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Parana » Informe Digital
Fecha: 27/11/2025 14:22
Los compradores públicos se concentran en el norte de África y en el Middle East, a través de diez agencias gubernamentales encargadas de licitar y adquirir trigo mediante compras directas o por intermedio de importadores privados. Un caso muy conocido es el GASC en Egipto, cuyas compras de trigo fueron totalmente delegadas a fines del año pasado a Mostakbal Misr (Egypt Future Agency), que importó en 2024/25 más de 5 millones de toneladas de trigo, es decir un 41% del market share del mercado egipcio. Existen diferencias conceptuales entre estos compradores internacionales. El comprador público no es el utilizador final del trigo, sino más bien un funcionario de turno que carga con una fuerte presión política en países donde el trigo representa prácticamente la única fuente de proteína de la población. Por eso las specs [especificaciones] son extremadamente rígidas y solo se admite un mínimo de tolerancia mediante rebajas de precio. Por debajo de ese mínimo se rechaza la mercadería, independientemente de la distancia que separa el origen del destino. La primera consecuencia fue la fuerte disminución del trigo americano en el continente africano: su participación cayó del 36% en 2003/04 al 2,5% en 2024/25; la segunda fue que los grandes importadores de la cuenca mediterránea elevaron sus exigencias proteicas ante la abundancia ofrecida por Rusia Por su parte, el comprador privado es el utilizador final, quien interviene en el proceso de compra y en la elección de las diferentes calidades industriales. Las specs evolucionan en función del contexto. No obstante, el entregador tiene poco margen de maniobra en lo que respecta a la relación calidad/precio: “Se entrega lo que se pide”. Comprar fuera de las specs tiene un fuerte impacto tanto en términos industriales como competitivos. Se puede negociar para evitar el rechazo de la mercadería, pero el costo no es menor. En definitiva, ambos compradores internacionales comparten la misma problemática: asegurar un piso de calidad industrial, ya sea para evitar un juicio por mal desempeño del funcionario público o un despido en el caso del comprador privado. A su vez, el comprador privado, quien utiliza el trigo, quisiera que el trigo comprado se ajuste lo máximo posible a los requerimientos industriales, comprando idealmente por variedad y mediante tests de panificación, más allá de los criterios tecnológicos clásicos. Esto último no es posible, porque los clientes internacionales compran grandes volúmenes de trigo (handy/panamax) con una posibilidad de segregación muy limitada y una barrera de acceso directo a la mercadería. Sin una noción de variedad y con difícil acceso a tests panaderos, los compradores internacionales recurren por excelencia a un único criterio tecnológico: la proteína. En ciertos países se agrega a las specs el gluten húmedo, dado que el tipo de panificación y la condición de amasado exigen una elasticidad de la masa innegociable (Arabia, Irak, etc.). Rusia aplicó esto a la perfección gracias a sus propias especificaciones comerciales heredadas del régimen soviético. El sistema GOST (un fantasma para sus competidores) le permitió a Rusia inundar el mercado mundial con su trigo standard clase 3, que especifica 12,5% de proteína y 25% de gluten, complementado por la clase 2 —para mercados más exigentes— que define 13,5% de proteína y 30% de gluten húmedo. La “dictadura de la proteína” del trigo ruso se impuso gracias al beneficio otorgado al comprador desde 2008/09. Mientras que el contrato FOB Novorossiisk especifica 12,5% de proteína, el trigo ruso llega sistemáticamente a destino con una proteína de 12,7/12,8%. Esta ausencia total de trigo “rayero” que ofrecía “gratis” una proteína por encima de las specs tuvo dos grandes consecuencias en el mercado mundial. La primera consecuencia fue la fuerte disminución del trigo americano en el continente africano, con una participación cayendo del 36% en 2003/04 a un 2,5% en 2024/25. La segunda fue que los grandes importadores de la cuenca mediterránea aumentaron sus exigencias proteicas ante tanta abundancia propuesta por Rusia. De ese modo, el comprador público egipcio exige hoy en día 12,5% de proteína a los orígenes eslavos, bálticos y del mar negro europeo, mientras que le exigía a todo el mundo 11% en 2009. Aprovechando la crisis diplomática entre Francia y Argelia, la diplomacia comercial rusa logró en octubre de 2020 que la OAIC publicara un nuevo pliego de condiciones para el trigo con el fin de ampliar la aceptación del porcentaje de granos picados (del 0,1 a 0,5%) a cambio de un aumento del porcentaje de proteína exigido para el trigo ruso y otros orígenes (de 11 a 12,5%). De esta forma Argelia importó en 2024/25 alrededor de 7,2 millones de toneladas de trigo proveniente de Rusia, Ucrania, Bulgaria y Rumania (97% del market share) contra 0 toneladas en 2020/21 provenientes de estos orígenes. Cabe preguntarse hasta aquí qué relación tiene todo lo dicho con el trigo argentino. Las relaciones son múltiples. En primer lugar, en una buena parte del año una de cada tres toneladas de trigo que se intercambian en el mundo provienen de Rusia. Si se le suma los bálticos (Polonia, Lituania, Letonia, Suecia), Ucrania y los europeos del mar negro (Bulgaria y Rumania), una de cada dos toneladas proviene de este conjunto de países que ofrecen una base de 12,5%. En segundo lugar, la performance del trigo argentino está íntimamente ligada al ritmo de embarques del trigo ruso. El último récord del trigo argentino en 2021/22 coincidió con el nivel más bajo de exportaciones de trigo ruso de los últimos 8 años. En la campaña actual del trigo argentino 2024/25, las exportaciones mensuales históricas a partir de agosto se debieron en gran parte al retraso del programa de embarque ruso. Por último, el récord alcanzado en 2021/22 se logró con una fuerte participación en Argelia y Marruecos. “Con el Magreb no alcanza, y sin el no se puede”, pese al fuerte progreso del trigo argentino tanto en Indonesia como en África del oeste. Aquí llegamos finalmente al nudo de este artículo. Argelia ya no se contenta con 11% de proteína mientras que Marruecos le exige a la Argentina, junto a los orígenes eslavos y bálticos, corregir la producción local en un blend donde predomina el origen francés. En síntesis, el mundo le pide al trigo argentino una base de 12% de proteína, para caer en el peor de los casos a 11,5%. Por debajo de 11% ya estamos en el universo forrajero que separa al día de hoy al universo panadero en alrededor de 15 dólares la tonelada, exactamente el mismo monto que intenta anticipar por adelantado la exportación. El 11% de proteína (esta vez base húmeda 13,5%) que divide las aguas del trigo pan argentino a la hora de bonificar o de castigar, se encuentra más vigente que nunca frente a la “dictadura de la proteína” rusa y a un saldo disponible exportable de trigo argentino fuera de Brasil que supera muy cómodamente los 10 millones de toneladas. El autor es consultor internacional de cadenas agroindustriales
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