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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/11/2025 06:39
Javier Milei Javer Milei parece encuadrar con precisión en el diseño de los liderazgos políticos que describe “Hipnocracia”. Entender a Milei implica adentrarse en los códigos de este tiempo en el que cada aspecto de la existencia está mediado por tecnologías de sugestión. El libro que lleva por título Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad analiza el poder en la era digital. El ensayo sostiene que la tecnología, la inteligencia artificial, los algoritmos —y los discursos hiper acelerados del entorno comunicacional— transforman la realidad social de forma tal que los individuos parecen vivir en un estado de hipnosis colectiva. También subraya el hecho de que en este régimen la “verdad” ya no es aquello que se descubre o debate, sino lo que se produce, se programa, se induce. Según Jianwei Xun, vivimos en un “trance funcional permanente” provocado por la avalancha de algoritmos que modulan la conciencia colectiva. La política transcurre en un teatro de percepciones donde el líder es una marca emocional. Para el filósofo hongkonés, Donald Trump y Elon Musk son los sacerdotes, los gurúes de este nuevo paradigma. “Juntos modulan los deseos, reescriben expectativas y colonizan el inconsciente. Ambos han perfeccionado el arte de crear crisis para presentarse como la solución”. Jianwei Xun, el filósofo chino autor de 'Hipnocracia' La tesis central de Hipnocracia es que la vida pública está mediada por dispositivos que inducen atención, emoción y creencia, no por debates racionales. De eso se trata la sociedad algorítmica. Hipnocracia está en línea con definiciones de Giuliano Da Empoli, autor de Los ingenieros del caos para quien: “Lo decisivo no es la ideología, sino la amplificación algorítmica de pulsiones”. Pura ingeniería emocional aplicada a la política, la tarea de equipos que trabajan sobre audiencias micro segmentadas, que detectan miedos y deseos, y los transforman en anabólicos para el líder. De acuerdo a Xun, Trump y Musk funcionan como chamanes digitales capaces de operar sobre el ánimo colectivo más que sobre la gestión del Estado, se mueven en el distópico escenario de la sociedad en la que los algoritmos son auténticas técnicas hipnóticas automatizadas. La teatralidad tiene una función hipnótica. Milei entiende este concepto mejor que nadie. Intensifica la narrativa visual y captura magnéticamente a la audiencia libertaria. De eso se trata. Lo suyo es naturalmente intuitivo aunque cuenta con asesores, es el caso de Santiago Caputo, que perfeccionan y sofistican el método. En las últimas semanas Milei se presentó en modo reel. Posteos, recortes de streamings, pequeñas piezas de video capaces de provocar reacciones y emociones mucho más allá de cualquier línea discursiva. La narrativa libertaria hace pie en lo visual. El medio es el mensaje. La forma es el contenido. Las imágenes recientes de Milei, muestran a un Presidente exultante, empático, repartiendo abrazos en encuadres cuidadosamente coreografiados —funcionan como dispositivos hipnóticos. No cuentan un hecho: producen una reacción, una emoción. La foto con los gobernadores sentados alrededor de Milei no buscó documentar una reunión, produjo una percepción: el Presidente como centro de gravedad, líder excluyente, interlocutor privilegiado. Empático, cariñoso, un nuevo Milei postelectoral. La gestualidad induce el trance emocional. Abrazos, palmaditas, mucho contacto físico, empatía. Performance sensorial. La política como ritual, como entrega. Milei se mueve intuitivamente. Un gurú que bendice, un rockstar que reparte energía, un profeta capaz de transmitir una “nueva era”, un jefe tribal que integra a la manada. En lugar de comunicar acuerdos concretos, Milei comunica imágenes de acuerdo. La foto reemplaza el hecho. El dispositivo visual genera un efecto que desplaza la necesidad de contenido. No importa si hubo avances o tensiones reales en la reunión con gobernadores. Lo visual suplanta lo político. El Milei de los últimos días no es el mismo de la campaña. La narrativa visual se está remodelando. De anarcocapitalista en pie de guerra a conductor empático. Esto también encaja con la hipnocracia: la imagen no describe la transformación, la produce, si la foto te muestra consenso, hay consenso; si la foto te muestra centralidad, hay centralidad. El video de Milei abrazando a cada ministro tras la remodelación del Gabinete no es un registro administrativo; es una coreografía diseñada para restaurar la percepción del orden, después del remezón que produjo el portazo de Guillermo Francos. Un encuentro envolvente, una atmósfera de amorosa armonía que contrasta con la crisis política previa. El Gabinete se vuelve un coro que lo ratifica. La escena cumple una función psíquica: interrumpe el ruido y presenta un nuevo clima independientemente del contenido real de la gestión. El desopilante pogo con el ministro de Defensa devuelve la imágen de un presidente cálido y juguetón en contraposición con el león rugiente de la campaña. Milei en el Movistar Arena El oficialismo comunica con los códigos de este tiempo. Se teatralizan imágenes, situaciones. Pop corn para los medios y audiencias libertarias. Las imágenes funcionan como pequeñas cápsulas de percepción que ordenan el ánimo social mucho más que los hechos. Corren tiempos de identidades líquidas. En las narrativas contemporáneas, la verdad es fácilmente manipulable y se construye en base a verosimilitud y validación social. No importa que algo sea real, basta con que sea creíble. Bajo el prisma de Hipnocracia, lo que ocurrió en el Movistar Arena, en plena campaña electoral, cobra otra relevancia, El acto fue un laboratorio perfecto de la hipnocracia: un modelo de poder basado no en la palabra sino en la vibración, donde el líder actúa como canal energético antes que como presidente. Milei llevó ese clima al paroxismo. La politica como espectáculo entró en frecuencia con una audiencia que parecía en trance. El ingreso cuerpo a cuerpo en el cierre de Rosario fue en el mismo sentido. El líder es arrastrado por sus seguidores, disuelve su individualidad en un todo y se convierte en ícono. La escena es vibrante. No se informa nada, pero estremece. Comunica adhesión fanática, intensidad, aval plebiscitario. Milei no comunica solo decisiones; comunica frecuencias. No muestra gobierno; muestra magnetismo. No construye consensos, induce expectativas. Su narrativa visual funciona como un dispositivo hipnótico destinado a neutralizar el conflicto, amplificar la adhesión y desplazar el debate hacia el terreno de la emoción pura. Milei en Rosario Son cuatro escenas distintas, pero el mecanismo es el mismo: lo emocional desplaza lo institucional. El clima reemplaza al contenido. Milei construye su autoridad en el terreno que mejor domina: el de la percepción. Esto no tiene nada de improvisado. Es la misma arquitectura que Trump convirtió en método, que Bukele lleva al extremo cinematográfico y que los ingenieros del caos diseñaron como estrategia para un tiempo donde la información es devorada por sentimientos, impulsos y emociones. Resta preguntar cuánto dura ese trance y qué pasa cuando la realidad impone su rigor. Cuando —la inflación, la recesión económica, la caída de los ingresos y las dificultades políticas para enfrentar los cambios— generan demandas más fuertes y apremiantes a las que no hay hipnósis digital que pueda aplacar. PD: Importa saber que Jianwei Xun, el filósofo hongkonés, que se presenta como autor de Hipnocracia no existe. No es una persona de existencia real. Se trata de un individuo creado con inteligencia artificial por el ensayista italiano Andrea Colamedici, con el propósito de provocar reflexión sobre autoría, tecnología y manipulación. Colamedici diseñó Hipnocracia como una pieza performativa que opera simultáneamente como libro, como experimento y como crítica. Es un espejo que muestra cómo funciona hoy la producción de verdad, autoridad y reputación. Colamedici trabajó con modelos de IA (principalmente Chat GPT y Claude). Andrea Colamedici Andrea Colamedici no escribió Hipnocracia como un libro tradicional: lo diseñó como un dispositivo crítico. Su intención no fue solo producir un ensayo, sino generar una experiencia que revelara las vulnerabilidades del ecosistema informativo contemporáneo. Hipnocracia es una herramienta para analizar cómo la política contemporánea y los medios digitales operan no solo con mensajes sino con estados de ánimo, plataformas, algoritmos y atención. También es útil para pensar las implicancias éticas de la IA en la producción intelectual, en la autoría, en la credibilidad de los discursos. Demuestra que la autoridad puede fabricarse sin trayectoria real. El libro no solo habla de manipulación, sino que participa de ella, o al menos juega con ese diseño. Colamedici logra su objetivo al demostrar que la cultura actual está preparada para creer en una figura dotada de aura, que la autoridad puede ser una construcción meramente estética, que la IA puede producir pensamiento creíble sin trayectoria y que el ecosistema cultural funciona en modo hipnótico.
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