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  • Por qué la altura es clave para los vinos argentinos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 26/10/2025 02:51

    La altitud es uno de los factores que más contribuye al carácter único de los vinos argentinos Foto: Vinólogos Actualmente, el origen de las uvas se ha vuelto el factor más importante en un vino, después del hacedor, aunque cada vez busquen intervenir lo menos posible en bodega para no interferir entre el carácter de lugar y la expresión del vino. Claro está, en la búsqueda de los mejores vinos. Pero para encontrar esos lugares, generalmente extremos, la visión del hombre es esencial, por la gran cantidad de decisiones que requiere. Ya que, una vez encontrado y plantado, hay que conducirlo a la espera que la viña adquiera cierto equilibrio y sea capaz de reflejar en sus frutos, el carácter de ese paisaje. Esa es la búsqueda que más desvela a los winemakers. Por eso dicen que, una vez obtenida una uva de gran calidad, en bodegas intentan intervenir lo menos posible para no “estropear” la calidad natural que da el viñedo. Esto explica mucho por qué se han corrido las fronteras del vino argentino en los últimos años. Y, entre todas las características que pueda tener un terruño, hay una que sobresale y que impacta en el consumidor; la altura. Que no determina la calidad por sí sola, pero propone condiciones únicas, para lograr uvas únicas. Las condiciones climáticas de altura favorecen una maduración equilibrada y perfiles distintivos en los varietales (Freepik) Se sabe que los vinos argentinos no son los mejores del mundo, pero gozan de muchas cualidades que los hace distintos. Y su evolución durante los últimos años, reflejando cada vez más potencial, propone que alguna vez pueden legar a serlo, quizás, más temprano que tarde. Pero dejando el potencial de lado, es para destacar que la altura marca una ventaja diferencial real para el vino argentino. La altura garantiza condiciones climáticas que pueden influir (favorablemente o no) en los vinos. Y hoy, más allá de las bodegas, las variedades y los estilos, esta característica atraviesa a la mayoría de los vinos argentinos. La altura, es decir vinos elaborados con uvas provenientes de viñedos a más de 900 msnm. Por un lado, es evidente que la cercanía con el sol permite una mayor insolación de las uvas y, con un buen manejo de la canopia, eso significa una mejor madurez. También, las uvas de altura se destacan por sus hollejos más gruesos y, por ende, con mayor cantidad de polifenoles, ya que la mayoría de los componentes naturales de la uva están en la piel y no en la pulpa. La combinación de suelos pedregosos y amplitud térmica influye de manera decisiva en la calidad del vino Freepik Por otra parte, las brisas constantes (o vientos) es otro de los factores que posibilita uvas más sanas porque, más allá de la poca pluviometría, mantienen aireadas las viñas, evitando la proliferación de hongos y enfermedades. Y las temperaturas medias de día y de noche son más marcadas, permitiendo una mayor amplitud térmica. Y este factor se incrementa en un grado centígrado aproximadamente, a medida que se asciende 100 metros. Pero, sobre todo, es la heterogeneidad de los suelos, mayormente pedregosos, incluyendo sus pendientes, lo que brinda un carácter distintivo y una expresión propia a los vinos de altura. Esto quiere decir que la montaña, tan presente en los terruños nacionales, es fundamental en el carácter de los vinos argentinos. Pero a la montaña, como al terruño, hay que interpretarla. Y cuando más cerca y más alto se está, las condiciones se vuelven más extremas, lo cual no implica mejores condiciones, pero sí diferentes. La vitivinicultura de montaña desafía a los productores a interpretar cada paisaje y cada añada Fuente: Freepik Ahí es donde la habilidad del winemaker debe aflorar. Porque no se trata de una carrera para ver quién llega más alto ni al lugar más extremo, sino quien encuentra el mejor lugar para una o más variedades, y con ellas poder reflejar ese entorno en las copas. Y así como a las heterogeneidades de los suelos deben adaptarse, también a los vaivenes climáticos, no solo de esas microrregiones de altura, sin de la añada. Porque cada ciclo exige un movimiento de cintura diferente, sin perder de vista el objetivo vínico. Es decir, mantener un estilo o una interpretación de un lugar que incluya la influencia de la añada, se vuelve más difícil en los viñedos de altura. La altura en los vinos argentinos es un condicionante y un atributo muy mensurable, tan fácil como impactante para comunicar. Acá, los viñedos van desde el nivel del mar en la Costa Atlántica hasta los más de 3000 metros de altura en el NOA. Y la altura bien manejada se puede apreciar y valorar bien en las copas, por eso pasó a ser un dato tan relevante como atractivo para los consumidores, que pueden entenderla y admirarla fácilmente. La altura es un concepto amplio y natural que la Argentina le saca buen provecho, estudiándola para entenderla cada vez más porque se sabe que la mayor altura no implica mejores vinos, porque no se trata de una escala cuantitativa, sino de un paisaje único e imponente en el que los viñedos argentinos crecen. Y si bien esas condiciones naturales ya son únicas, es necesario cuidar el concepto. Cada lugar tiene su altura y un desarrollo de millones de años particular que ha determinado su composición de suelos. A eso hay que sumarles el clima y la mano de los hacedores; todos elementos de una “fórmula natural” que permite concebir vinos con características distintivas. El desarrollo de indicaciones geográficas fortalece la identidad de los vinos de altitud en Argentina Freepik Qué son los vinos de montaña Y, gracias al impacto de la altitud en los vinos, fue que en la Argentina nació un nuevo concepto; “vinos de montaña”. Es cierto que la cordillera de los Andes siempre fue un “telón” imponente de fondo para los vinos de la región de Cuyo, y que los viñedos del valle Calchaquí están sobre montañas. Pero el “descubrimiento” del Valle de Uco; que aportó mucho a la revolución cualitativa y estilística del vino argentino; permitió redefinir algo que parecía obvio. De la altura se sabe que no mejora los vinos, pero sí que permite obtener uvas con características diferentes. Sin embargo, hay hallazgos que necesitan tiempo, porque en vitivinicultura hay que esperar años para ver si los “experimentos vínicos” dan resultados positivos. Los vinos de montaña son aquellos moldeados por el paisaje y su influencia. Los primeros en hablar de altura fueron los del NOA, donde pegan más el sol y los vientos, haciendo que los hollejos sean más gruesos y concentrados, otorgándole a los vinos una personalidad diferente, un carácter de montaña. Pero luego, desde Mendoza primero y después desde San Juan (con sus valles de altura; Pedernal y Calingasta), comenzaron a llegar “los nuevos vinos de montaña”. Y quizás, hay una Indicación Geográfica que mejor explica este fenómeno; la IG San Pablo (Valle de Uco, Mendoza). Porque cuánto más pegado el viñedo al pedemonte, el microclima y el suelo cambian completamente, conformando un ecosistema único. Y esto no solo obliga a cultivar allí variedades de ciclo corto, porque hay mayor nubosidad y precipitaciones, sino que permite crear vinos mordientes, tensos y muy refrescantes. Los vinos de montaña argentinos ofrecen estilos innovadores y expresiones diversas del terroir Luego de varios años de estudio y una iniciativa de trabajo conjunto entre algunas bodegas con viñedos en esa zona, la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Cuyo y el Instituto Nacional de Vitivinicultura, se logró crear la IG San Pablo; que cuenta con poco más de 500 hectáreas de viñedos plantados. Esta indicación geográfica del Valle de Uco significa un gran paso hacia el logro de mejores vinos con identidad de lugar; en este caso montañoso; tal como sucede en el Viejo Mundo. Sin dudas, se trata de uno de los paisajes más originales del pedemonte de Mendoza (principal productor de vinos del país), por su cercanía al frente montañoso de la Cordillera Frontal. Su altura extrema (hasta los 1700msnm) y clima en sintonía, sus temperaturas medias bajas y gran amplitud térmica, y una pluviometría anual muy superior, marcan la personalidad única a los vinos, sobre todo a los blancos. Porque allí, los factores micro climáticos condicionan fuertemente el ciclo de madurez de la vid, haciendo de ésta una zona de madurez más tardía que otras regiones cercanas. Los suelos, con alto contenido de piedras y materiales calcáreos también influyen en el estilo de los vinos. Este entorno privilegia a las uvas de ciclo corto, y por lo tanto las uvas blancas son las reinas del lugar, aunque también hay Pinot Noir, Malbec y Cabernet Franc. La Chardonnay demuestra un carácter distintivo, como así también otras variedades alternativas (Verdejo y Albariño). Pero la que al parecer llegó para quedarse y lucirse más que en ningún otro rincón argentino es la Sauvignon Blanc. Y así, cada viñedo de altura propone condiciones que van mejor para distintas variedades; el Torrontés, el Cabernet Sauvignon y el Tannat en el NOA, las Criollas en Jujuy y en Calingasta (San Juan), el Merlot en Catamarca, el Malbec y el Cabernet Franc en el Valle de Uco y hasta el Pinot Noir en Patagonia, donde la uva no llega tan alto (entre 300 y 400msnm) pero las latitudes su suman para aportar diferencial.

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