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  • Argentina no solo debate la libertad. La elige

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    Fecha: 29/10/2025 02:24

    El economista de Fundación Libertad, reflexiona sobre el respaldo electoral al rumbo liberal y la ruptura de la hegemonía estatista, en un escenario que expone el agotamiento del paradigma populista en la Argentina. La victoria de Javier Milei en las elecciones legislativas de medio término marca un punto de inflexión en la historia política y económica reciente de la Argentina. No sólo por el resultado electoral en sí —un respaldo contundente a un gobierno que, contra todos los pronósticos, decidió sostener un programa de fuerte ajuste al Estado—, sino porque demuestra algo que durante décadas pareció imposible: que se puede ganar elecciones en Argentina defendiendo las ideas de la libertad. Durante buena parte de su historia, la política argentina ha girado en torno a un eje populista y estatista. Las promesas de gasto, subsidios y protección han sido el lenguaje dominante. La defensa del equilibrio fiscal, la apertura comercial y la estabilidad monetaria, en cambio, fueron vistas como tecnicismos sin rédito político o, peor aún, como sinónimos de ajuste y sufrimiento. Milei rompió ese molde, no sólo con discurso, sino con hechos: logró el equilibrio fiscal de la mano de una fuerte baja del gasto público, eliminó privilegios y desreguló mercados, mientras apelaba abiertamente a los valores de la responsabilidad individual y la meritocracia. El resultado es más que un voto de confianza. Es un reconocimiento social de que la libertad económica es una condición necesaria del progreso. Cuando los precios dejan de ser manipulados, cuando el Estado se retira de sectores donde sólo generaba ineficiencia, y cuando la moneda vuelve a ser un refugio en lugar de un castigo, la gente lo percibe. Y responde. El otro gran protagonista de la jornada electoral fue la derrota del kirchnerismo. La narrativa del Estado paternalista, de la redistribución permanente y del enemigo externo perdió su capacidad de movilizar. Ni el miedo al “ajuste” ni la apelación a los símbolos del pasado lograron frenar el voto de una sociedad que, cansada de la decadencia, eligió mirar hacia adelante. La caída del kirchnerismo no sólo representa un cambio político: simboliza el agotamiento de un paradigma cultural que dominó la vida pública durante dos décadas, basado en la dependencia del Estado, el clientelismo político y las puertas del país cerradas al mundo. Los liberales de todo el mundo deberían tomar nota. Porque Argentina, ese país que parecía condenado al péndulo entre el estatismo y la crisis, muestra que las ideas, cuando se defienden con coherencia y convicción, pueden vencer al clientelismo y al miedo. Milei no moderó su mensaje para ganar; ganó porque no lo moderó. La enseñanza que deja este proceso es clara: la política puede ser un vehículo de transformación profunda si se la usa para devolverle a la sociedad su protagonismo. La libertad no es un producto de marketing, sino un principio moral. Y cuando un pueblo empieza a experimentarla, ya no acepta fácilmente volver atrás. El desafío que sigue no será menor. Consolidar los logros, mantener el rumbo fiscal y avanzar en reformas estructurales requerirá el mismo coraje intelectual que permitió llegar hasta aquí. Pero por primera vez en mucho tiempo, Argentina no sólo debate la libertad: la elige.

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