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Rio Negro » Adn Rio Negro
Fecha: 16/11/2025 12:49
(Por Alejandro Vanoli). – La subestimación del problema, inflacionario aleja a esa parte de la sociedad que hace 14 años (salvo 2019) no acompaña al peronismo. El sorpresivo resultado electoral del 27 de octubre tiene múltiples factores, pero hay al menos dos razones que tienen que ver no tanto con una aprobación a la gestión de Milei, sino con el rechazo y el temor que el peronismo provoca en una parte de la población argentina. La sociedad argentina está esencialmente dividida entre un 40% que vota en general al no peronismo, un 33% que si elige al peronismo/kirchnerismo regularmente y un 7%/12% consolidado que vota a otras fracciones menores. Queda así disponible un porcentaje en torno al 15% 20% que fluctúa y que define al ganador de las elecciones. Respecto a la cuestión de rechazo y temor, hay un cúmulo de factores. El grupo «oscilante» pero también sectores afines, observan que el peronismo no termina de salir de mecanismos poco virtuosos de conflictos internos que desnaturalizaron la gestión del Frente de Todos de 2019 a 2023. Sectores que no perciben un liderazgo nítido que unifique al conjunto, luchas a cielo abierto de fracciones que afectaron al Gobierno anterior y generan tensiones visibles que afectan la gestión en la Provincia de Buenos Aires. Rechazo Esos sectores demandan una autocrítica, planteos actualizados, una nueva conducción de amplio consenso, un programa claro que encarne los valores del peronismo, Soberanía Política, Independencia Económica, Justicia Social, adecuada instrumentalmente a los tiempos actuales. El Peronismo ha sido siempre un partido pragmático. Perón siguió una política económica bien diferente de 1946 a 1952 con un alto contenido de expansión y distribucionismo y cambió en su segundo gobierno desde 1952 a 1955. Perón vio la necesidad de cambiar ante la restricción externa, incluso modificando su política petrolera meses antes del Golpe Militar. En ambos casos una lectura dinámica del escenario internacional, desde una posible tercera guerra mundial, hasta la «detente» de la guerra fría, determinaron un acercamiento a los Estados Unidos, potencia hegemónica de la postguerra, pero desde una mirada soberana que implicaba negociar dignamente con una estrategia de desarrollo. No como hace este Gobierno. Esto es un tema crucial, mucho se habla en estos tiempos de «desarrollo por invitación», aludiendo a la posibilidad de vincularse estratégicamente con Estados Unidos, comparando con casos exitosos de Japón y otros países de Asia. Pero lo cierto es que estos países tuvieron un mecanismo beneficioso en el marco de la Guerra Fría donde EE. UU les abrió su mercado y les permitió desarrollarse en el marco de ese contexto global. En los años 50s y 60s hubo una política estratégica de EE.UU, no solo la iniciativa de un Presidente como Trump, una potencia que abría en esa época su mercado y no un país que amplifica su proteccionismo. Tampoco se observa en Argentina un liderazgo que genere un proyecto consensuado y sustentable, más allá de los deseos de subordinación acrítica de Milei. Un acuerdo con EE. UU sin una estrategia soberana racional conjuga un peligro de una mayor restricción externa. El peronismo debe plantear una estrategia multipolar y una estrategia de desarrollo más allá de promover una expansión económica y una vocación distributiva. Algo así como combinar al primer y segundo Perón. El General citando a Mao decía que para caminar sin caerse se necesitaba disponer tanto de la pierna derecha como la izquierda. Equilibrio. El propio kirchnerismo fue pragmático en la primera década, avanzaba hacia 2007 con una estrategia de normalización financiera, acordando con el Club de París y los fondos buitres. Esta agenda se interrumpió, con una buena lectura del contexto global, dada la crisis de 2008, ante las necesidades internas producidas por la crisis en los países desarrollados donde todos los países hicieron «heterodoxia». Recuperó la economía y ganó las elecciones de 2011. El problema es que se no se retomó una política de acumulación de reservas entre 2011 y 2013, tras el cambio de ciclo y se reinstauró el «cepo cambiario». Un giro estratégico para reducir el ritmo del desendeudamiento, reabriendo el financiamiento externo en forma moderada y en condiciones razonables, para no sufrir la restricción externa luego de 2012, que se profundizó con la caída de los precios de los «commodities» y el bloqueo de Griesa en 2013/2014, que también pudo evitarse en el marco de una negociación política soberana con los Estados Unidos. Así el peronismo debe generar propuestas que encarnen valores redistributivos con un orden fiscal como exhibió en gran parte del Gobierno 2003-2015, más allá de la crisis global. Margen que se perdió luego de 2012. ¿No era razonable sacar subsidios a los sectores de mayores ingresos en 2011 para tener más espacio fiscal? Del mismo modo no pudo consolidarse el equilibrio macro en 2021, tras el esfuerzo que ameritó enfrentar la pandemia. El peronismo no puede regalar la bandera del «orden» al Gobierno. Está claro que con políticas de endeudamiento y apertura comercial y financiera el «aparente orden temporal» genera un gran desorden. Hablo de propuestas que entronquen en los valores históricos pero adoptadas a los tiempos actuales. Propuestas concretas para estimular el ahorro popular, acceder a la primera vivienda, generar condiciones razonables para acceder a los alquileres, promover el empleo joven. Todo un desafío llegar a los jóvenes, que tienen imaginarios que chocan con estrategias llevadas a cabo por el peronismo en los últimos años. Como conciliar una razonable sustitución de importaciones con cumplir el deseo de consumir ciertos productos importados, como sintonizar con las nuevas preferencias de vida, estilos de trabajo, quizás diferentes a las aspiraciones y realidades a las de sus padres y abuelos. Se trata de conciliar lo ideal con lo posible, sintonizar con esos imaginarios de un futuro mejor y explicar como es la mejor forma de acceder a mejores empleos y a un consumo que concilie atender necesidades básicas en un marco de dignidad con la sustentabilidad del proceso. Como balancear la demanda de libertad con la noción de solidaridad, entendiendo que el esfuerzo del todo es mas que la suma de las partes. Menudo desafío. El peronismo debe presentar a la sociedad proyectos de reforma laboral, reforma tributaria (parece haber un proyecto circulando entre Gobernadores), reformas penales y cambios previsionales de cara al futuro. No basta con decir no a Milei hay que presentar propuestas viables y que se perciban como mejores, más justas, más sustentables. Analizaremos en detalle estas «reformas» en futuras notas. Un factor fundamental en el resultado electoral fue el miedo «al día después» de las elecciones. La aversión a dos años de gobierno débil, con el recuerdo (lejano) de De La Rúa y (fresco) de Alberto Fernández hizo que la gente no quisiese un «salto al vacío», un escenario esperable de fuerte devaluación y elevada inflación, con el impacto social de corto plazo que ello hubiese conllevado, mas allá que en el mediano plazo mantener este modelo amplifique los males presentes. En general la sociedad pondera más el corto plazo, salvo que se le explique con claridad las implicancias de las decisiones presentes y que la alternativa sea atractiva y brinde seguridad. En ambos aspectos la oposición no pudo transmitir ese mensaje. Confió en la no campaña y en los «errores» del adversario. Craso error. La sociedad valora en el Presidente la baja de la inflación, fuera de su brutal elevación en el primer trimestre de 2024, que una parte de la sociedad lo achaca al arrastre anterior, más allá de que la devaluación sin medidas amortiguadoras ni un plan económico generaron la fatal combinación de una mayor inflación inicial y un mayor costo social. La gente quería y quiere tranquilidad, aunque lo pase mal y la percepción era que un triunfo del peronismo desataría una crisis de gobierno con alto impacto económico. La amenaza de Trump fue efectiva y la amenaza de un caos, convirtió una elección de medio término donde la sociedad podía generar balances y contrapesos, en una suerte de ballotage donde Milei prevaleció sobre la versión actual del peronismo. Al respecto algunos hicimos esta advertencia de la demanda social años atrás. Recomiendo leer esta entrevista que me hizo LPO el 21 de mayo de 2022 cuando la inflación mensual se espiralizaba en Argentina y en el mundo tras la guerra en el Este de Europa, sin medidas compensatorias suficientes ni un Plan integral de Estabilización. El no haber podido dar una respuesta al problema inflacionario en 2022-2023 fue un factor fundamental en el resultado electoral. La subestimación del problema, además de la falta de soluciones alternativas tanto durante el gobierno del FDT como en la actualidad, al flagelo inflacionario, aleja a esa parte de la sociedad que hace 14 años (salvo 2019) no acompaña al peronismo. Muchos creen que la estrategia de Milei es la única posible y prefieren un enfoque «nuevo» del oficialismo a planteos poco claros de la oposición. Esta cuestión discutir algunas cuestiones. Claramente la inflación tiene factores que se atienden con heterodoxia y con ortodoxia. Respecto al primer caso el Gobierno no está pudiendo bajar la inflación en sus componentes inerciales, por el fuerte crecimiento de los servicios, a pesar de anclar salarios y tipo de cambio, la apertura importadora y la recesión lo que sostiene un piso alto de 1,5% mensual. Un tema clave es el equilibrio fiscal, clave en una economía altamente endeudada, sin crédito externo y con un componente bimonetario. Un ajuste fiscal exitoso requiere una discusión profunda de la eficiencia y equidad de ingresos y gastos. Hay formas alternativas a la motosierra y la licuadora. No es lo mismo reducir el déficit gravando a los superricos (como hizo la reciente reforma tributaria brasileña), desgravando parcialmente ingresos de sectores medios y bajos, que reducir el impuesto a los bienes personales a todos, cuando hay indigencia. No es lo mismo gravar rentas exentas con criterios de equidad que seguir sosteniendo subsidios que no se justifican (ej. plataformas de ventas y pagos beneficiados por la ley de software). Pero el equilibrio fiscal, si no hay forma de financiar el déficit, es la base de una política que pueda generar el margen de maniobra para volver a tener una moneda nacional que sea instrumento de ahorro y permita no solo recuperar financiamiento sino construir un colchón que permita hacer políticas anticíclicas cuando haya una crisis. Solo con un país solvente se puede tener políticas adecuadas para administrar el ciclo sin provocar inflación ni tensiones cambiarias. Así el peronismo debe garantizar un orden macroeconómico para permitir crecimiento y mejoras sociales y no regalar la bandera de la estabilidad a sectores neoliberales que siempre generaron con sus políticas crisis financieras. A modo de síntesis El peronismo debe avanzar en su reorganización, estableciendo una conducción que represente al conjunto del país y los diversos sectores sin exclusiones. Que pueda encabezar una coalición amplia de sectores democráticos y progresistas que permitan enfrentar desafíos que serán muy complejos en 2027. No hablo de un «rejunte». Es fundamental una propuesta clara y alternativa al Gobierno, Un verdadero plan de corto, mediano y largo plazo representando los valores humanistas, las tres banderas históricas, la defensa de la producción y el trabajo, el federalismo, la verdadera libertad en sentido integral, la solidaridad y la representación efectiva de los sectores vulnerables, pero con un discurso comunicacional, formas y propuestas concretas y adecuadas a los tiempos actuales. No basta con enunciar la necesidad de un Estado presente hay que hacerlo eficiente, que los trabajadores y sectores medios puedan ver que el Estado garantiza una adecuada salud, educación, seguridad y que se crean oportunidades de trabajo. Obviamente esto requiere financiarlo y esto implica que los sectores con mayores recursos afronten que se brinden bienes públicos dignos para todos. Este «orden económico», esta mirada financiera y de caja sin un plan económico está generando un «default productivo» un «default de infraestructura» un «default social» y que aún en el supuesto caso que el Gobierno logre sortear una crisis financiera y cambiaria, profundizará una sociedad dual fracturada, con un modelo de extractivismo con amplios sectores de la producción y el trabajo en una situación crítica. Una pesada herencia para los próximos años. La oposición necesita una conducción política indiscutible que coincida en 2027 con quien ejerza la gestión presidencial. Un liderazgo que permita una gestión económica, dadas las directivas políticas elegidas popularmente instrumentadas con un Ministro de Economía fuerte y un equipo cohesionado, sin loteos políticos. El modelo alternativo debe constituir una utopía que convoque, sea realista, posible e incluya soluciones concretas, aunque demanden tiempo, pero que la población perciba perspectiva de un cambio para mejor. Un esfuerzo con sentido, alejado tanto de crueldades, como de fantasías Es imprescindible un plan de estabilización y desarrollo. Solo así se podrá no solo llegar a sectores jóvenes, trabajadores informales y desencantados de los últimos años para ganar una elección sino evitar, de llegar la oposición al Gobierno una nueva frustración. (Publicado en LPO)
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