28/10/2025 07:18
28/10/2025 07:14
28/10/2025 07:13
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:05
28/10/2025 07:04
» Diario Cordoba
Fecha: 27/10/2025 18:30
Desde el cementerio inglés de Málaga, construido en bancales en una pendiente en la falda del castillo de Gibralfaro, no se ve ahora el mar, quizá sí mucho tiempo atrás, cuando en el primer tercio del siglo XIX se creó cerca de la playa de la Malagueta. Aunque el mar está cerca, se huele el salitre y se respira, como lo haría Guillén en los últimos años de su vida, en ese paseo marítimo de Málaga donde vivió entre 1977, cuando se instala definitivamente en nuestro país, tras la concesión del primer Premio Cervantes en 1976, y tras la muerte del dictador, y hasta su muerte en 1984. ¿Por qué eligió Málaga? «Soy de Valladolid y estoy en Málaga», dijo. Fue Pedro Salinas quien le infundió el gusto por Andalucía, la que habitó en Sevilla desde 1931 a 1938 y desde donde se exilia: «Tanta patria reformada en tumba». Aunque regresaba circunstancialmente a España como turista, la primera vez en 1949 a Madrid para visitar a su padre enfermo que moriría al año siguiente. También veraneó algún tiempo en Málaga y su costa, y en Nerja se relacionó con la familia de Lorca. No sería un motivo menor en su elección el suave clima malagueño para una persona de su edad; también su luz o la vista del mar. De hecho, compra un piso en 1966 en el Paseo Marítimo de Málaga donde pasó largas temporadas. «La situación es para nosotros la mejor posible. Paseo Marítimo: esa lengua de tierra entre el mar y el puerto, barrio nuevo y agradable», escribió en una carta a su hija, estudiada y publicada por Margarita Garbisu Buesa. Y hay una carta del 22 de abril de 1967 (en las Biblioteca Nacional) que escribe desde ese piso (número 29 A) a Camilo José Cela, donde le envía unas fotos de su paso con él por Mallorca. Y un poeta montillano, ya fallecido, Antonio Romero Márquez, mantuvo una gran y prolongada relación de amistad con él reflejada en algunas cartas. En ese paseo marítimo inauguraron una estatua de Guillén en 1982, realizada por el antequerano Jesús Martínez Labrador. También fue nombrado hijo adoptivo de Málaga y predilecto de Andalucía. Su casa no estaba lejos del cementerio inglés, donde quiso que depositaran sus restos en una sencilla y modesta tumba. Allí le acompaña su segunda mujer Irene Mochi-Sismondi (en la lápida añade un previo «de Guillén» a su apellido), y con ella se ha quedado para siempre. Cuarenta años después, esa tumba está algo descuidada y desgastada por el paso del tiempo, eso que estaba tan presente en su poesía, y ya resulta algo dificultoso leer la inscripción lapidaria, aunque le hayan añadido a la cabecera un moderno QRC. Cerca de su tumba se encuentra la del poeta burgalés Miguel Ángel Molinero, estudioso y conocedor de la obra de Guillén, y amigo suyo. Y la de otro poeta que también se relacionó con Guillén en Málaga como es el poeta Pedro Luis Tedde de Lorca, con quien mantuvo correspondencia. Un cementerio inglés llamado de Saint George (San Jorge), habitado por numerosos gatos, algunos jaramagos, con una capilla en la que se celebran bodas junto a una furgoneta amarilla de venta ambulante de bebidas y unos mostradores portátiles de una conocida cerveza malagueña, para un agasajo postrero de los contrayentes (en el más puro espíritu anglosajón), lo que sin duda contrasta con el entorno. Y bajo un celeste cielo como en su poema de ‘Cántico’, «El cielo que es azul», que comienza así: «La acumulación triunfal/ En la mañana festiva/ Hincha de celeste azul/ La blancura de la brisa». *Médico y poeta
Ver noticia original