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  • Dominancia electoral y “wait and see”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 25/10/2025 04:53

    La influencia de la incertidumbre no se limita a los mercados financieros, sino que también impacta en la inversión, el consumo, el empleo y el crédito (Foto: Adrián Escandar) En contextos de alta volatilidad política, económica o institucional, la incertidumbre deja de ser un simple ruido de fondo para convertirse en un factor determinante que modifica decisiones reales con mayor rapidez. La influencia de la incertidumbre no se limita a los mercados financieros, sino que también impacta en la inversión, el consumo, el empleo y el crédito. La incertidumbre económica implica la imposibilidad de prever variables clave como precios, tipo de cambio, inflación, regulaciones, impuestos o acceso a divisas. Cuando el futuro se vuelve impredecible, la inversión se estanca. A mayor incertidumbre, aumenta la volatilidad esperada y, en consecuencia, las empresas adoptan una postura de “esperar y ver”. Este clima paraliza: las compañías postergan decisiones de crecimiento y se enfocan en medidas defensivas, los consumidores retraen su gasto y tanto el ahorro doméstico como el externo buscan resguardo en refugios más seguros. A nivel macroeconómico, se produce una caída transitoria de la actividad, menor formación de capital y el surgimiento de círculos viciosos de estancamiento. A pesar de las mejoras recientes en ciertos indicadores macroeconómicos que alientan una posible normalización, la situación sigue siendo delicada en el frente cambiario A pesar de las mejoras recientes en ciertos indicadores macroeconómicos que alientan una posible normalización, la situación sigue siendo delicada en el frente cambiario y el crecimiento resulta cada vez más débil y sectorial. La mayor fragilidad reside en la imposibilidad del sector público de obtener financiamiento en el mercado para renovar vencimientos. Sin crédito fresco, la única alternativa es recurrir a las reservas propias, una estrategia que la mayoría de los países procura evitar por sus consecuencias adversas. Las complicaciones se agravan cuando el acceso a financiamiento se aleja y las reservas internacionales no logran recomponerse. Es en este escenario donde la incertidumbre cobra mayor relevancia. Dominancia electoral El entrelazamiento entre los ciclos económicos y electorales en la Argentina va mucho más allá de la clásica división entre “años pares e impares”. Se trata de una dinámica permanente donde pesan los resultados -o expectativas- electorales sobre la política económica. Las decisiones económicas terminan subordinadas a la lógica electoral: el desenlace de las urnas redefine expectativas, comportamientos y, en última instancia, la estabilidad, el nivel de actividad y la calidad de vida de la sociedad. Las decisiones económicas terminan subordinadas a la lógica electoral: el desenlace de las urnas redefine expectativas, comportamientos y, en última instancia, la estabilidad La dominancia electoral es una de las manifestaciones más claras de cómo la incertidumbre impacta en la realidad socioeconómica. Tradicionalmente, los períodos electorales en la Argentina se asocian a menores niveles de inversión, auge en la demanda de liquidez en divisas, caídas en las reservas del Banco Central y alteraciones en el consumo, que puede adquirir un carácter especulativo o, por el contrario, retraído. Cuando las alternativas electorales son radicalmente opuestas, las consecuencias negativas suelen intensificarse. Este fenómeno persistente origina un sesgo estructural: la economía se vuelve cortoplacista y limitada, dominada por promesas y no por realidades concretas. Las empresas que invierten lo hacen guiadas por el calendario político y no por su potencial real de producción o expansión comercial. Los ahorristas y consumidores adoptan conductas especulativas, alejadas de sus intereses y capacidades de largo plazo. Los ahorristas y consumidores adoptan conductas especulativas, alejadas de sus intereses y capacidades de largo plazo (Foto: Reuters) Mientras el resultado de una contienda entre opciones claramente antagónicas siga marcando las perspectivas de crecimiento y estabilidad, la Argentina tendrá dificultades para iniciar un sendero sostenido de expansión. El país parece vivir en una sucesión de “cisnes negros”, con un costo económico y social considerable. La reciente presencia de Estados Unidos como actor central en el terreno financiero argentino representa un cambio drástico. La aparición de un prestamista de última instancia con capacidad de auxilio financiero supone un alivio para la fragilidad más profunda de la economía local: la imposibilidad de pagar la deuda. Sin embargo, el carácter condicionado de esta ayuda -pendiente del resultado electoral del 26 de octubre- no hizo más que acentuar la predominancia electoral sobre el futuro económico, profundizando la incertidumbre sobre el rumbo inmediato. Toda crisis en algún momento se disipa. El proceso electoral llegará a término y la sociedad argentina, que ha demostrado gran flexibilidad, logrará adaptarse para retomar la senda de expansión. El proceso electoral llegará a término y la sociedad argentina, que ha demostrado gran flexibilidad, logrará adaptarse para retomar la senda de expansión Sin embargo, las secuelas son inevitables: el aparato productivo se resiente, la competitividad se debilita y las decisiones de corto plazo terminan socavando el desarrollo a largo plazo. Los datos son contundentes: en 2024, el PIB argentino seguía por debajo del nivel registrado en 2011, mientras la economía global creció un 50% en el mismo período. Argentina perdió así una década de crecimiento. Diversos estudios internacionales evidencian que un shock de inestabilidad política no solo afecta el PBI de manera inmediata, sino que su impacto se mantiene y alcanza su máxima expresión al tercer año. Es decir, la inestabilidad termina afectando el ingreso estructural de la sociedad y su capacidad de crecer de modo sostenido. En otras economías de la región y en el mundo desarrollado, la volatilidad suele ser transitoria y de efecto acotado. En Argentina, sin embargo, la recurrencia e intensidad de los ciclos de incertidumbre producen daños duraderos que condicionan la evolución económica y social. El liderazgo político y empresarial ocupa un rol fundamental. Inspirar confianza y mantener una visión clara son factores determinantes en escenarios de incertidumbre. La madurez radica en decidir aun en ausencia de certezas y sostener propósito incluso en contextos adversos. No alcanza solo con liderazgo Entre los desafíos centrales del país figura la necesidad de gestionar y acotar la incertidumbre, para que deje de ser una traba para el desarrollo. Alcanzar consensos sobre aspectos clave, reglas claras y duraderas, y estabilidad en lo macroeconómico e institucional permitirá reducir el antagonismo entre los contendientes electorales. Así, es posible atenuar la dominancia electoral y, en consecuencia, mitigar la incertidumbre. Minimizar el costo económico de la alternancia política es crucial para liberar el potencial transformador y productivo de la sociedad argentina. Los autores son economistas, directores de VDC Consultora

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