivio, constituye toda una declaración de principios, decidir pasar del miedo, soportando en los primeros tiempos de esa abstinencia, ya que de eso se trata, de la abstinencia de un comportamientos adictivo, al alivio que genera salir de la rueda del Hámster, del estado de alerta constante. No contestar una polémica, no entrar en otra discusión inútil en los comentarios, incluso un agravio en las redes, empieza a ser vivido no como apatía ni desinterés por el mundo, sino alivio. Es la constatación de lo imposible y tóxico, aplicando la palabra que tanto se expandió por las redes, que es intentar estar en todas partes, todo el tiempo. Es empezar a darle a ese aparato digestivo un momento durante el cual no esté intentando digerir toneladas de alimento. El cuerpo y la mente necesitan espacios de ausencia. Necesitan tiempo vacío, silencios, nada que no sea coherente con todos los ciclos biológicos. A esta conclusión de sentido común se le ha sumado los estudios controlados. Son varios pero el principio es común y de sentido común, un grupo acepta reducir de manera importante, incluso suspender por completo, el uso de plataformas durante un tiempo determinado. Las respuestas a estos “ayunos digitales” son palpables: mejoras medibles en estado de ánimo, ansiedad, calidad de sueño respecto, incluso autoestima y autopercepción. Quizás sea por esto que varios artículos en medios internacionales vienen notando que se está produciendo un fenómeno inesperado a nivel mundial y es el apartamento de las redes. Relevamientos internacionales y estudios meta analíticos muestran que la sobreexposición digital contribuye al cansancio emocional y a una disminución en la percepción de bienestar y satisfacción personal (Imagen Ilustrativa Infobae) El periodista y escritor Kyle Chayka se preguntaba en el New Yorker hace unos días si no estábamos experimentando aburrimiento al postear. En notas previas ya planteaba que “ya esto (internet) no es divertido”. Ante la difusión del ROMO adquiere sentido un artículo del 2023 del Financial Times referidoa que el uso de redes sociales viene disminuyendo de manera paulatina pero sostenida desde 2022. Quizás sin grandes novedades y al mismo tiempo que generaciones adultas empezaron a usar las redes sociales más activamente, otras franjas etarias, sin necesidad de comprobación científica, empezaron a ver que esto ya “no es divertido” y esa sobrecarga de circuitos de atención y emoción del cerebro, hace difícil seguir viendo las redes como un entretenimiento inocente. En particular una generación la Z es decir los nacidos entre 1997 y 2012, empieza a estar presente no en postear menos sino en no postear, en salir de las redes, y no por eso sentir que no hay vida, sino redescubrir otra tipo de interacción social donde reaparecen formas de socialización más directas. Paradójicamente al tiempo que esa generación que creció con internet y las redes sociales empieza a dejarlas, otras generaciones mayores empiezan a usarla con más intensidad. Este fenómeno social es la manifestación colectiva de algo que en la esfera personal es un replanteo profundo sobre diversos temas que hacen a la identidad, y al concepto de bienestar y aún más ampliamente al de felicidad. El espacio digital y el espacio para lo humano Un estudio meta analítico de hace un año sobre el tema redes y felicidad, llega a la misma conclusión de otros artículos recientes y es que en la medida que sea comunicarse eficientemente con seres humanos reales, los efectos de su uso son negativos. Dicho de otra manera al igual que vienen señalando varios autores, los efectos positivos que se esperaban de las redes sociales que eran fomentar la interacción entre los personas y así por un lado reforzar lazos entre el propio circulo y permitirnos explorar otros, hoy han mutado a otro escenario en el que hasta el factor humanos real pierde significación. Es quizás por eso que se habla de redes sociales y el fenómeno de la “enshittification”, un término evidente por si mismo y que se la ha traducido por la más prolijo “decadencia de plataformas”. El FOMO, o miedo a quedarse afuera, impulsa la hiperconectividad y la ansiedad en la era digital (Freepik) Sin embargo el término acuñado por Cory Doctorow es un paraguas conceptual para el proceso en el que se replantea como la mutación de las redes hasta la primacía de material creado por bots de IA, sumado a las granjas de usuarios en muchos casos trolls, la cantidad de contenido comercial y de manejo de masa, deja poco espacio a la humano. En ese contexto salir de ese espacio devenido tóxico empieza a ser una elección. La adicción como forma de esclavitud Quizás estamos ante un cambio de paradigma en el que no se trata de borrarnos de las redes y mudarnos a una cabaña sin wifi como muchos proponen, sino dejar de ser esclavos de algo. Aquí es donde la etimología de la palabra adicto viene al rescate y es exactamente esa, la de esclavitud. En ese sentido encontrar forman más sanas de aceptar esa nueva era que ya lleva un par de décadas, es la equivalente a otros modelos de vida sana en la cual factores básicos como la alimentación, el ejercicio, el sueño tienen un impacto significativo en aspectos tanto físicos como psíquicos. Aprender a alimentarse, a ejercitarse, y en la vida digital a evaluar tiempos, grado de compromiso, tipo de actividad, guardan paralelos muy interesantes. De la manera que el FOMO es cuando esa dieta se vuelve exclusiva, y la autovaloración, necesita estar siempre llena y de un alimento ultra procesado con consumo constante, el alivio, el ROMO, surge al plantearse una sensación de alivio por no estar siempre saturado. Así como sabemos en relación a nuestra edad, nuestro estado general y nuestras actividades cuáles son los alimentos y los ritmos, más convenientes, el uso de las redes saludable, también será el que genera esa sensación de bienestar y no de esclavitud, urgencia o malestar. Los periodos de abstinencia digital ayudan a combatir la ansiedad, depresión y trastornos del sueño l(Imagen Ilustrativa Infobae) Estrategias para un uso saludable El uso de periodos de ayuno, abstinencia, puede devolver una saludable sensación de autocontrol, algo que a veces nos parece tan lejano, quizás en lugar de buscar otro práctica novedosa en las redes, se trata de aplicar una que nos siente bien. En personas con cuadros de ansiedad, depresión o trastornos de sueño, puede formar parte de un protocolo terapéutico más amplio: el ROMO no es un mandato moral, sino un aporte clínico. De la misma manera que, a veces desde una posición generacional extrema, no todo lo nuevo es malo, no todo lo anterior es para descartar. Redescubrir maneras de interactuar sin respuestas inmediatas ni notificaciones permanentes contriuye a romper la sensación de urgencia. La amistad existía antes de los grupos de WhatsApp; aburrirse no era una patología; perderse algo no equivalía a desaparecer. Recontextualizar prácticas del pasado puede ser un avance. Esto también se observa en el interés por modelos de salud y longevidad, alejados del consumo constante de estímulos. Tolerar el silencio ajeno y, sobre todo, permitirse el propio puede resultar tan eficaz como un retiro en un monasterio. Sintetizando, en términos clínicos, FOMO es un factor de riesgo y ROMO, un factor protector. En términos humanos, FOMO es vivir persiguiendo la vida de los otros; ROMO es empezar a habitar la propia. Es salir de la sensación de estar corriendo detrás de algo que nunca alcanzaremos y entender que esa es la característica de la vida, en la cual no es necesario para tener una existencia y feliz estar en todo, saber todo, que la mayoría de las cosas nos las perderemos y eso está bien. * El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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