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» Misionesparatodos
Fecha: 27/10/2025 08:23
El vocero presidencial, Manuel Adorni, convirtió su oficina en un estudio de televisión financiado por el Estado. Según documentación oficial, el programa Fake 7,8 se realiza con personal, equipos y espacio de la Presidencia. Lo que se presenta como “comunicación institucional” parece, en los hechos, un reality político donde se ataca periodistas con fondos públicos. La historia comenzó con un simple tuit. El periodista Jon Heguier se preguntó, con cierta mezcla de indignación y humor: “¿Usaron miles de pesos de recursos humanos del Estado para armar un stream donde la mitad del programa está hecho para cuestionar dos tuits míos?”. La respuesta llegó con la ironía de quien se cree intocable: “El viernes que viene a las 13 horas en Fake, 7,8 desmentiremos esto. Fin”, escribió Manuel Adorni, vocero presidencial y autoproclamado presentador de su propio show político. El problema es que el fin no fue tal. Días más tarde, el periodista Grego Tatian publicó documentos oficiales obtenidos por el mecanismo de acceso a la información pública que confirmaron lo que muchos sospechaban: el programa Fake 7, 8 se realiza con recursos del Estado nacional, dentro de las instalaciones de la Presidencia, con personal público y equipamiento institucional. Todo, claro, “sin erogaciones adicionales”, según la respuesta burocrática que intenta presentar como normal lo que en cualquier democracia sería, al menos, discutible. Tenía razón @JonHeguier. Es oficial: @madorni hace su streaming Fake, 7, 8 en instalaciones del Estado, con trabajo de agentes públicos y uso de equipos pertenecientes a Presidencia. ¿Es un contenido institucional? ¿Por qué se sube a su cuenta personal? https://t.co/EUnx4ZI2U2 pic.twitter.com/k7NPlYHRzt — Grego Tatian (@GregoTatian) October 23, 2025 El texto de la Secretaría de Comunicación y Medios, amparado en el Decreto 839/2024, reconoce que el streaming se desarrolla “en el marco de las competencias propias de la Subsecretaría de Vocería y Comunicación de Gobierno”. Traducido al castellano: el Estado produce, graba y difunde un programa conducido por el vocero presidencial, desde la Casa Rosada, y que se sube —paradójicamente— a la cuenta personal de Adorni. Un delirio de manual. Y entonces, el guion se dio vuelta. Porque el vocero que prometió “desmentir” terminó siendo desmentido. Cuando Manuel Adorni le contestó a Jon Heguier que “el viernes en Fake 7,8” demostraría que no se usaban recursos del Estado, omitió un pequeño detalle: los documentos oficiales de la propia Presidencia confirmarían exactamente lo contrario. Es decir, mientras negaba en público lo que ocurría en los despachos, mintió. O, si se prefiere un eufemismo más elegante, faltó a la verdad con fondos públicos. La ironía es perfecta: el hombre encargado de combatir las “fake news” terminó protagonizando una. El programa que se presenta como una cruzada contra la desinformación se desmorona frente a la evidencia administrativa. En lugar de desmentir, Adorni quedó desmentido por su propia oficina, atrapado en el espejo invertido del gobierno que dice defender la transparencia mientras la usa de cortina. El mismo decreto detalla que la Subsecretaría debe asistir en la “comunicación de la Presidencia y del Gobierno” y producir contenidos institucionales. Pero cuesta imaginar qué tiene de institucional un ciclo que dedica la mitad de su tiempo a burlarse de periodistas, responder memes o lanzar sarcasmos contra opositores. Si eso es comunicación de gobierno, el boletín oficial debería venir con risas grabadas. Lo más insólito es la naturalidad con la que el Gobierno reconoce el uso de recursos públicos. En el documento se señala, sin rubor alguno, que “los recursos materiales empleados (cámaras, trípodes u otros) corresponden a bienes disponibles en dependencias de la Presidencia y se utilizan dentro de su destino institucional”. Es decir: cámaras, micrófonos, técnicos y electricidad pagados por todos los argentinos para que el vocero se filme desmintiendo tuits de periodistas. La “casta” parece haberse mudado al set de Fake 7, 8. El contraste con la prédica libertaria es evidente. Mientras el Gobierno recorta becas, jubilaciones y presupuesto universitario bajo el mantra del “no hay plata”, Adorni sí tiene recursos, equipos y tiempo para su programa personal. No hay plata para los jubilados, pero hay luces y trípodes para el vocero. No hay fondos para los científicos, pero hay streaming semanal en HD desde Balcarce 50. Más aún: el propio Adorni justificó la existencia del programa con una frase que condensa el espíritu del mileísmo comunicacional: “Desmentimos mentiras”. El detalle es que las “mentiras” suelen ser críticas periodísticas. Es decir, el Estado se financia a sí mismo una oficina de respuesta a la prensa, como si el poder necesitara un set de TV para contestar lo que antes se resolvía con datos, gestión o simples resultados. Fake 7, 8, nombre que busca ironizar sobre el viejo 6, 7, 8 kirchnerista, termina replicando lo que decía repudiar: un aparato comunicacional financiado con fondos públicos para defender al gobierno de turno. Cambian las caras, no las prácticas. Si aquel programa fue acusado de militante, este ni siquiera disimula. El humor corrosivo y el sarcasmo institucionalizado son la nueva estrategia del Estado mileísta: gastar menos en todo, salvo en propaganda. El periodista Heguier lo sintetizó mejor que nadie: “Denle esa guita a los jubilados que la están pasando muy mal”. Y tiene razón. Porque el verdadero fake no está en los títulos de los medios, sino en un gobierno que promete austeridad mientras convierte la Casa Rosada en un estudio de streaming. A esta altura, el debate sobre si Fake 7, 8 es “institucional” o “personal” se vuelve casi filosófico. ¿Puede algo ser institucional cuando ataca personas? ¿Puede algo ser público cuando se publica en la cuenta privada de su conductor? Adorni responde desde el set; el pueblo, desde la heladera. Mientras el país se ajusta, el vocero se maquilla. Fuente: En Orsai
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