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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/10/2025 04:48
El libro del día Este mes, Merriam-Webster lanzó un anuncio irónico sobre su producto más reciente. En un video compartido en varias redes sociales, la editorial presumió de “una herramienta poderosa que cambiará la forma en que te comunicas para siempre”. Este nuevo “modelo de lenguaje grande”, afirmó, no alucina, ni depende de un centro de datos, ni utiliza electricidad. Al final del anuncio, una voz femenina interrumpió el falso discurso tecnológico para rematar: “Existe la inteligencia artificial y existe la inteligencia real”. Por supuesto, se trata de un libro: la duodécima edición del Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, para ser precisos. El icónico libro de referencia rojo, familiar para la mayoría de los estadounidenses mayores de 40 años, recibirá su primera actualización en más de 20 años. La nueva versión se publicará en noviembre. Merriam-Webster ha intentado adaptarse a la evolución —o quizá involución— de la palabra hablada y escrita. Una de las estrategias ha sido el humor. En los primeros años de la era Trump, la cuenta en redes sociales de la empresa se burló del enfoque informal del presidente Donald Trump hacia la ortografía y el vocabulario, y trató de ofrecer definiciones para algunos de los términos inexistentes que aparecían en su cuenta de Twitter: honer, chocker, unpresidented. A pesar de mantener un tono ligero como respuesta a la novedad de comunicaciones políticas súbitamente directas y sin filtros, también recordaba el papel del diccionario como depositario y árbitro del idioma nacional. En el corazón del edificio, en el segundo piso, se conservan 16 millones de fichas de papel de tres por cinco pulgadas, conocidas como citas, con ejemplos del uso de cada palabra. (Foto AP/Stephan Savoia, archivo) Una de las ideas presentes en “Unabridged”, de Stefan Fatsis, un homenaje personal y cálido a Merriam-Webster y su equipo, es el contraste entre esa actitud ágil y humorística en redes sociales y la labor tradicional de mantener el archivo del idioma tal como lo han usado los estadounidenses durante siglos. A pesar de su perspicacia en redes, Merriam-Webster sigue siendo una empresa profundamente enraizada en tradiciones de los últimos dos siglos. Al llegar a su sede en Springfield, Massachusetts, Fatsis observa el “encanto de otra época” de un edificio de oficinas de mediados del siglo XX: “Escalera central ancha y salas de juntas anticuadas. Alfombra desgastada y puertas de madera que crujen. Paredes pintadas de verde hospital y amarillo cafetería”. En el corazón del edificio, en el segundo piso, se conservan 16 millones de fichas de papel de tres por cinco pulgadas, conocidas como citas, con ejemplos del uso de cada palabra. Fatsis lo describe como “el depósito más completo existente sobre la historia del inglés estadounidense”. Cuando Noah Webster publicó su American Dictionary en 1828, declaró que era “no solo importante, sino, hasta cierto punto necesario” que la nación tuviera su propio diccionario. Webster había ajustado las grafías para simplificarlas y acercarlas más a la pronunciación, en comparación con las variantes británicas: plough se convirtió en plow, draught en draft; palabras como centre, theatre y metre invertirían sus terminaciones a -er; colour, rigour y honour perderían la u. En el prefacio del American Dictionary, Webster afirmó que “el idioma es la expresión de las ideas; y si la gente de un país no puede preservar una identidad de ideas, no puede mantener una identidad de idioma”. Durante casi 200 años, la serie de diccionarios que Webster inició ha intentado reflejar la identidad estadounidense contenida en su lenguaje. Imagen del diccionario Merriam-Webster online (Foto AP/Jenny Kane) El verdadero atractivo de “Unabridged” está en las descripciones de las exhaustivas deliberaciones de los lexicógrafos de Merriam, que sopesan matices, esperan con paciencia —a veces durante años— para ver si un neologismo será pasajero o perdurará, y después esculpen definiciones en colaboración que contengan los sentidos de la palabra. Fatsis, autor también de “Word Freak”, una profunda exploración del mundo del Scrabble, transmite con claridad lo pausado y ético de este trabajo editorial: no es reactivo, ni partidista, ni mucho menos automático. Fatsis menciona varios casos en los que Merriam-Webster se ha visto envuelto en polémicas culturales. En el otoño de 2021, por ejemplo, la editorial debió cerrar sus oficinas durante cinco días tras la amenaza de ataque armado y con explosivos por haber actualizado la definición de la palabra girl, añadiendo: “persona cuya identidad de género es femenina”. El responsable fue condenado a un año de prisión. Existe el temor de que el trabajo meticuloso, neutral y descriptivo de la lexicografía entre en contradicción con una época caracterizada por la indignación constante. Representa un tipo de pericia estoica y tradicional que va en contra de la promesa (o amenaza) de que toda información debe ser democrática, sustituible, disponible para cualquiera. Una de las frases más lúcidas y perturbadoras de “Unabridged” pertenece a una editora retirada que dijo a Fatsis que “los diccionarios tradicionales como Merriam enfrentan la misma creciente desconfianza popular en las autoridades tradicionales que los medios y el gobierno”. Incluso para quienes no desconfían de las definiciones de Merriam, existe el problema de que tampoco desconfían de otras alternativas, más baratas. Internet ha instalado la disposición a conformarse con información suficientemente buena, la idea de que no hace falta el estándar de oro, solo algo rápido, gratuito y que resulte aceptable la mayoría de las veces. Hace un siglo, T.S. Eliot se preguntó: “¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?” A pesar de su humor, el libro nostálgico de Fatsis orbita alrededor de esta misma cuestión. Al final, existe la inteligencia artificial y la inteligencia real. Fuente: The Washington Post
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