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  • Avanza el plan local para proteger los pastizales y la biodiversidad de Gualeguaychú

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 08/11/2025 20:42

    La conservación de la naturaleza en el departamento enfrenta un desafío mayúsculo: cómo proteger los ecosistemas en medio del avance urbano, la expansión agrícola y el cambio climático. En los últimos años, la ciudad y su entorno rural han comenzado a trabajar en políticas más integrales de conservación, que buscan no solo proteger especies puntuales, sino también recuperar los procesos naturales que sostienen la vida. En diálogo con Ahora ElDía, Guillermo Treboux coordinador de Conservación y Planes de Manejo del municipio, explicó que uno de los ejes prioritarios del trabajo es la protección del tordo amarillo, una especie emblemática para la región y símbolo de la ecorregión pampeana. “El tordo es nuestra especie insignia. Está categorizado como en riesgo crítico de conservación, y las poblaciones en Gualeguaychú son muy bajas. Imaginate que en unas pocas cuadras de la ciudad hay más personas que tordos libres en el campo”, señaló. Por su parte, Juan Solari responsable de Áreas Protegidas adelantó que “estamos trabajando muy fuerte en la base que es la educación ambiental, incorporamos la problemática del tordo amarillo en la currícula del programa. Entonces, a partir del año cuando nos llamen de las escuelas para dar charlas, el tordo amarillo va a estar como eje. De hecho, creamos la Mesa de Conservación del Tordo Amarillo, integrada por Aves Argentinas, Aves Gualeguaychú, Reserva El Potrero, Fundación Ñacanina y la Fundación Azara”. Puede interesarte Además, a través del tordo se intenta conservar los pastizales naturales, un ambiente que ha sido profundamente transformado por la agricultura y la urbanización. “Esta ave se inscribe en una situación común a muchas especies de la Pampa. Nuestra zona, especialmente el sur de Entre Ríos, forma parte de la ecorregión pampeana, que es una de las que menos representatividad tiene en el país desde el punto de vista de la conservación. Menos del 1% de su superficie se encuentra bajo alguna categoría de manejo o protección. Por eso, a partir de un ave, que es fácilmente identificable podemos transmitir mejor la información a la población y generar mayor conciencia”, explicó. Esa falta de representatividad implica que la mayor parte de las especies que dependen estrictamente del pastizal natural se encuentran hoy amenazadas. Entre ellas, además del tordo amarillo, se incluyen los Sporophila, pequeñas aves que llegan cada año a reproducirse a los campos de Gualeguaychú y alrededores. “La importancia de estas especies radica en que muchas vienen a nuestra zona a reproducirse. Por eso la conservación local tiene un impacto regional. No se trata sólo de proteger individuos, sino de mantener los ciclos biológicos completos”, agregó. Treboux destacó que la conservación de parches de pastizales naturales o seminaturales es fundamental, y que el objetivo del municipio es identificar áreas de interés para su protección. En ese sentido, recordó que Gualeguaychú cuenta desde 2023 con un instrumento clave: la Ordenanza 12.939, que crea el Sistema Municipal de Áreas Protegidas. “Esta ordenanza nos permite ordenar lo que tenemos bajo protección y empezar a trabajar de manera articulada. La idea es que las reservas no sean parches aislados, sino espacios interconectados que garanticen la circulación de las especies y el mantenimiento del flujo genético”, explicó. Y subrayó una frase que resume el espíritu del proyecto: “Sin conectividad, no existe conservación”. La conectividad biológica implica que las especies puedan desplazarse entre distintos ambientes, garantizando el intercambio genético y el equilibrio de los ecosistemas. Esa mirada integral busca superar el enfoque clásico de conservar lugares puntuales y apunta a pensar el territorio en red, incluyendo tanto áreas públicas como privadas. Actualmente, el equipo técnico se encuentra en una etapa clave: la elaboración de los planes de manejo. Según detalló Guillermo Treboux, se están realizando muestreos sistemáticos, identificación de ambientes naturales y la construcción de una línea de base ambiental. “Primero debemos conocer qué tenemos. Estamos mapeando las grandes unidades de vegetación y elaborando una zonificación de usos. Eso nos permitirá, luego, avanzar en la etapa programática, donde se definan los proyectos concretos a ejecutar”, explicó. Entre las primeras líneas de acción figura el control de especies exóticas invasoras, tanto vegetales como animales. En el caso de la flora, las especies más problemáticas son la acacia negra, el fresno, el ligustro y, en menor medida, la mora. “Son árboles de alta tasa de reproducción y muy atractivos para la fauna, por lo que sus semillas se dispersan fácilmente. Cuando se hacen dominantes, forman parches puros que alteran la biodiversidad local”, señaló. Para enfrentar esta situación, el municipio prevé implementar estrategias combinadas de control y restauración ecológica. “En muchos casos no alcanza con retirar los ejemplares invasores; también hay que identificar el ambiente de referencia, es decir, cómo era antes de la invasión, y conducir la restauración hacia esa condición”, explicó el coordinador de Conservación. Reconoció que algunas intervenciones pueden parecer drásticas, pero insistió en que “es necesario intervenir para mantener los ciclos naturales en funcionamiento”. El trabajo con especies faunísticas exóticas también es parte del plan. En la región se registran poblaciones del ciervo axis, el jabalí y el estornino pinto, aves y mamíferos introducidos que pueden afectar la fauna nativa. “Por ahora, en la reserva Las Piedras no detectamos daños significativos asociados al jabalí, pero seguimos observando su comportamiento. Lo mismo hacemos con el estornino pinto. Es importante tener información sólida antes de actuar”, explicó. Guillermo insistió en que las decisiones deben basarse en datos y diagnósticos rigurosos. “Queremos una propuesta informada, con respaldo científico. No se trata de actuar por impulso, sino de evaluar, medir y priorizar. Los recursos no son infinitos, por eso necesitamos definir qué acciones son urgentes y cuáles pueden esperar”, subrayó. Además de los relevamientos técnicos, el área de conservación trabaja en una intensa agenda de educación ambiental y vinculación con instituciones académicas. En apenas dos meses, Gualeguaychú ha recibido la visita de universidades y colegios de distintos puntos del país, entre ellas la UBA y la Uader. “Estos intercambios nos ayudan a mejorar, a refutar ideas y a pulir la información que brindamos a la sociedad”, afirmó. Puede interesarte En este marco, Solari sumó que “estamos trabajando en un proyecto para hacer un acuerdo con la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y Áreas Protegidas para hacer una base científica en la reserva Las Piedras”. El especialista también reflexionó sobre la dimensión ética y humana de la conservación. “La extinción es un proceso natural. A lo largo de la historia de la Tierra, el 99,9% de las especies que existieron se extinguieron. Pero lo que ocurre en la actualidad, en esta era del Antropoceno, es distinto: somos los seres humanos quienes estamos acelerando ese proceso. Ya no hablamos de extinción, sino de exterminio”, advirtió. Desde esa perspectiva, la conservación no es sólo una tarea técnica, sino una postura ética frente al resto de los seres vivos. “La naturaleza nos provee todo: alimentos, agua, materiales. Si atentamos contra ella, estamos atentando contra nosotros mismos. Lo que debemos preservar no son únicamente las especies, sino los ciclos naturales que sostienen la vida”, dijo. Guillermo Treboux destacó que los esfuerzos de conservación locales se inscriben en un marco político más amplio. Desde la reforma constitucional de 1994, la Nación delegó en las provincias la potestad sobre los recursos naturales, y son los municipios los que finalmente administran los territorios. “Por eso es fundamental que los municipios se involucren. Identificar sitios de alto valor para la biodiversidad ayuda a ordenar el uso del suelo y a prevenir conflictos futuros. Cuando no hay planificación, el territorio se desordena, y eso siempre trae consecuencias”, afirmó. En ese sentido, considera que la conservación debe entenderse como una actividad humana, orientada por la ciencia y el consenso social. “Un plan de manejo no es otra cosa que un acuerdo entre nosotros sobre qué cosas podemos y no podemos hacer en un determinado espacio. Es una herramienta de organización, no una imposición”, explicó. El objetivo, a largo plazo, es lograr que Gualeguaychú se consolide como un territorio modelo en conservación dentro de la región. “Nuestra zona tiene un enorme potencial. Si logramos proteger los pastizales, conservar el tordo y mantener la conectividad entre las reservas, el resto del elenco faunístico se beneficiará. Ese es el verdadero sentido de la conservación: generar efectos positivos en cadena”, concluyó. En un contexto mundial donde los ecosistemas se degradan a ritmo acelerado, el compromiso local adquiere un valor estratégico.

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