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  • Memoria Frágil: Noches y madrugadas de bares de Paraná

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 09/11/2025 01:28

    Hay ciudades que se explican por sus noches, y Paraná es una de ellas. En las décadas pasadas, los bares fueron su pulso secreto, el corazón que latía cuando todo lo demás dormía. En ellos se fraguaban amistades y discusiones, nacían ideas, se gestaban proyectos periodísticos, artísticos, comerciales, y se compartía el simple milagro de estar despiertos en un tiempo que parecía tener más alma que prisa. El programa “Memoria Frágil” se sumerge en esa geografía sentimental con testimonios de Jorge Riani, Julio Vallana, Fernando De la Rosa, Fernando Ponce, Salvador Ángel López, Danilo Lima y Darío Albertini, quienes reconstruyen —desde la emoción y la memoria— aquellas madrugadas de humo, palabras y silencios. Había bares que eran mucho más que bares. El “Victoria”, frente a la plaza de Mayo, con su luz encendida las 24 horas, era un refugio abierto al insomnio colectivo. Nunca cerraba, ni siquiera en los feriados: su puerta era una frontera simbólica entre la rutina y la libertad. Allí se mezclaban periodistas, bohemios, trabajadores y estudiantes, cada uno con su propio rito. Algunos discutían de política, otros filosofaban sobre la vida o simplemente observaban pasar el mundo detrás del vapor del café. El bar “Los Alpes”, junto a la Facultad de Ciencias de la Educación, tenía otro pulso: el de la juventud. Estudiantes de Comunicación Social llenaban las mesas con apuntes, sueños y risas. Los mozos sabían de memoria quién pedía un cortado largo, quién escribía poesía en los manteles de papel y quién hurtaba maníes con la complicidad de siempre. Era una comunidad de almas inquietas, un laboratorio de la sensibilidad. Pero incluso esos lugares míticos tienen sus heridas. En el bar “Victoria”, un episodio trágico marcó un antes y un después: la muerte accidental de uno de los hermanos Albertini dejó una sombra que nunca se disipó del todo. La ciudad perdió algo más que un habitué: perdió la inocencia de sus noches. Cada bar fue una patria mínima. En sus mesas se trazaron los mapas invisibles de una época en que la palabra todavía tenía peso y la mirada del otro era una forma de compañía. Hoy, cuando muchos de esos espacios ya no existen o fueron reemplazados por la prisa digital y el entretenimiento fugaz, “Memoria Frágil” rescata esa reminiscencia íntima de los bares de Paraná: los templos donde la soledad era compartida y donde la madrugada tenía nombre propio. Noches y madrugadas de bares de Paraná Hubo tiempos en que determinados bares de Paraná tenían una vida nocturna que nunca más existió. Eran lugares de encuentros de trabajadores, periodistas, intelectuales y creativos, que se reunían para hablar de la vida, analizar la realidad y llenar la noche y las horas de la madrugada de historias y anécdotas. Jorge Riani “El bar Victoria era un bar que no pasaba inadvertido en la urbanidad nocturna de Paraná, allá por fines de los años ´80 y principios del ´90, donde nos encontrábamos todos quienes de uno u otro modo teníamos que ver con la nocturnidad. Dicho así, uno se preguntará qué relación tiene uno precisamente con lo nocturno. Estoy hablando de un grupo colectivo de trabajadores, un grupo de periodistas y empleados gráficos que, a la salida de El Diario, cuando esa tarea se desarrollaba fundamentalmente en horas avanzadas de la noche e incluso a la madrugada, salíamos y encontrábamos en el bar Victoria un lugar donde poder ir y comer. Tenía la particularidad que tenía un comedor abierto a 24 horas. Es decir, si a vos te daban ganas de comer un bife de chorizo a las 4 de la mañana, podías ir ahí, que te lo preparaban, o un revuelto gramajo o lo que fuera”. Julio Vallana “El bar Victoria, si hay que buscar una palabra para definirlo, era un templo, especialmente de la nocturnidad, que era donde más circulábamos. Hablo en tercera persona porque éramos nosotros, el colectivo de los periodistas, fundamentalmente periodistas de El Diario. Igualmente, en el Victoria, según la hora o la etapa del día o el momento del día, se construían distintos universos. Del que más puedo hablar, por las características de nuestro trabajo y por el gusto por la noche, era del universo de la noche, que casualmente era donde, nosotros, tras el cierre generalmente de El Diario Paraná, íbamos a cenar por lo menos dos o tres veces por semana”. Fernando De la Rosa “El bar Los Alpes era un lugar fresco, donde yo, con papá, a mis 12 años, recuerdo que era muy familiar -digamos- muy onda de comer sanguchitos, una cosa así. Siempre que me decían Los Alpes, para mí era eso. Sabía que también estaba el bar de Corujo, y había escuchado alguna historia que jugaban a tirarle no sé con qué, si con una pistola o con una gomera o algo de eso, la campana de la iglesia para hacerla sonar. Ese tipo de cuentos que son como mitos y leyendas urbanas, que están ahí, en ese lugar que eran Los Alpes. Yo creo que también es un lugar muy simbólico, porque urbanamente en la ciudad es una de las dos las grandes colinas de la ciudad. En una se hace la Catedral y en la otra la Iglesia San Miguel. Porque la curia tenía muchísimo peso y era quien hacía las poblaciones (…) Recuerdo el Flamingo. Yo era del Colegio Nacional, en ese momento solamente masculino. Entonces, en el Flamingo, no sé si entrábamos a tomar un café, pero sí nos quedábamos en la ventana, muy asoleada, porque salían todas las chicas del Huerto, o del Normal. Eran como momentos donde el bar, y no el bar mismo sino el contexto, servía como para relacionarse, y quizás para verse. Era una cosa muy juvenil”. Fernando Ponce “La ciudad de Paraná puede tiene un antes y un después del túnel subfluvial. Antes de la construcción del túnel, la ciudad estaba aislada del mapa argentino. Y la obra del túnel subfluvial hace que Paraná se convierta en una ciudad conectada al mapa argentino y ese hecho hace que nos transformemos cultural, económica, políticamente. Por eso, siempre se dice que hay un antes y un después del túnel subfluvial. En esa transformación urbana de la ciudad de Paraná, comienzan a surgir un montón de actividades, un montón de cosas. Desde lo turístico aparece el hotel internacional; desde lo comercial aparecen un montón de comercios de la ciudad de Paraná. Algunos están, otros ya no existen y si me preguntás puntualmente de los bares de la ciudad, hubo un montón. Algunos persisten con otros nombres. Por ejemplo, en la esquina de 25 de Mayo Monte Caseros estaba el Bar Atenas que eran de dos griegos, de Mirzi y Talagani. Era un bar emblemático para la historia de la ciudad de Paraná. Lamentablemente, fue demolido con la ampliación de calle 25 de Mayo a principios de los ’80. Lo que comúnmente llamamos bar Flamingo, empieza en el año ‘62. No es producto del hotel. El hotel es 1901, Hotel Cransac, que tenía seguramente su propio bar. Pero, el bar Flamingo, que ha tenido diferentes nombres a lo largo de la historia, fue un bar emblemático de la ciudad”. Salvador Ángel López “Yo vengo de mi pueblo y me presentan en Los Alpes con los dueños, don Carlos Bracco en el año ´79. Y ese día ya me quedé a trabajar. Entré al otro día porque no había traído ropa, así era antes, vos venías y pedías trabajo y te decían ‘quédate ya’ (…) La verdad que, en Los Alpes era… en mi inicio fue en un lugar hermoso porque ahí aprendí todo lo que es gastronomía y aprendí muchas cosas, por ejemplo, el tener la radio enfrente… Entonces, veníamos con una imagen de una radio, un locutor, lo que era un locutor de radio, lo que era un periodista… También conocí a todos los chicos de la facultad de la época, que terminaron siendo o periodistas o locutores (…) Estuve en el hotel Alvear que era la confitería del Alvear y que era muy linda. Lamentablemente, tuvo malos manejos y se empezó a caer y me llaman del Plaza Bar, que ya había dejado de ser Flamingo, me llaman del Plaza Bar y ahí estoy 11 años en el Plaza Bar. Totalmente diferente a lo que nosotros conocíamos de Los Alpes. Todo va cambiando, día a día va cambiando. Lo que es gastronomía, uno tiene que ir adaptándose a todas las cosas nuevas”. Uno de los más característicos era el bar Victoria, ubicado frente a la plaza de Mayo, donde actualmente funciona una inmensa sala de juegos. El Victoria tenía una particularidad: estaba abierto las 24 horas. Nunca cerraba; ni en los días feriados. Danilo Lima “El bar Victoria, para nosotros y cuando digo nosotros, digo los trabajadores de El Diario de aquellos años -segunda mitad de los ´80 y primeros años de los ´90-, era una suerte de refugio nocturno. En aquellos años, El Diario cerraba tarde, cerraba a las 2 de la mañana, a las 2:30. Y el Victoria era uno de los pocos bares, sino el único, que estaba abierto las 24 horas todos los días, era 24/7. Entonces, era el refugio nuestro, que era a la salida de El Diario, como cierre de la jornada laboral. Y había que ir a tomar una cerveza, tomar un café, a cenar. Y el Victoria era muy amable en acogernos a un grupo de gente, de trabajadores, generalmente, a los trabajadores que estábamos en el cierre. O sea, a los gráficos, a los periodistas que nos quedábamos al cierre. Y encontrábamos en el Victoria esa pausa casi diaria, porque íbamos casi todas las noches, casi todas las madrugadas… 2, 2:30, 3 de la mañana al Victoria, a encontrarnos, a contarnos cosas, a hablar del laburo, a repasar la jornada laboral, a hablar de la vida”. Darío Albertini “El bar Victoria para nosotros era, obviamente, nuestro medio de vida. Para mi padre, era su vida el bar. Anteriormente, tenía otro bar que se llamaba Otto Chop y una verdulería en calle Monte Caseros: verdulería Albertini. El bar Otto Chop estuvo hasta el año 1978 y después de ahí, nos fuimos al Victoria de calle 25 de Mayo. Toda la familia vivía del bar: mi padre, mis hermanos, y yo a partir de la adolescencia ya empecé a trabajar ahí. Mis hermanos todos trabajaban en el bar. Era muy familiar y con el correr de los años fue creciendo muchísimo hasta transformarse en un bar tradicional de la ciudad de Paraná. Además, era el único que estaba abierto las 24 horas, o sea, el único bar donde alguien iba a las 3, 4 de la mañana a pedir comida y se lo atendía y se le hacía la comida. En ese momento era el único y después de esa época, cuando cerró en enero del ’93, ya no hubo otro bar igual en la ciudad de Paraná. Al día de hoy, y que recuerde, a la hora que vos vayas y que te puedas encontrar con la comida que vos quieras comer”. Danilo Lima “Era un bar que estaba abierto a todo el mundo, a todas las clases sociales. Iba el tipo que tenía plata, iba el laburante, iban las familias, iban las parejas, y de noche se convertía en un bar nocturno que daba refugio a esa fauna que anda de noche. Y entre los que andábamos de noche en aquellos años, éramos los trabajadores de El Diario… todos o la mayoría, veinteañeros, o inaugurando recién la década de los ´30. Gente que por el correr de los años nos hicimos muy amigos, y seguimos frecuentándonos”. Jorge Riani “Era un momento donde la ciudad mostraba un movimiento como muchas ciudades del interior, en torno a su plaza principal, a diferencia de lo que ocurre ahora, que el ruido, la noche o la gastronomía se va más a los lugares concentrados de las afuera, como pasa con la ciudad cuando crece, como ha pasado con Paraná. Pero, en ese momento, Paraná tenía por lo menos tres locales gastronómicos abiertos las 24 horas. Esto es realmente llamativo, es cosa que no existe hoy en Paraná, a pesar de eso, que ese crecimiento no existe en un lugar donde vos puedas comer hoy a las 4 o 5 de la mañana. Estaba el Flamingo que, durante mucho tiempo, los fines de semana, estaba abierto las 24 horas. Y estaba ya Floyd también, que sale a competir con el Flamingo. Y estaba este otro que era un lugar mucho más casero si se quiere, con comida más casera y tenía cierto aspecto más acogedor, ya que la noche le daba ese aspecto. Tenía un televisor donde la gente se ponía a ver películas en video, películas de vaqueros”. Julio Vallana “Nosotros cerrábamos la edición de ANÁLISIS y nos íbamos a ´desayunar´ -entre comillas- a Los Alpes. Desayunábamos Fernet con Coca. O sea, habíamos pasado toda la noche, cerrábamos la edición a las 3-3:30 de la mañana, y nos íbamos a desayunar. Pero, el desayuno era Fernet con Coca en Los Alpes”. Darío Albertini “A mí, en lo personal, me marcó mi adolescencia porque trabajaba en el bar aparte de estudiar. Yo estaba encargado de noche y ahí realmente conocí lo que era noche. Mi padre siempre me explicó el camino de andar siempre por derecha, y él me hacía ver quién era cada persona, conocer la vida nocturna, saber diferenciar de las personas en buen sentido, ¿no? y el trato que tenía hacia el próximo; el respeto que tenía hacia las personas, y el respeto que las personas le tenían a mi viejo, algo que me quedó porque todo el mundo lo quería. En el bar iba gente que trabajaba a la noche; gente durante el día; empleados del casino; gente que iba al casino; políticos; artistas… una diferencia de gente, de clase social y todo el mundo iba y siempre con mucho respeto. Entonces, eso fue lo que era… era como una familia. Siempre tengo un gran recuerdo del bar, hasta muchos años después, incluso cuando uno dice Albertini, mucha gente grande se acuerda del bar, y lo mejor es que se acuerdan todos con mucha alegría, con mucho respeto. Y, sobre todo, el gran sentimiento hacia mi padre, que tenía muchísima gente, ¿no?”. El otro característico era el bar Los Alpes, pegado a la Facultad de Ciencias de la Educación. Los alumnos de esa carrera y de Comunicación Social eran los que poblaban la mayor parte del tiempo el lugar y a la vez iban haciendo desaparecer -con la complicidad de los mozos- los maníes que se iban sacando de las cajas de latas que siempre estaban en el mismo lugar. Fernando Ponce “De los últimos años, podría decirte que el concepto del bar-café fue mutando, seguramente por los gustos personales de los paranaenses. No era lo mismo un bar que esté sobre la peatonal que un bar que no esté sobre la peatonal. Se me viene a la cabeza en este momento el bar Los Alpes, histórico. Al principio fue Bar Corujo, en la misma esquina. Yo tengo 57 años y me acuerdo de chico el show en el bar Los Alpes, porque era verdaderamente un show: los mozos con las bandejas haciendo un juego con los automóviles, en el verano. Era fantástico el juego gastronómico, cultural, urbano, vehicular, que jugaban los mozos en ese bar. En el interior del famoso bar Los Alpes había obras de Carlos Castellano, un artista plástico de primer orden que tuvo la ciudad”. Salvador Ángel López “El Flamingo viejo también cerró por lo mismo que cerró Los Alpes. Los dueños de los locales veían que trabajaban mucho, que se hacía mucho dinero, y dijeron: ‘vamos a ponerlo nosotros’. Los Alpes, como se verá, se fundió varias veces después de los hermanos Bracco. El Plaza también quebró. Pasó un tiempo y estuvo cerrado y pasó a ser el Flamingo que es ahora, más adentro, ya en la esquina no está más Los malos manejos llevaron a que se quebraran. ¿Qué pasa? Yo te puedo explicar que en aquella época eran familias las que trabajaban. Eran dueños legítimos y que vivían adentro de un lugar y conocían cada una de las cosas que había en el lugar. En cambio, luego fueron empresarios los que pusieron. Y no es lo mismo, porque en todo lugar, en todo negocio, tiene que estar un responsable, un dueño o un gerente que sea responsable y sepa, tiene que saber porque la gastronomía parece fácil, pero no es fácil”. Jorge Riani “Paraná, y creo que no escapa a lo que ha sido la generalidad, tienen muy pocos bares. Tiene una tradición de bares muy muy grandes, desde el bar Polo Norte, que estaba en el Palacio Bergoglio allá por la década del ´20-´30. El Ideal, que estaba frente al Gran Zack, que es uno de los primeros nombres que tuvo junto con Hotel Plaza y el bar Plaza, también llamado luego Flamingo. Eran bares que atravesaron todo el siglo XX con todo su esplendor. Eran momentos donde los bares tenían bandas en vivo, y tenían más que bandas… tenían orquestas en vivo. La gente se calzaba un saco, una corbata, o las mujeres con vestidos largos para ir a tomar un café. Y todo eso se fue perdiendo; se fue reconvirtiendo. Nosotros no alcanzamos a conocer ese esplendor, pero sí conocimos los bares de grandes superficies, de mozos con mucho oficio que conoce al cliente y que ten una relación humana muy afectuosa, más allá de las características de cada uno, con los clientes habitués. Eso se fue perdiendo y fue dando lugares a los bares… hoy yo tomo café en una estación de servicio, por ejemplo. Hubo una reconversión, superficie más chica, y también, por supuesto, cambia la calidad de los productos donde uno va a buscarlo. Reitero: el bar Victoria era un bar que tenía un comedor abierto las 24 horas. Eso hoy es impensado a pesar de la multiplicación de la población, a pesar de la sociedad de consumo, pero también -seguramente- marcado por el deterioro económico que han sufrido los argentinos en las últimas décadas (…) Nos quedan algunos bares y muchos se han perdido como el Polo Norte; el Ruiz, que estaba al lado de lo que hoy es el Hotel Paraná que era un lugar también muy importante; o el Rodrigo que había estado en la esquina donde estuvo el bar Victoria, pero mucho tiempo antes, donde luego se asentó la casa central del Banco de Entre Ríos. Era un cine, bar y billar llamado Rodrigo y que en el año 1927 sufrió un incendio. No existen más esos bares. Alguna vez quise homenajear y honrar a esos trabajadores maravillosos que son los y las mozas y mencioné a muchos de los que más me acordaba con sus características principales; Chiche Espinosa que pasó por el Flamingo y luego también estuvo en Stone y en Live Rock… Había realmente muchos”. En el bar Victoria de Paraná hubo un antes y un después de un hecho conmocionante: fue cuando asesinaron a uno de los hermanos Albertini, como consecuencia de un episodio accidental, inconcebible y trágico. Darío Albertini “De esa noche lo recuerdo todo. Desde el primer momento que le tocó a mi hermano desde que llegó, o sea, muy triste, ¿no? Por ahí, en lo personal, me costó muchos años poder asimilarlo. Porque como que sentí en mi conciencia un cargo de culpa, porque en esa madrugada de sábado a la noche que quedamos, ya prácticamente amanecer del domingo, él me había dicho que no se sentía bien y que no tenía muchas ganas de ir; era como que no tenía ganas de trabajar. Ese día no se sentía bien él. Viene, seguimos hablando, y me explicó los motivos en una charla larga que tuvimos, mientras tomábamos un café. Porque con mi hermano éramos muy pegados, muy confidentes. Y entonces, mi papá, que de salud en ese momento no se sentía bien, ya que tenía muchos dolores de cabeza muy seguido. A él no le gustaba que alguien faltase a trabajar. Entonces yo le dije: ‘Venite, venite por papá’, le digo, ‘así no se pone mal’, y lo seguimos hablando. ‘Venite en el horario que te parezca, venite en el último horario’, que era a las 12-12:30 de la noche. Y me dice: ‘Ya vamos a ver’. Ese día fuimos a la cancha, porque mi padre era presidente de Sportivo y nosotros somos fanáticos de Sportivo. Y Sportivo jugaba en su cancha con Unión de Crespo y fue ahí que nos encontramos en la puerta de la cancha. Yo, comúnmente, iba con mi padre, iba a la platea con mi padre y él se juntaba en la popular con sus amigos, con los hinchas. Y ese día fue como especial, porque nos encontramos en la puerta, entramos junto a la cancha, vimos el partido juntos, salimos juntos, hasta que él se despidió en la puerta, mientras yo esperaba venirme con mi papá. Y ya nos volvimos a ver a la noche en el bar. Yo estaba en la caja, no veo cuando él llega y me golpea el hombro y me dice: ‘Acá estoy, prepárame un café’. Y cuando le di café, él me mira y me dice: ‘Vine por vos’ … ‘Vine por vos’ … fue terrible por lo que pasó después. Me quedó con ese ‘vine por vos’ y me quedó ese cargo de conciencia y estuve mucho tiempo ese cargo de conciencia de no decirlo. Era algo mío hasta que hace unos años tuve con una profesional y después de 30 años -30 años pasaron- que pude como sacarme esa mochila. Porque sentí como que él fue a trabajar por mí y terminó pasando lo que pasó (…) Fue una tragedia, algo accidental, muy fortuito, mi hermano no tenía nada que ver con eso. Personas de la noche que venían de Santa Fe, cuatro y pico de la mañana. Incluso nosotros en el negocio, pasábamos películas de noche y videos, a las doce de la noche. Dos, tres películas de vídeo pasábamos en un televisor grande de 29 pulgadas, cosas que en esa época la gente iba a ver después de las 11, sobre todo, de acción. Recuerdo la anécdota de que estábamos en la mesa viendo la película, y él hace una broma, y nos reímos. Y él me mira y me dice un chiste a mí, nos reímos los dos. Entonces, fue como que esa sonrisa de ambos fue lo último que tuve con mi hermano, porque terminó la película, pasó eso que me dijo (un chiste) y no recuerdo en qué nos reímos los dos y él se fue para una mesa y yo me fui para la caja. Quince minutos después pasó lo que pasó… pasó la tragedia… de la risa pasó a tener que levantarlo del piso y pararlo… llevarlo al auto y llevarlo a la clínica”. Jorge Riani “Ocurre un hecho que fue realmente dramático, fue muy conmovedor en la ciudad de Paraná, como es la muerte del hijo de Albertini, que era mozo. Los hijos de Albertini trabajaban allí, o algunos de los hijos, como el caso de ´Nego´, que era el mozo, el malogrado trabajador gastronómico, que recibe un disparo en una pelea de dos personas que normalmente no iban ahí… pero, quién sabe de dónde venían y empezaron a pelearse y lo que hicieron fue batirse a duelo y uno de esos disparos terminó matando a Albertini. Ahí empezó una decadencia, una tristeza envolvió el lugar y no sobrevivió muchos meses más. Y otro de los trabajadores, un querido amigo y colega, como es Darío Albertini, a quien luego tuvimos de compañero en El Diario de Paraná como periodista deportivo… Tengo la imagen de Darío Albertini, que era el cajero y que se pasaba leyendo El Gráfico, porque se ve que ya despuntaba el vicio del deporte”. Danilo Lima “Una noche; creo que fue un domingo a la noche, o un lunes a la madrugada, nosotros, es decir, ese grupete de laburantes de El Diario, deberíamos haber ido al Victoria y no fuimos, ¡vaya a saber por qué razón! Porque ya te digo que íbamos con mucha frecuencia. Bueno, gracias a Dios nos fuimos, porque esa noche nos mataron al ´Nego´ Albertini, que trabajaba de mozo. Era de los mozos de antes… y ya no sé si hay esos mozos. Y lo digo con todo respeto, como los chicos y las chicas de ahora que trabajan de mozo o de moza. Eran mozos que sabían entender el momento del cliente. Incluso me acuerdo del ´Nego´ y de ´Palito´, aunque no me acuerdo de su apellido. ´Palito´ era un mozo que estaba a la noche o a la madrugada, y que sabían incluso y hasta te bancaban si no tenías plata para pagar la cerveza que te habías tomado, y te esperaba al otro día”. Darío Albertini “El episodio fue que venía gente de la noche de Santa Fe, pararon el negocio con la intención de ir al baño. Estaba la puerta abierta porque la gente salía, entraron y pasaron. Dos me piden si le podíamos vender algo. Yo le dije que a esa hora alcohol no se vendía y que no pensaba venderle porque si no tenían para pagar, yo no les iba a fiar. Porque era muy común de ellos pedir y después ‘te lo pago’. No era así. En eso se van todos, pero muy tranquilos porque fueron porque estuvo hasta ese momento todo muy tranquilo. Se van, se suben a un taxi. El taxi solamente lleva a cuatro de ellos, porque eran seis, llevó a cuatro, y dos quedaron. Fueron al bar Floyd que estaba en la esquina. El Floyd estaba cerrado, y en eso vuelven. Cuando vuelven, entra uno, también con el pretexto de pasar al baño, y había un cliente que trabajaba de mozo en el bar Munich en calle Garay y Buenos Aires en esa época, que estaba leyendo El Diario, tranquilamente, tomando un café, o sea, no tiene nada que ver con ello, no es una cuestión que ni lo provocó ni nada. El que entra le choca el brazo intencionalmente. Este muchacho lo mira porque no sabía que pasaba y lo vuelve a chocar ya con la intención de generar algo. Entonces, este muchacho, que se lo conocía con el apodo de ´Sapo´, y que trabajaba de mozo también, mira… pero, no dice nada (…) Y bueno, me mira a mí para ver si reaccionaba o algo, y yo le hice seña como para que lo dejara pasar, está todo bien. Y siguió sentado, cerró El Diario y siguió ahí. Pero, volvió a provocarlo. En eso que lo vuelve a provocar, llega el otro muchacho, el otro hombre que sí era delincuente: el famoso ´Carlitos´ Retamar, conocido de la pasarela. Se le pone detrás y tiene un arma adentro de la campera de jeans. Saca el arma, se la da al muchacho que provoca, entonces en eso, él lo apunta al cliente que está sentado y ahí empiezan a forcejear. En ese forcejeo salen tres disparos. Uno pega en la columna, otro pega en la parte de abajo del mostrador y el tercero le da a mi hermano que venía de levantar lo que nosotros decíamos ´los muertos´ (los vasos, los platos y las botellas que dejaban los clientes), es decir, de levantar las cosas de la mesa… venía hacia el mostrador, y le dio a él. No tenía nada que ver, no estaba ni cerca del lugar, no participó, simplemente estaba levantando la mesa y le dio a él a 2 milímetros debajo de la costilla izquierda con un calibre .22 la bala que viboreó y le cortó la aorta. Esa fue la noche trágica, eso fueron cosas de segundos”. Julio Vallana “Más allá de la tragedia que fue la muerte de Albertini y lo que significó para su familia, para don Albertini, para los hermanos, igualmente a quien nosotros conocíamos, fue el empezar a morir del Victoria. Porque no sé cuánto habrá transcurrido a partir de la muerte, y después el Victoria ya pasó a hacer otra cosa. Además, hasta nosotros sentíamos eso, porque nos sentíamos parte de... era como… no me atrevo a decir familia, pero era como muy entrañable”. Jorge Riani “Yo recuerdo esa noche. Recuerdo haber llegado hasta la puerta del bar Victoria, y ver que no estaban mis compañeros, ya se habían ido seguramente. Yo venía de otro lugar. Y, entonces, me volví a mi casa -vivía a 150 metros, en el pleno centro de Paraná-, entonces, vi ese movimiento. Y estoy seguro que he visto a los protagonistas de esta tragedia, pero no era habitual, no era un lugar marginal, para nada. Era un lugar céntrico donde se reunían todos estos sectores que yo te decía, pero por supuesto también estaba la nocturnidad, en una época donde la prostitución estaba mucho más expuesta… era común también por ahí ver prostitutas que seguramente no es que trabajaban ahí, pero en el marco de una jornada, más de una vez habían terminado ahí”. Darío Albertini “Yo busco a mi hermano y me dice otro mozo que ya estaba -me dice- tu hermano está tirado allá. ¿Qué pasó? Fui a verlo y le digo a mi papá que mi hermano estaba con una herida de bala. Y ahí lo cargamos con el mozo en el auto de mi papá y lo llevé para la clínica. Y en la clínica me informaron que tuvo prácticamente tres paros y del tercero no salió (…) A partir de ese hecho sí, porque fue como que un golpe muy duro para todos donde a mi padre prácticamente se le despierta el cáncer en los pulmones. Ahí fue como que, de una tras otra, de un golpe duro a otro… y ahí sí… empezó a decaer el Victoria y ya tomamos la decisión de cerrar más temprano por la noche y no fue lo mismo. Fue un golpe muy duro que no nos recuperamos. Mi padre no se recuperó nunca de ese golpe. Y al año y medio fallece mi padre”. Danilo Lima “Me parece que con el ocaso de Victoria se apagó ese tipo de bares. Me parece que la ciudad ya no tiene esos bares que recibían a la gente a la noche (…) Yo creo que fue el último bodegón de noche… de noche se transformaba en un bodegón. Porque, además, las luces eran luces que respetaban las charlas; los mozos, los dueños respetaban la intimidad de la gente que iba. Incluso a aquellos que iban solos. Los solitarios con una copa de vino o una copa de coñac, una copa de whisky… Daba refugio a esa gente que era muy especial. La gente que anda de noche es muy especial. No sé si eso está hoy. No sé si hay bares que guardan esa característica de ser buenos anfitriones de los noctámbulos y de la gente que estaba sola”. Cada bar tenía su historia. Sus personajes. Aquellos que muchas veces podían permanecer horas y horas, en absoluta soledad, escribiendo, leyendo o bosquejando algún retrato. Y solamente tomando un café. Nadie le iba a decir nada. Porque era parte de ese devenir del lugar. De la idiosincrasia diaria que había en esos espacios. Jorge Riani “Había muchos artistas, había muchos bohemios; recuerdo haberlo visto a Carlos Asiaín dibujando, tomando un whisky. Era como un lugar de distensión, muy distendido. Como por ahí dice Marco Denevi, donde la nocturnidad iguala incluso a las clases sociales; acá también ocurrió eso. Podías ver al rico de la ciudad comiendo algo porque a la noche quería comer. Entonces, terminaba en el bar Victoria. Y nos podía ver a nosotros. Además, muchas veces estaban los dueños de El Diario comiendo en unas mesas más allá de nosotros, que éramos los trabajadores de El Diario. Y tengo muchos nombres en torno a esto. Lo recuerdo a Carlos Ramírez, trabajador gráfico; Marta Vidar, su esposa y también trabajadora gráfica; Celeste Mendaro, querida amiga, editora, periodista; Danilo Lima, que eran los que nunca faltábamos… Julio Vallana, pero había muchos… Alejandro Herrera, que fue uno de los integrantes de la Cofradía de la Flor Solar, que dio a luz el rock argentino, después de un periplo muy largo donde había estado en La Plata que es donde germina todo esto con muchos entrerrianos, como el mismo Alejandro o como Morcy Requena y otros más… habían tenido ese pasaje en la historia del rock, y fue un trabajador también de El Diario, iba con nosotros. Espero no estar olvidándome de ninguno, seguro que sí. Pancho Calderón en algún momento también iba… los hermanos Giusti, que eran trabajadores gráficos; Jorge Navarro, otro histórico trabajador gráfico y gremialista”. Fernando De la Rosa “Recuerdo que en un momento que hubo un bar que se llamaba Bagdad Café, que estaba en calle Catamarca y Alameda. Y ese bar… sí, ya era más para la noche, pero siempre me acuerdo que había grupos que tocaban. Ya era otro tipo de bar. No era un bar tipo Flamingo o tipo Los Alpes, sino que había ese tipo de cosas. Más espectáculos, más nocturnos (…) Siempre destaqué eso del paranaense y en algunos momentos, me parece que sirve como contención de alguna manera, de algunas cuestiones sociales que no se pueden realizar o algunas cuestiones particulares. Yo recuerdo en algún momento representar y estar a cargo de algunos boliches, y terminaba siendo como un psicólogo de gente que venía y te contaba su historia. A mí me parece que los bares tienen un poco de esto; hay mucha gente que te va a contar que se separó, o que le pasó tal cosa… Cosas buenas y malas, lo que le va pasando. Entonces, yo siempre decía que eran como, en los momentos en los que los clubes de esa época que estaban desapareciendo, o cuando se vendían muchos clubes chiquitos. Esos eran los lugares para mí que tuvieron esa importancia social, de acuerdo a los gobiernos que tenés y de alguna manera a los gobiernos o a las tendencias. Y lo que vaya pasando con algunas instituciones sociales que genera la ciudad que por ahí empiezan a decaer y explotan estos lugares donde vos vas a caer en un bar, y no te preguntan qué estado civil tenés o si sos de tal partido o tal otro, sino que vas a un bar”. Fernando Ponce “Lo que comúnmente nosotros llamábamos ‘café’, es decir, el lugar típico para ir a tomarte un café, no estaba vedado. Algunos eran familiares, otros no tanto. Algunos eran solamente para hombres, por ejemplo, bar Maipú, en la esquina de Maipú y Perón, era exclusivamente de hombres. Otros lugares se fueron transformando de típicos cafés, donde la costumbre era ir a tomarse un café o un cafecito por la mañana del típico grupo de amigos, a transformarse en bares. Y cuando aparece la palabra bar, ya es lo gastronómico, ya aparece la comida. Si yo estoy hablando de hace, no sé, 30 años para atrás, era muy difícil ver una mujer sola sentada en un bar. Las sociedades van cambiando, se van transformando, van mutando. Hoy es normal ver a una mujer sola tomándose un café. Pero 30-40 años atrás no lo era (…) La única tragedia que yo sé o que conozco es la del Flamingo. La que sucedió a principios del siglo XX. Había gente tomándose un café, hombres eran todos. Y entró uno a matar a otro porque se enteró que había sido amante de la mujer y lo mata. Eso pasó en el bar del Hotel Cransac”. Danilo Lima “Hay bares que quedan en la memoria de la gente, como que siempre estuvieron. No quiero nombrar a ninguno, pero el bar Gambelín, el Japón (que sesentón y ochentón no se acuerdan de la fugazzetta del Japón), el Rovigo que estaba cerquita, Los Alpes. Yo no alcancé a conocer el bar Corujo, que fue el predecesor de Los Alpes, en Alameda y Buenos Aires. Pero sí Los Alpes, que también tenía cosas de bodegón. Un bar también entrañable para mí, porque ahí estudié la mitad de las materias de la facultad. Ahí estudié sentado en una mesa de Los Alpes. Quizá uno lo diga porque ya tiene sus años y entra a jugar la nostalgia y las morriñas de aquel tiempo, pero me parece que ese clima que había en esos bares, como el Victoria, me parece que ya no existe más”. Jorge Riani “No hay que olvidar, por supuesto, lo que fue el bar Corujo, que era el templo de la diversión, donde se montaban espectáculos para tomar de imprevisto a los clientes y se insinuaba y se teatralizaba en situaciones de tensión, como -por ejemplo- una muerte. Y todo esto era una puesta en escena de los mozos para divertirse. Alguna vez, dicen que fue el gobernador Lucio Uranga y ya estaba advertido y empezó a ver toda esta puesta en escena dramática; un melodrama tremendo y alguien quiso intervenir, el jefe de Policía. Pero Uranga, que era gobernador, le da la orden que no interrumpa la puesta en escena. Es que la verdad… es que muchos acudían a esa teatralización sin saber que era una teatralización y creían que estaba pasando algo dramático. Y después, todos se mataban de risas, porque hubo un tiempo donde los chistes y las bromas ciertamente eran pesadas. Y ahí se vivían, pero siempre con un guiño hacia eso que es tan lindo y que uno encuentra en los bares, que es la vida”. Fernando De la Rosa “Lo que era Coyote, por ejemplo, empezó a ser un bar que era comedor. Vos llegabas al comedor, podías comer o no, podías tomar algo también. Y esa era como la previa. Abríamos a las 10 de la noche y era la previa. Después, tipo 12, se armaba al lado la parte bailable. Entonces, esa fórmula de comedor bailable en esa época resultó muy bien. Y un poco de eso después se repite en Bajo Güemes. Estaba todo en la zona… lo que iba era que ese desplazamiento que nos hacen del centro, bueno empezamos a trabajar en la zona”. Fernando Ponce “La mayoría de los bares de la ciudad, siempre tuvo una impronta familiar, salvo excepciones. Por ejemplo, el bar Maipú, que lo nombré, era un bar de hombres. Era el típico bar para ir a tomarse un vermut a las tardecitas. Era un bar exclusivamente de hombres. La mujer tenía prohibido el ingreso. No solamente hay que ubicarse en el centro de la ciudad, sino -por ejemplo- el bar Oriente, que también eran típicos bolichones, donde los hombres terminaban de trabajar y era el típico bar donde iban a charlar de un montón de cosas… seguramente de lo que pasó en el día, de fútbol, de política, de economía… de cosas de la vida… pero, siempre destinado a los hombres. Por suerte, la mecánica comercial, las costumbres, la idiosincrasia de la ciudad, hicieron que la característica de muchos bares o muchos cafés fueron aceptando una vida familiar, la familia, las mujeres, cosas que antes no sucedían (…) Creo que los bares desaparecen porque la sociedad cambia, las ciudades cambian, la gente cambia los modos de apropiación y los lugares urbanos cambian, ¡por suerte! Hoy por hoy, lo que se vivía hace 40 años no se vive hoy. Cuestiones económicas; seguramente eran negocios a lo mejor les fue bien, a lo mejor les fue mal, formas en que esos dueños de bares explotaban el negocio, a lo mejor no funcionó, no sirvieron para tener un bar, o por la competencia fueron surgiendo otras formas de comercialización. Hoy, si vos me preguntás, hoy 2025, ya no es solamente el café, ya no es solamente el vermut, se le agrega toda una oferta gastronómica que antes no estaba. Los nuevos bares que han surgido en los últimos 5-6-10 años apuntan más a lo gastronómico que al típico cafecito tradicional. Algunos sí, otros no. Depende de las marcas, depende de los lugares, depende de los gustos de los usuarios. A mí, particularmente, me gusta un determinado lugar y voy casi todos los días”. Jorge Riani “Así que ahí la vida discurre ciertamente de una forma muy fuerte. Pero, bueno, también -lamentablemente- el bar ha sido escenario de casos dramáticos. Alguna vez escribí un artículo que forma parte de mi libro ´Relicario´, que se llama ´Morir en el bar´ y que cuento estos hechos. Hubo uno donde alguien toma una autodeterminación con una cuchilla y en medio de un salón repleto. Eso fue en el bar Japón, que fue otro bar también que alcanzamos a conocer y que venía de muchísimas décadas atrás. Este muchacho, que era un canillita, empieza a caminar por entre las mesas mientras se le iba la vida y se va a otro bar que es El Ideal, que estaba enfrente, porque el hermano estaba ahí. Fue como para despedirse en el último momento y en el otro bar cae muerto. Esa nota yo la titulé como ´El canillita que se mata en un bar y muere en otro´, porque alcanzó a caminar todo ese tiempo y fue a morir a otro bar. Y hubo otro caso también en el Cransac, luego Flamingo, que también fue una muerte, un asesinato y algunos otros casos más también que -lamentablemente- cada tanto ocurren como el del bar Victoria, ¿no cierto?”. Memoria Frágil: Noches y madrugadas de bares de Paraná

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