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  • Argentina vuelve a decir basta: por qué Milei sigue ganando mientras el peronismo no entiende nada

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 29/10/2025 04:36

    La victoria de Javier Milei en las elecciones de medio término en Argentina sorprende tanto a locales como a extranjeros *Esta columna fue publicada originalmente en El Confidencial de España. Alejandro Zaia es un empresario argentino, licenciado en Ciencias Políticas y radicado en Madrid. Mis amigos españoles siguen considerando a la Argentina como un enigma indescifrable. A la eterna pregunta sobre cómo entender al país y al peronismo, ahora se le suma una tercera: “¿Me explicas esto de Javier Milei?" La rotunda –e inesperada para muchos– victoria en las elecciones de medio término hace brotar esas dudas y preguntas. Confieso que a los argentinos también nos cuesta entendernos, pero, a fuer de jugar en casa y con esa audacia expositiva (o “desfachatez”, en criollo) —herencia italiana más que española—, solemos pontificar con nuestras interpretaciones. Javier Milei representa una colosal novedad en el sistema político argentino (y, de paso, en la región y más allá). Un sistema que supo ser muy estable e inmóvil, con dos grandes partidos y luego alianzas que ordenaban la política. Esta novedad que irrumpió hace dos años en las elecciones presidenciales sigue siéndolo, y va de la mano del hastío de una sociedad muy clientelar y sumisa ante la demagogia, que finalmente ha dicho “basta”. “Donde hay una necesidad, hay un derecho”, la famosa frase de Eva Perón —el summum de la demagogia y el populismo— fue el principio rector de la vida política argentina. Si alguien tenía necesidad de tener cuatro semanas de vacaciones, el Estado debía garantizarle el derecho. Y si se trataba de jubilarse sin haber cotizado, también. Las operaciones de cambio de sexo, el acceso gratuito al transporte o a servicios públicos como el agua potable, por supuesto que eran derechos a garantizar. Y pagaban todos los demás. Así se hacía, así se exigía, y así se votaba. Hasta que la gente se dio cuenta de que esos derechos eran ‘papel mojado’ (o “papel pintado”, en slang argentino). Se jubilaban, sí, pero con una miseria. Se cambiaban el sexo con dinero de sus vecinos, pero dentro de tres o cuatro años, cuando el hospital público les diera turno. Y así con todo. Este es el elemento fundacional del triunfo de Milei en 2023 y sigue siendo lo que lo sostiene. El peronismo aún no logra entenderlo. Su desconcierto es simétrico a la mezquindad con que ha administrado esa mentira durante décadas. La figura de Javier Milei representa una ruptura con el sistema político tradicional y el hastío social ante la demagogia. REUTERS/Cristina Sille Aquí van cinco claves concretas para ayudar a mis amigos españoles a entender lo que ha pasado este último domingo: La polarización. Milei supo volver a polarizar con el kirchnerismo. Y si hay algo que los argentinos tienen claro es que aún no saben hacia dónde van con Milei, pero tienen la certeza absoluta de que no quieren ir hacia donde los lleve Cristina Kirchner o sus discípulos. Esa polarización ha devorado cualquier “avenida del medio” y ha borrado del mapa a los peronistas enfrentados con Cristina, a las fuerzas centristas locales y a Juntos por el Cambio (la coalición que llevó al poder a Mauricio Macri). La anticasta. Con algunas averías, sigue siendo el motor del hastío del argentino de a pie hacia la clase política. Aunque Milei —lo deteste quien lo deteste— ya es parte de la casta, su estilo, su desenfado y su historia personal le permiten seguir siendo percibido como el que defiende al pueblo de ese océano de pirañas que los argentinos imaginan como su clase dirigente. El control de la inflación. Milei ha conseguido esquivar el precipicio de la hiperinflación heredada del Gobierno anterior y mantiene niveles inusualmente bajos (para los argentinos). La inflación no es solo un dato económico: es la ruptura de un contrato social básico, el repudio a la moneda, y una brutal transferencia de recursos de los pobres a los ricos. Una película ya vista varias veces. La boleta única. Se implementó un cambio aparentemente nimio en el sistema de votación: se pasó de una boleta por partido a una única boleta con todos los candidatos, donde el elector marca a quién vota. Esta “nimiedad” mató cincuenta años de práctica clientelar de los “punteros” peronistas, que entregaban la boleta a su electorado–cliente (beneficiarios de planes y subsidios) para que la depositaran en la urna. Se acabó la historia. El gran derrotado de esta elección, el gobernador bonaerense Axel Kicillof —un marxista devenido peronista—, se quejó amargamente de que con este sistema “no se podía militar la boleta”. “Militar la boleta”… dixit. La esperanza. Milei sigue representando una idea-fuerza de cambio, una luz de esperanza al final del túnel. Nadie más ofrece hoy eso en el país. Creo —y es algo que suele soslayarse en los análisis— que su condición de economista y su claridad ideológica lo ayudan mucho en esa percepción popular. Los enormes esfuerzos que está haciendo la mayoría de la población adquieren así un sentido y un propósito. Esa es la llama que Milei no debe dejar apagar. Si lo hace, dentro de dos años la sorpresa volverá a ser mayúscula, pero en sentido contrario.

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