29/10/2025 11:59
29/10/2025 11:58
29/10/2025 11:58
29/10/2025 11:57
29/10/2025 11:57
29/10/2025 11:57
29/10/2025 11:57
29/10/2025 11:57
29/10/2025 11:56
29/10/2025 11:56
» Diario Cordoba
Fecha: 29/10/2025 10:58
"Catastrófico", "un escenario de guerra". Así definen quienes estuvieron en Valencia el paisaje que dejó la dana aquel 29 de octubre, hace justo un año. La tragedia pilló a la clase política, consciente o inconscientemente, mirando para otro lado mientras 229 personas morían. Bajo el lema "Solo el pueblo salva al pueblo" se desató una ola de solidaridad por todo el país. Córdoba formó parte de esa respuesta y miles de cordobeses enviaron alimentos y material. Además, bomberos, sanitarios, militares y voluntarios de la provincia se abrieron paso entre ruinas para rescatar, curar, acompañar y luchar para recuperar la normalidad. Sus voces revelan cómo fue estar allí cuando el agua lo cambió todo y la solidaridad se convirtió en el último salvavidas. Ejército La Unidad Militar de Emergencias (UME) fue el primer cuerpo que se desplegó en el terreno. Entre los militares presentes en Valencia se encontraban miembros de la Brigada Guzmán El Bueno, que permaneció en la zona hasta primeros de este año. La cabo María Juliana Valle se trasladó a Valencia en dos ocasiones. La primera, entre el 4 y el 12 de noviembre, cuando tuvo que asumir una de las tareas más duras de todo el operativo: buscar cadáveres. "Nos tocó en una zona de naranjos alejada de los pueblos", explica. Recuerda jornadas "extenuantes" y de "mucha tensión", y le impresionó "el olor" del agua estancada. "Estás constantemente preparada para encontrarte lo peor", resume. Su compañero, el sargento Nidal Ghanemi, también estuvo allí esos días y regresó un mes después. En los primeros momentos su labor se centró en Sedaví, donde continuó la búsqueda de desaparecidos. Le marcó "el clima de tristeza de la gente" y el estrés por localizar a sus familiares. "Empatizábamos mucho con la población", relata. "Se escuchaban sirenas y llamadas constantes con reclamaciones al seguro o al juzgado por las defunciones", cuenta. En diciembre sus trabajos se centraron en la limpieza de zonas industriales. Mentalmente fue un reto, por lo que se optó por avanzar ante la dureza de la situación. "No había tiempo de procesar nada, ni se debía", añade con firmeza. Recuerda también el agradecimiento de las familias. "Me hizo el saludo militar a un niño, le expliqué cómo se hacía y le regalé mi gorra. A la madre se le escaparon unas lágrimas. No me lo esperaba", explica. A su vez, fue duro porque una amiga perdió a su hermano en la riada y "esperaba encontrarlo, pero fue imposible". Finalmente, otros compañeros lograron localizarlo. Un militar de la Guzmán el Bueno durante las tareas de retirada de lodo. / A.J. GONZÁLEZ / MANUEL MURILLO El teniente Francisco José Ballesta participó en la segunda rotación y aún siente los nervios previos. "Tenía ganas de ayudar", relata. A pesar de que habían pasado tres semanas, se encontró una situación "catastrófica" y con personas que "empezaban a asimilar lo que había pasado". Con la mayor parte del barro ya retirada, los trabajos se centraron en sacar coches y desmontar cañerías, una labor "extenuante" que realizaban "desde que salía el sol hasta que se iba". Concluye que la dana dejó "muchas vidas rotas". Recuerda a una mujer llorando por su coche: "Me dijo: no es el coche, sino el tiempo que me ha costado conseguirlo". El sargento Ghanemi, la cabo Valle y el teniente Ballesta, en la base de la Guzmán El Bueno / Córdoba Bomberos Los bomberos del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de Córdoba se desplazaron días después de que los alrededores de Valencia capital quedaran sumidos en lodo y barro. Jorge Díaz estuvo la primera semana y relata que aquellas primeras jornadas fueron "fundamentalmente de emergencia". La labor inicial del primer convoy movilizado fue "achicar agua del sótano" y buscar posibles fallecidos en las zonas más delicadas, como "bajos, ascensores y pasos subterráneos donde había muchos vehículos atrapados". Jorge recuerda la urgencia de esos días, que apremiaba dentro del "cierto orden" que había: "Era una coordinación complicada". El bombero compara el panorama con un "escenario de guerra" y le llamaba la atención que, una vez salías de la zona afectada, "la vida se hacía con normalidad. Era dantesco". Bomberos cordobeses que participaron en el dispositivo de ayuda en Valencia. / MANUEL MURILLO Enrique Martínez y José Manuel Baena llegaron en el segundo relevo y, en su caso, los trabajos fueron más localizados, coordinados, pero igualmente necesarios. "Seguía haciendo falta mucha ayuda", recuerda Enrique. "Eran días maratonianos, del amanecer a la noche, pasando por todo tipo de intervenciones", prosigue José Manuel. Los tres bomberos coinciden en destacar el buen funcionamiento de las unidades, que demostraron estar preparadas para trabajar en escenarios límite como aquel. El contacto con la población fue fundamental, y los tres conservan momentos grabados en la memoria. Para Jorge, el caso de una niña de cuatro años que buscaba a su padre, quien murió atrapado en su vivienda. Enrique recuerda el caso de un anciano que, tras perderlo todo en la riada, únicamente quería recuperar unas fotos familiares, que pudieron rescatar de un coche lleno de lodo. También rememora haber rescatado al día siguiente unos juguetes de un niño que no pudo celebrar su cumpleaños. "Fuimos al coche, sacamos los juguetes y se los entregamos. Fue muy bonito", afirma. A José Manuel le impresionó, en cambio, la "resistencia de la gente cuando todo estaba destrozado", dice con un leve gesto de mano que denota fuerza. La experiencia fue dura física y mentalmente. Jorge admite, mientras se le quiebra levemente la voz, que le costó dormir tras regresar a Córdoba y tenía sueños recurrentes. Sus compañeros aseguran que aquello les sirvió para "reconfigurar valores" y comprender que "somos vulnerables". Bomberos de Córdoba drenan agua de un paso a nivel de Alfafar, en la primera semana de la tragedia. / A.J. GONZÁLEZ La Diputación también envió hasta tres contigentes del Consorcio de Bomberos. Francisco Carmona lideró el primero de ellos y recuerda el miedo que pasaron buscando víctimas en un parking subterráneo: "Cuando vimos que no había nadie atrapado, un vecino nos mostró un vídeo en el que se veía cómo un coche era devorado con una persona dentro". Tras momentos de tensión en los que se planteó reanudar la búsqueda, finalmente lograron localizar al vecino, que salió en el último momento por una ventanilla. "Lo pasamos muy mal", recuerda Francisco. A él la experiencia le marcó y se llevó la placa de aquel vehículo como recuerdo. "La tengo en mi despacho y la veo todos los días", asegura. La unidad también hizo labores de limpieza de arterias principales y Francisco destaca la actitud de los afectados. "Te contaban que lo habían perdido todo e inmediatamente después te ofrecían agua o comida. Era impresionante", dice con orgullo y con un agradecimiento que continúa hasta día de hoy. Voluntarios Los voluntarios fueron parte fundamental tras la dana. Miles de personas, en su mayoría jóvenes, cruzaban a diario el que pronto se conoció como Puente de la Solidaridad, que conectaba la capital con las localidades afectadas. Ataviados con botas, material de limpieza (a veces rudimentario) y mucha energía, se desplegaron por diferentes municipios. Entre ellos estaba Fernando Bernal, cordobés de 27 años que trabajaba entonces en Valencia. No dudó en dedicar sus días libres a ayudar, desde que salía el sol hasta que se ponía. Estuvo en Paiporta, Catarroja y Benetússer. Recuerda el caos inicial, que fue transformándose en organización. "Se notó mucho cuando limpiaron las calles principales; ibas avanzando y te daban material", recuerda. Las peñas fueron claves como centros logísticos. Tras recibir indicaciones, comenzaban largas jornadas en los garajes y habitaciones de las casas. "Primero iban los bomberos y sacaban la mayoría del agua, pero quedaba menos de un metro que nos tocaba quitar a nosotros", cuenta. Decenas de jóvenes cruzan el llamado Puente de la Solidaridad hacia las localidades más afectadas por la dana. / A. J. González Un año después sigue vinculado a lo sucedido porque uno de sus mejores amigos está entre los damnificados. "Todo se ha olvidado muy rápido", lamenta. Otros, como Óscar Mul, llegaron dos semanas después con el coche lleno de material. "Contacté con las familias por una app para saber qué necesitaban y compré de todo". Repartió también alimentos. "Recuerdo una abuela que necesitaba unos medicamentos muy concretos y se los traje", señala. Dos días después regresó con la sensación de que podía hacer más: "No se me iba esa espina". Finalmente, organizó varios autobuses con hasta 220 voluntarios desde Madrid y Barcelona. "Sentía que todo gesto era poco", resume. Cruz Roja desempeñó también un papel fundamental. Llegaron centenares de voluntarios de toda España, entre ellos el cordobés David Palomino, que acudió junto a tres compañeros de Córdoba y otros de Sevilla y Jaén. Pasaron seis días allí una semana después de las lluvias y regresaron varios más en enero. Caminar por calles anegadas era imposible para personas mayores o con movilidad reducida. En este punto, Cruz Roja fue esencial. "Nos coordinábamos con el 112, que nos decía dónde se necesitaba ayuda urgente", explica. Desde allí, equipos en camioneta se desplazaban a los domicilios para entregar alimentos, medicinas o lo que hiciera falta. "Había calles en las que, entre la estrechez, el lodo y los enseres, pasábamos justos con el coche. En algunos puntos la UME aún no había llegado", recuerda. A David Palomino le tocó la cara más humana de la tragedia. Procuraban conversar con los afectados, algo "muy importante a nivel psicológico". "Era gente que estaba sufriendo pérdidas en todos los sentidos: material, económico y humano", señala. Miembros de la Cruz Roja asisten a un voluntario herido durante las tareas de limpieza. / Manuel Murillo Recuerda especialmente a una mujer de más de 70 años que convivía con su hijo, con brotes psicóticos. "Era muy violento; tuvimos que darle la medicación (que llevaba más de una semana sin tomar) desde fuera. El chico se puso agresivo y la mujer estaba angustiada", recuerda en un hilillo de voz. Pese a la dureza, se queda con la "solidaridad" mostrada por la población y "las continuas muestras de agradecimiento". Además de organizar puntos de recogida por toda Córdoba, Protección Civil envió un equipo de siete personas a Valencia. Entre ellos, Ángel González, que resume aquello como "caos y destrucción por todos lados". Su labor se centró en achicar agua de una de las vías principales de Algemesí, retirar vehículos y extraer el agua de ascensores. Ángel González cree que aquella experiencia reforzó la idea de que "somos un equipo que trabaja muy bien y coordinado" y mostró que "no podemos dar nada por hecho. Somos muy vulnerables y no sabemos lo que puede venir". La gran diferencia que percibe respecto a una emergencia en Córdoba es la falta de recursos. "Aquí tienes todos los medios a tu disposición; en una tragedia así todo te desborda y a veces falta material. Es complicado", lamenta tras unos instantes de silencio. Destaca también la solidaridad de la gente, "te ofrecían ayuda y comida aunque no tuvieran nada. Siempre dispuestos a darte lo mínimo que les quedaba". Quizá sea el mejor resumen de una tragedia cuya huella costará borrar. Porque, como dice el grupo valenciano Zoo, "las cenizas no se olvidan: llevan fuego dentro".
Ver noticia original